Nueva cultura política | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Presidencia
Sábado, 18 de Agosto de 2018
Unidad de análisis
El puente entre el “país político” y el “país nacional” será exclusivamente el de los temas programáticos 

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Varios son los elementos que permiten pensar, al final de esta semana, que el cambio de las costumbres políticas va en serio por parte del presidente Iván Duque. Y así ha ocurrido en la medida en que las fichas se han venido acomodando en un tablero de ajedrez inédito.

En ese sentido, alguien podría decir que se trataría, de algún modo, de atenerse a la vieja fórmula gaitanista según la cual Colombia se divide en el “país político” y el “país nacional”. Es decir, en términos más contemporáneos, que al nuevo Gobierno no lo desvela lo que pueda acontecer alrededor del Congreso y sus actividades tradicionales mientras que dedica su atención a la administración pública y lo que el mismo Presidente Duque ha llamado el “diálogo popular”. En todo caso, sea cual fuere el concepto que se use para definir el nuevo escenario político, lo cierto es que el pasado viernes el Jefe de Estado ha dicho que no va a recurrir al “transaccionismo”. Y este es el eje de lo que, así mismo, ha denominado la nueva cultura política.

Las declaraciones del Primer Mandatario se dieron en el teatro de la nueva elección de Contralor General de la República. O sea, que por primera vez en décadas, el jefe del Ejecutivo se abstiene de dar un guiño o cualquier insinuación en torno a quién le gustaría que ocupara ese organismo de control. De manera que se abstiene de respaldar a alguno de los candidatos en liza y se margina de una decisión que le compete única y exclusivamente al Congreso de la República, en términos constitucionales.

Pero este aspecto es solo uno de los varios que se han venido sucediendo en las últimas semanas. El principal de ellos, por supuesto, la configuración de un gabinete completamente ajeno a las bancadas parlamentarias y, por tanto, sin la incidencia de los congresistas en los ministerios. Si bien hay titulares de cartera de las diferentes vertientes, el propio Gobierno se ha encargado de decir que su nombramiento no responde a recomendación partidista alguna y en esa dirección ha fijado una línea de independencia frente al hemiciclo parlamentario. No solo ha sido, por consiguiente, un gabinete independiente, sino que las designaciones en los principales institutos han tenido las mismas características. No en vano la Vicepresidenta de la República ha dicho que una cosa es el Centro Democrático y otra el Gobierno, y eso cuenta así mismo para todas las bancadas parlamentarias.

Algunos partidos políticos, sin embargo, han tratado de identificarse con los nombramientos, poniendo de presente el origen político de varios titulares de despacho. Aun así, el mismo Duque ha sido reiterativo en señalar que la relevancia del gabinete se refiere a estar configurado por hombres y mujeres en la misma proporción y a no responder a ningún equilibrismo político a fin de ganar respaldos congresionales. Su insistencia, por el contrario, ha sido la de configurar un consejo de ministros tecnocrático y con simetría regional. Algunos han criticado el tema por considerar que es un gabinete derivado de los gremios, pero nadie, ni aun en la oposición, ha desvirtuado el hecho de que pretende tener completa independencia política del Congreso.

Para varios, de otra parte, es un ejercicio que a la larga no va a funcionar puesto que, de acuerdo a como están las cosas, no existe una coalición parlamentaria sólida en torno a los propósitos y proyectos gubernamentales. Es decir, no hay una alianza oficialista en la vía de que los diversos partidos políticos están de alguna forma representados en el Ejecutivo.

Independencia

Frente a ello, sin embargo, el presidente Duque adoptó el criterio de la independencia desde un principio. Al parecer, su lectura del resultado de las elecciones presidenciales consiste en que el mensaje más perentorio del pueblo colombiano fue que la política debe cambiar, más allá de los respaldos paulatinos conseguidos para su candidatura.

Como se sabe, todo el tiempo bajo la égida del expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, Duque ganó primero, después de casi un año de recorrer el país, una consulta interna de su partido que se dirimió a través de encuestas consecutivas. Luego, siendo el candidato del Centro Democrático, ganó una  consulta abierta y popular con otros sectores, en un resultado sorprendente que lo llevó a los cuatro millones de votos, triplicando a su adversaria inmediata, Marta Lucía Ramírez, a la que luego escogió como fórmula vicepresidencial, tal cual era el pacto. Más adelante ganó la primera vuelta presidencial, bajo el mismo espectro político que se configuró desde la consulta, en una lid electoral entre la centro-derecha y la centro-izquierda, sumando más de siete millones de votos. Y, finalmente, en la segunda vuelta presidencial subió a más de 10 millones de votos, ganándole al candidato de la izquierda, Gustavo Petro, quien no obstante logró la cifra histórica de 8 millones de votos. Ese es el escenario político real planteado hacia adelante.

Situación diferente fue la que se presentó en las elecciones paralelas del Congreso de la República, donde si bien el Centro Democrático obtuvo 19 senadores, otras bancadas consiguieron cifras apreciables, en especial Cambio Radical que solo obtuvo tres senadores menos que el partido de gobierno y se duplicó hasta 30 representantes a la Cámara.

Dos países

En ese escenario, Duque ha preferido mantener la lectura de las elecciones presidenciales y no adentrarse en los resultados de las elecciones parlamentarias. Así las cosas, el primer resultado sería el del llamado “país nacional”, mientras que el segundo lo sería del denominado “país político”.

En general, en Colombia, se suele revolver lo uno con lo otro. Y de cierta manera es claro que los votos por el Parlamento como los votos por la Presidencia son de las mismas personas que suelen sufragar en ambos eventos. En esta ocasión, por lo demás, disminuyéndose la abstención y conquistando la franja de los escépticos, con alrededor de 20 millones de votos en los dos casos.

La gran revelación de Duque consiste, precisamente, en afianzarse en sus facultades y atribuciones como jefe del Ejecutivo, derivado de las elecciones presidenciales, y no inmiscuirse en las facultades del Congreso de la República, derivadas de los comicios parlamentarios.

 

Presidencia

La primera consecuencia de ello, una vez nombrado el gabinete, ha sido que, de acuerdo con la nueva ley, varios partidos que aparentemente podrían estar con el gobierno de Duque, se van a declarar independientes. Esto obedece, básicamente, al nuevo eje partidista de Cambio Radical y el Partido de La U, aliados en el Congreso, con el número mayoritario de 30 senadores. Por igual, el Centro Democrático, como colectividad de gobierno, haría alianza con los partidos Liberal y Conservador-hoy bajo la vocería de los expresidentes César Gaviria y Andrés Pastrana- así como con algunos minoritarios. En tanto, los partidos de oposición lograron un número de curules nunca visto en los tiempos recientes, incluidos los Verdes, cuyo candidato en la primera vuelta, Sergio Fajardo, había sugerido votar en blanco en la segunda.

Esto significa, palabras más palabras menos, que Duque no contará con los partidos independientes para sus propósitos gubernamentales, salvo con acuerdos programáticos puntuales. Tampoco esas colectividades, de otra parte, serán proclives a la oposición. Y más bien, como lo ha señalado el jefe natural de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, presentarán su propia agenda legislativa, de lo cual ya han radicado la reforma tributaria.

Nueva cultura

En esa dirección, pues, el gobierno Duque ha calculado lo que implica la nueva cultura política que pretende afianzar como modelo. Así como mostró independencia para seleccionar a su gabinete, en la misma medida se abstuvo de participar en la elección del Contralor, que consideró ajena a sus funciones.  

De hecho, posiblemente el Contralor salga de una coalición parlamentaria entre Cambio Radical y los partidos de La U y Liberal. No le teme Duque, entonces, a la sana vigilancia de su gestión fiscal.

Y de este modo ha venido actuando Duque, ciertamente, en otras circunstancias. En efecto, no le puso mayor atención al embrollo que se armó por el discurso del presidente del Senado, el día de su posesión, haciendo un corte de cuentas al presidente saliente desde el Centro Democrático. Ni tampoco le ha dado mayor alcance a las pugnas presentadas por el reconocimiento de Palestina como Estado. Por el contrario, se ha dedicado a los consejos comunales, a la visita de los afectados por la ola invernal y a generar algunos planes de impacto, como el que pretende en la Policía Nacional.

Es decir, frente a todo lo anterior, que aparte de la división entre “país político” y “país nacional”, Duque más bien estaría interesado en la consigna del general Rafael Reyes: “más administración y menos política”.

Tendrá, pues, el país que acostumbrarse a ver las vicisitudes del Ejecutivo de una manera diferente a la tradicional. Si bien, por ejemplo, causó esta semana impacto la reunión de los expresidentes, supuestamente para hablar de la elección de Contralor y de la agenda legislativa, hubo un rechazo de la opinión pública frente a esas prácticas comunes y espacios hasta hace poco tiempo naturales de la política colombiana. Es posible, claro está, que los expresidentes colaboren en el afianzamiento de la agenda legislativa pero, al decir del propio Duque, la nueva cultura política que pretende exige no recurrir al “transaccionismo”.

Presidencia

En sus dos semanas de gobierno, entonces, el presidente Duque ha sentado las bases de la plataforma en la que cada rama del poder público desarrollará sus atribuciones sin interferencias entre ellas. En ese caso, quiere darle prevalencia a la autonomía señalada en la Constitución, pero de la misma manera está pendiente de la colaboración y el consenso entre éstas. Y eso será, según lo visto, en todo lo atinente al desarrollo de las políticas públicas.

Para ello, efectivamente, el presidente Duque ha propuesto un “Pacto por Colombia”, donde no sólo pueden estar representadas los tres tipos de bancadas parlamentarias, es decir, las gobiernistas, las independientes y las de oposición, sino particularmente las fuerzas vivas de la Nación, a través del diálogo popular que él propone y que se supone, naturalmente, por fuera del hemiciclo parlamentario.

Si el Presidente Duque logra mantenerse en sus criterios, se habrá dado un salto positivo en una nueva visión de la política. Esto, desde luego, también en un Plan de Desarrollo exento de cupos indicativos, que han servido de correa de transmisión para la corrupción. Igualmente, se producirá una derivación exacta de los postulados nacionales en los regionales, en donde, dentro de la nueva cultura política propuesta por el Primer Mandatario, tampoco habrá “transaccionismos” con los congresistas. Habrá en ello riesgos para sacar adelante la agenda gubernamental, pero en caso de éxito, como todo el país lo desea, se habrá presentado una modificación favorable en la forma de administrar el Estado.