| El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Febrero de 2019
Redacción Política

Sergio Fajardo Valderrama no solo es buen padre y esposo. Es también ciclista y futbolista, pero por encima de todo es matemático y político.

Tolerante y agradable, sabe escuchar y a la hora de dar su punto de vista lo hace con decencia. Si se trata de controvertir posiciones lo hace con elegancia y altura. Nunca pierde los estribos.

Paradójico en un político que, como él, se formó en la calle, y es literal. Porque su vida pública, años después de salir egresado de Los Andes y tras terminar una Maestría en la Universidad de Winsconsin-Madison (Estados Unidos), comenzó en las calles de su natal Medellín repartiendo volantes, hablando con los taxistas y los vendedores ambulantes.

Así fue como inició una prolija carrera que lo llevó, primero, a la Alcaldía de la capital paisa, entre 2004 y 2007, y luego  a la Gobernación de Antioquia entre 2012 y 2015.

En ambos casos, su aceptación popular fue una de las más altas del país, y eso le sirvió de punto de plataforma para lanzarse a la Presidencia. Primero, fue fórmula vicepresidencial de Antanas Mockus en 2010 con el Partido Verde. Desde ahí comenzaron a pedirles a sus simpatizantes que no los rotularan como un movimiento de centro, sino como candidatos cívicos o independientes. Para el caso daba lo mismo.

En esa ocasión no ganaron, pero la semilla quedó sembrada, al punto de que muchos sectores lo vieron como la fórmula perfecta para acompañar a cualquier candidato de la baraja o, por qué no, a aspirar en solitario al solio de Bolívar.

En las elecciones presidenciales de 2018 se catapultó como una de las alternativas más viables. Estuvo tentado por todos sus émulos del partido. Incluso, frente a la polarización del país por cuenta del proceso de paz, Mockus, su antiguo jefe político, literalmente le rogó, y de rodillas, que hiciera coalición con Humberto de la Calle para frenar las ambiciones del uribismo que prometió “hacer trizas” el acuerdo con las Farc.

Pero pudo más su soberbia política que su lógica matemática. Finalmente decidió no hacer alianza con nadie, y aunque no ganó la Presidencia ni pasó a segunda vuelta, desde el año pasado dejó claro que sus 4,5 millones de votos son tan atractivos para cualquier partido o movimiento, como tan decisivos para poner Alcalde, inclusive de Bogotá, o Gobernador de cualquier región del país.

 

De frío matemático, a candidato tibio

Muchas veces Sergio Fajardo dijo que no le importan las críticas siempre que se las hagan con respeto. Cuando se supo que no pasó a segunda vuelta, le pidieron hacerle el guiño a sus electores en favor de Gustavo Petro, el candidato de la Colombia Humana, o de Iván Duque, ‘el de Uribe’.

Finalmente se decidió por seguir por todo el centro, como los carriles de Transmilenio, y fiel a su consigna de que ‘Ni con Petro ni con Uribe’, se ganó el remoquete del ‘ni ni’.

Sus posiciones ambiguas durante el debate presidencial le pasaron factura. Para muchos fue un error no haber inclinado la balanza en uno u otro sentido en la segunda vuelta. Él prefirió seguir sin tomar partido.

 

Candidato en 2022

Hoy Fajardo tiene 62 años, continúa siendo un personaje influyente en la vida nacional y un hombre feliz disfrutando de su prestigio, pero sobre todo de su familia.

Y aunque él mismo había dicho que no volvería a ser candidato “a nada”, esta semana pareció echar reversa y abrir paso a otra posible candidatura en tres años. Es hecho de que ahora lo llamen “el tibio” tampoco es gratis.

Él solito, en una de sus tantas desveladas, escribió en Twitter: “Yo soy, qué duda queda, del #TeamDeLosTibios”. Y así se quedó. Considera que quedarse en el centro, sin irse a los extremos del uribismo ni el petrismo es lo que está buscando el país para dejar atrás la polarización desgastante y pensar en un futuro libre de esas ataduras políticas que han marcado las dos últimas décadas. Esa tibieza, entonces, la entiende como una especie de centro radical que no comulga con los extremos de izquierda ni derecha.

La pregunta es una sola: ¿Ser tibio es una buena estrategia en un país que exige de sus dirigentes tomar posturas? ¿No será que quienes le criticaron no haberse jugado para la segunda vuelta y lo tildaron de inseguro y gaseoso, ahora podrán pensar lo mismo de su postura de tibieza política?

 

Ni de derecha ni de izquierda

Fajardo sabe que mientras no llegue el momento de esa campaña podrá mantenerse al margen. Sin embargo, ya rompió su silencio frente al presidente Iván Duque, de quien dice “ha tenido un mal comienzo”. Por igual también ha tomado distancia de Petro, asegurando incluso que no respaldaría ningún candidato en Bogotá que tenga el apoyo del hoy senador de la Colombia Humana.

Seguramente el profesor Fajardo seguirá opinando y dando consejos con su característico tono de voz pausado y estilo prudente. Pero afinando posiciones, pues sabe que tiene que guardar ese nada despreciable plante de cuatro millones y medio de votos.

Es un caso diferente al de Gustavo Petro, que aunque también perdió la batalla presidencial con el uribismo logró más de ocho millones de votos. Sin embargo, no es fácil establecer si todos eran suyos, pues muchos de quienes lo respaldaron en realidad votaron fue contra Uribe.

En cambio Fajardo sí puede decir que sus votos son propios, o al menos del colectivo que integró en la Coalición Colombia.

El punto es si ese plante electoral le aguantará los próximos cuatro años manteniéndose al margen, pues un candidato sin mayor representatividad parlamentaria, sin cuotas burocráticas, sin alcaldías ni gobernaciones, y sobre todo sin ‘mermelada’, difícilmente podrá sobrevivir en un clima político tan hostil como el colombiano.

Claro que como decía un famoso exministro “la política es dinámica”, no se descarta que muchos de quienes han venido apoyando su proyecto político puedan sostenerse también en el tiempo sin sucumbir a las tentaciones del poder.

Todo está por verse, pues en el país que fuera del Sagrado Corazón, la verdad es que en política lo único cierto es lo que ya pasó.