Perspectiva. La teniente de navío que cambió las rocas por el mar | El Nuevo Siglo
TENIENTE DE Navío Silvia Lucía Barrera Niño, se convirtió en la primera mujer Comandante de la Patrullera de Apoyo Fluvial Pesado ARC "CT Jorge Alexander Moreno Salazar".
Sábado, 15 de Julio de 2023
Redacción Nacional

UNA BOYACENSE de 32 años quería ser famosa como arqueóloga y trabajar en Discovery Channel, para que sus descubrimientos, en cada una de sus investigaciones, fueran transmitidos a todo el mundo. Desde niña le resultaban fascinantes los trabajos científicos y las excavaciones, pero sentía un especial interés por las antiguas civilizaciones.

Pero Silvia Lucía Barrera Niño, oriunda de Duitama, cuando contaba con 14 años, cambió de idea y creía que podría  estudiar arquitectura como su padre, aunque la carrera militar no le era indiferente. “Era difícil decidir en ese momento cuál profesión escoger”.

Es hija de Aura Lucía, química farmacéutica, y de Ricardo, arquitecto, ambos egresados de la Universidad Nacional, donde se conocieron y quienes actualmente trabajan en Duitama.

La hoy teniente de navío de la Armada de Colombia, en diálogo con EL NUEVO SIGLO, expresó que cuando terminó el bachillerato en diciembre ya había adelantado unos procesos para cumplir sus próximos compromisos académicos en la vida militar. Al mes siguiente, y con 16 años de edad, ingresó a la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla, en Cartagena. “Nadie me ayudó a decidir, solo conté con el apoyo de mis padres”, cuenta.

Barrera Niño es la actual comandante de la ARC CT Jorge Alexánder Moreno Salazar’, una patrullera de apoyo fluvial pesada que realiza operaciones en los ríos del Pacífico colombiano.

Esta unidad cuenta con sistemas de rastreo, optrónicos y electrónicos que le permiten una mayor capacidad de fuego en cada una de sus estaciones de combate.

Narra que “de un momento a otro, por iniciativa propia, opté por esta carrera, porque ningún miembro de mi familia es militar. Eso fue en el 2005, a pesar de la difícil situación que se vivía por el orden público. Era una situación compleja y se combatía contra las Farc y contra otros grupos al margen de la ley”.

“Uno veía noticias duras y pensaba que no podría hacer una vida de solo trabajar para mí y sentarme frente al televisor, ver las cosas malas o difíciles y ser un simple espectador. Sin embargo, pensaba que si ingresaba a la vida militar, podría hacer algo por mi país. Entonces eso fue lo que me motivó: querer ser militar y aquí estoy”, precisa.

Siempre le gustó el mar y le parecía maravilloso navegar en los buques y en los veleros. Además, siempre admiró la elegancia de los militares vestidos de blanco. “Entonces por esas ganas de hacer algo por el país me presenté y pasé todas las exigencias para ingresar a la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla”.

Después de graduarse fue asignada a un patrullero oceánico en el Pacífico, el ARC Valle del Cauca. “Mi primer trabajo fue el de jefe de Comunicaciones. El buque adelanta operaciones marítimas de control, de patrullaje, de operaciones contra el narcotráfico, entre otras actividades. Hicimos operaciones multinacionales con otras marinas en su momento”.



Asegura que “en desarrollo de las operaciones contra el narcotráfico no sentí miedo. La verdad, nunca me dio miedo. Hablando de operaciones marítimas específicamente, nunca”.

Y ahora que está en una unidad que desarrolla operaciones fluviales, siente temor que le pase algo a uno de sus tripulantes, porque cuando ingresan a los ríos, entiende que entran directamente al conflicto armado, “no solamente hablando de narcotráfico, de pesca ilegal, sino que estamos hablando que nos enfrentamos a grupos armados al margen de la ley que se encuentran ocultos en las riberas de los ríos y en otros lugares”.

Confiesa que han sostenido enfrentamientos armados. Pero también admite que no siente temor de que algo pueda sucederle. Sus miedos se vuelcan hacia su tripulación, a quienes cuida como si ella fuera una hermana mayor.

“Por esta razón, siempre que entramos en contacto con algún grupo armado mi preocupación es la de saber si todo el mundo está bajo cubierta, si están protegidos, si están bien y si alguien tiene una novedad que la reporte de inmediato. Mi miedo es ese, porque no quiero darle una mala noticia a una esposa, a una mamá, a un hijo. Reitero que mi miedo realmente es ese, el ser portadora de una mala noticia. Nunca tuve esa sensación en el mar”, sostuvo.

Recuerda que la unidad en la que está registra muchos enfrentamientos y recientemente estuvo en uno.

“Este cargo es de muchísima responsabilidad. Siento que uno no puede descansar ni un solo segundo, porque en todo momento debo propender para que todos los procedimientos se hagan bien. Básicamente, cada uno de los tripulantes sabe lo que debe hacer sin omitir ningún procedimiento”, sostiene.

Hacer que todo funcione correctamente es su responsabilidad como comandante. Si algo no sale bien, entonces es su culpa. “También decimos que cuando las cosas salen bien, es por el trabajo con la tripulación. Reitero es un cargo de muchísima responsabilidad”.

Silvia se siente privilegiada por haber vivido tantas experiencias a lo largo de su carrera en la Armada de Colombia. Considera que las experiencias le han enseñado mucho, no solo en la parte laboral, sino en la personal. “Estas experiencias nos ayudan a crecer”, afirma con orgullo.

“Gracias a mi experiencia, tengo la oportunidad de ser la primera mujer comandante de una patrullera de apoyo fluvial pesada. Siento que es la gran responsabilidad que me ha dado el mando, pero también un voto de confianza y lo agradezco mucho. Claro, hay otras mujeres que han sido comandantes de otra clase de buques. Pero digamos que somos nosotros los que entramos por parte de la marina a los ríos y al conflicto”, señala.

Su posición la llena de muchísima responsabilidad, ya que cree que de su desempeño depende abrir o cerrar la puerta a otras mujeres oficiales en este tipo de unidades. “Soy la única mujer que estoy en este tipo de buques y dependiendo de mi trabajo, la Armada seguirá asignando esta labor a otras mujeres oficiales”.

Expresa que “todos los días pienso en que debo dejar bien a las mujeres, porque somos muy capaces y muy profesionales y merecemos todas las oportunidades del mundo”.

Destaca que el trato con los hombres, superiores y subalternos es normal y respetuoso. Ellos moderan su lenguaje, porque no es lo mismo hablar con una mujer que con un hombre en la vida castrense. “Ellos no tienen un trato diferente para conmigo por ser mujer”.

“Me considero excesivamente independiente. Estoy acostumbrada a manejar mi tiempo, mis cosas, mis planes, y me da un poquito de temor de que tenga que compartir mis aspiraciones y metas con otra persona. Claro, es una opción que no descarto, pero no la veo en este momento”, destaca.

Es de quienes creen que en la vida militar el ascenso obedece al desempeño laboral y, por supuesto, a las decisiones de los mandos. “Pero mi sueño como oficial de superficie, que es mi especialidad, es ser comandante de una fragata y a ese cargo se llega cuando una es capitán de Fragata; me falta un tiempo. Hay cargos más altos, los almirantes, pero mi sueño en este momento es comandar una fragata, porque se trata de una de las unidades estratégicas de la marina y es el poder naval de la nación”.

Agrega Barrera Niño que “ser comandante de una de las fragatas es algo que a mí me llenaría por completo. Invito a todos los colombianos a celebrar el bicentenario de nuestra Armada de Colombia”.