Esta es la última entrega de los comentarios sobre el Bicentenario de Colombia y de la Batalla de Boyacá que he venido haciendo a lo largo del año en El Nuevo Siglo, diario que se interesa en la cultura y la genealogía de nuestra historia.
En este tiempo debatimos y comentamos con muchas personas, académicos, intelectuales, políticos, gentes del común sobre esas efemérides y nuestro decir, encontrando en la mayoría vivo interés, curiosidad y en ocasiones, sorpresa, puesto que como no se enseña historia en los colegios muchos la ignoran.
El estudio de nuestra historia se dificulta en la medida que existen versiones encontradas y politizadas de la misma, lo mismo que enormes vacíos. Unos miran el pasado con ingenua actitud, sin importar las enseñanzas que pueda depararnos. Otros ni siquiera saben de su genealogía, sino de fechas y hechos sin ilación, que no suelen medir en su importancia. Las pocas memorias que se conocen apenas la discierne una minoría. Nuestra historia se divide mal, se explica mal y se entiende mal, en parte por divisiones arbitrarias y absurdas fruto del sesgo político.
La nomenclatura de nuestra historia es arbitraria y tomada de otros países, siendo la más acertada la que hace referencia a nuestra historia constitucional en cuanto a lo político. Suena a chiste cuando se denigra de los combatientes realistas y se exalta a los nuestros, sin percatarse que ambos en su mayoría eran americanos. Ambos fueron formidables guerreros y con su sangre regaron nuestra tierra.
Mientras el Libertador Simón Bolívar, con el Mariscal Sucre, exponía su vida por liberar Hispanoamérica y defender la Gran Colombia, en Bogotá ejercía el poder la nueva clase de burócratas que sucedieron a los funcionarios de la Corona, que salvo algunos casos no tenían aspiración distinta que enriquecerse o defender sus intereses, alejados del objetivo de buscar el bien común de la nación e inspirados en las tesis del utilitarismo de Jeremías Bentham, que tanto seducían al vicepresidente Santander. Por lo que la prensa oficial, bajo su influjo, se dedica con alevosía a criticar y enlodar el buen nombre de Bolívar, mientras éste en su correspondencia le reiteraba su lealtad y apoyo. Esa cadena de infundios se reprodujo en el exterior y de allí toma Marx, algunos de sus argumentos anti bolivarianos. En tanto que el vice en su correspondencia dirigida a Bolívar, buscaba mantenerlo alejado de Colombia. Así que esas versiones amañadas de la historia llegan hasta nuestros días, alterando y deformando la verdad de los hechos. El asunto no es nuevo y en torno de los notables dirigentes o del poder, es común el doblez de personalidad y no pocas veces los más fuertes sucumben bajo las intrigas desde la sombra de los más astutos. Corresponde a la interpretación de la historia develar, con imparcialidad, los hechos.
Es absurdo renegar de trescientos años de historia donde se forja el espíritu y el ser nacional de nuestros pueblos, en el seno de la que en otros tiempos fuese potencia mundial en la que no se ponía el sol.
Las 13 Colonias de Norte América, casi que al otro día de la Independencia conquistada por las armas, restablecían el comercio, el intercambio cultural y más adelante las relaciones diplomáticas. Con la cultura y la esencia de las partes que constituyen la nacionalidad no se rompe a voluntad, es parte de la sangre que circula entre los hombres y los pueblos. En mucho ayuda a los Estados Unidos el trato positivo que le dieron a la relación con Inglaterra para aprovechar las ventajas del hilo cultural y comercial y convertirse en potencia mundial.
En tanto, nosotros, apenas en tiempos del gobierno de Rafael Núñez, restablecemos las relaciones diplomáticas con la madre patria…
En España los elementos cultos como Unamuno, entienden a Bolívar como el fruto de la hispanidad en nuestra región, y en un gesto de grandeza en Madrid y en otras ciudades tiene estatuas. ¿Cómo es posible que en Colombia, en el monumento a la Batalla de Boyacá, no se erija un busto -por lo menos- al general José Antonio Barreiro Manjón, como reconocimiento a la lucha fratricida que libramos y la infame ejecución de que fue objeto contra la voluntad del Libertador?. Es conocido que en gran parte la ojeriza que le toma el círculo de Santander a Barreiro tiene que ver con la admiración y solidaridad que despertaba entre las jovencitas y señoras de Santa Fe de Bogotá.
Se ha desaprovechado la conmemoración de los 200 años del Bicentenario para entendernos mejor, estrechar más las relaciones con España y los países americanos, por una equivoca exaltación del parroquialismo. Lo dijimos: era la oportunidad de reeditar a los cronistas de la época, como el valioso José María Groot, lo mismo que otros interesantes escritos de ayer y de hoy, los cuales podrían haber constituido la biblioteca del Bicentenario.
No faltan los que pretenden ganar el aplauso colectivo y de los desinformados, ensañándose contra España y recogiendo la propaganda contra la misma que despliega Bolívar, para contrarrestar el afecto que por la madre patria mantenía el grueso de la población. Más de media Europa estuvo bajo el férreo domino de los romanos, incluida España, sin que a cada efemérides local salgan los nativos y los historiadores a insultar el Imperio Romano.
El desconocimiento del pasado, de nuestra joven historia, asombra y entristece. Volver a repasar y escribir la historia no debe ser una tarea de unos cuantos eruditos solitarios, sino el esfuerzo de la sociedad en su conjunto para asumir responsabilidades por un futuro mejor. Varias veces hemos reiterado y recordado que la lucha por la independencia fue una guerra civil, donde la mayoría de los muertos del bando realista fueron americanos. Ese carácter de guerra entre hermanos no se puede soslayar. Resulta sorprendente que, a doscientos años de constituirse la Gran Colombia por el Libertador, apenas unos pocos entiendan la Hispanidad y comprendan su grandiosa misión geopolítica.