* Premio a precursores de vacunas anticovid
* La ciencia respondió al desafío más grande
Cuando en mayo pasado la Organización Mundial de la Salud levantó la emergencia global por la pandemia de Covid-19 la humanidad respiró aliviada. Y no era para menos, se marcaba así el fin de la más grave contingencia sanitaria en el último siglo, a tal punto que en sus picos de mayor letalidad y con centenares e incluso miles de millones de personas sometidas a estrictas cuarentenas, se temió incluso la extinción.
Al final, luego de tres años y medio de crisis, desde cuando se detectó a comienzos de 2020 el primer caso del virus en Wuhan (China), extendiéndose en cuestión de pocos meses a los cinco continentes, el saldo fatal ascendió a cerca de siete millones de decesos y más de 765 millones de contagios en todo el planeta. Sin embargo, otros cálculos hablan cifras muy superiores.
Para nadie es un secreto que la tragedia no fue mayor, debido a que la comunidad científica, en un tiempo récord, y ante el mayor desafío en la historia moderna, logró desarrollar en cuestión de pocos meses una serie de vacunas efectivas contra el Covid-19. Más allá de los problemas de acceso y distribución inequitativa y la pelea por las patentes, lo cierto es que, como nunca antes, todo el conocimiento humano en materia médica fue puesto al servicio de una sola causa: un biológico capaz de frenar la pandemia.
Es apenas obvio que para el desarrollo de las vacunas no se partió de cero. Por el contrario, los científicos hicieron uso de todo el conocimiento acumulado por décadas. Uno de los más importantes, sin duda alguna, la tecnología del ARN mensajero, que tuvo su primer gran avance en la década de los 70 del siglo pasado y estaba llamada a revolucionar la forma de producir biológicos para combatir enfermedades.
Como se sabe, las primeras vacunas que se desarrollaron se basaban en la técnica de debilitar los virus en los laboratorios y luego aplicarlos a la persona con el fin de que el sistema inmunológico lo detectara y creara, desde el punto de vista celular, una respuesta para combatir y neutralizar al invasor.
Sin embargo, el procedimiento del ARN mensajero cambió los paradigmas. Presente en todas las células, actúa como una especie de intermediario entre ésta y el código genético del ADN. Esto le permite a la célula producir proteínas específicas. Lo que hicieron los precursores en esta investigación fue descubrir una técnica para tratar ese ARN Mensajero, modificando en laboratorio ese código, de forma tal que las células se entrenan para reproducir proteínas presentes en el virus, comúnmente denominadas "antígenos", que el sistema inmunológico aprende a reconocer y genera anticuerpos para neutralizarlas.
Tras varias décadas de avances en el desarrollo de este tipo de vacunas, el principal problema continuaba siendo algunos efectos secundarios graves por problemas a nivel molecular. Sin embargo, en el 2000 la bioquímica húngara Katalin Karikó y el investigador estadounidense Drew Weissman descubrieron un procedimiento que permitió superar ese cuello de botella, marcando un punto de inflexión en la producción de vacunas y desarrollo de terapias para combatir distintas enfermedades. Precisamente, por ello ayer se hicieron acreedores al Premio Nobel de Medicina, ya que su descubrimiento fue determinante para desarrollar los biológicos contra el covid. La academia sueca sostuvo que los galardonados “contribuyeron al desarrollo a un ritmo sin precedentes de una vacuna durante una de las mayores amenazas para la salud de la humanidad en los tiempos modernos".
Este premio Nobel, entonces, se puede entender como un merecido reconocimiento no solo a Karikó y Weissman, sino a todos los científicos, industria farmacéutica, cuerpo médico, personal de salud y vacunadores que, en medio de la peor crisis de las últimas décadas, dieron un paso al frente y mostraron su valía en pos de salvar vidas y mantener la humanidad a flote.