*Luces y sombras en informe de FAO
*Papel de Colombia en esta cruzada
A tres meses de la Conferencia sobre Cambio Climático, en París, que debe fijar las nuevas metas en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, pacto que se considera como el más fundamental para morigerar las nocivas consecuencias del calentamiento global, generan reacciones encontradas las conclusiones del informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), según el cual si bien es cierto que la extensión de bosques en todo el planeta continúa disminuyendo debido al aumento poblacional y la reconversión de áreas forestales hacia usos agrícolas y de otra índole, la tasa de deforestación ha caído en más de un 50 por ciento. Se trata, este último, sin lugar a dudas, de un resultado que debe celebrarse, pues pone en evidencia que si la humanidad parece empezar a tomar conciencia proactiva del riesgo exponencial a que se está sometiendo por el deterioro ambiental y comienza a tomar correctivos para paliar los retos de la depredación del entorno nacional para tratar de revertirlos a mediano y largo plazos.
Obviamente, como lo advierte el informe, impacta sobremanera que desde 1990 a la fecha se hayan perdido alrededor de casi 129 millones de hectáreas de bosques en todo el mundo, lo que equivale a una superficie similar al tamaño de Sudáfrica. Semejante retroceso es grave desde toda perspectiva, puesto que los bosques no solo son pieza fundamental en el combate del cambio climático, sino también fuente y motor primarios de la seguridad alimentaria, la biodiversidad, el aire puro y las fuentes hídricas. Ante semejante daño, esperanza el hecho de que en los últimos 25 años haya aumentado la superficie de áreas forestales sometidas a protección así como una mayor tendencia global a los “bosques plantados”, que tiene una vocación de explotación económica y sostenible de la madera y sus derivados, permitiendo por esa vía disminuir la tala de los bosques naturales. Dos datos del informe de la FAO reflejan claramente estos cambios. De un lado, que mientras en 1990 los bosques cubrían el 31,6 por ciento de las zonas terrestres del planeta, este año ese porcentaje se redujo a un 30,6 por ciento. Por otra parte, en esos mismos 25 años la tasa anual de pérdidas de zonas boscosas disminuyó de 0,18 por ciento en la década de los noventa a 0,08 por ciento en el último quinquenio.
Colombia, como se sabe, no solo es una potencia en materia de biodiversidad sino también en fuentes hídricas y extensión de bosques naturales. Riqueza que, sin embargo, se ha ido deteriorando aceleradamente en las últimas décadas por modelos de explotación y desarrollo económico inadecuados, fenómenos depredadores como el narcotráfico, la deforestación y la minería ilegal, así como una evolución urbanística desordenada y la persistencia de prácticas colectivas e individuales altamente contaminantes, entre otras falencias. Todo ese lastre se torna más peligroso al constatar que nuestro país es la segunda nación más vulnerable a los efectos del calentamiento climático en nivel global. En ese orden de ideas, la preservación de los bosques tropicales y naturales locales se impone, ya no como un valor agregado de política pública ambiental, sino como una obligación. Y en esa dirección se han dado varios pasos positivos en los últimos años, como la zonificación y ordenación de 51 millones de hectáreas de reservas forestales en distintas zonas del país, aunque la tasa de deforestación, la ampliación de la frontera agrícola y la tendencia urbanizadora continúan siendo grandes amenazas. Profundizar esa protección a los bosques es clave para que Colombia pueda cumplir metas como la anunciada el pasado lunes en la cumbre ministerial preparatoria para la Conferencia COP 21 de París, según la cual nuestro país reducirá sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento para el año 2030. Si bien Colombia apenas es responsable del 0,46 por ciento de emisiones de gas carbónico a escala global, su compromiso es muy importante por el ya advertido alto nivel de vulnerabilidad a los efectos del calentamiento global.
Es evidente que en materia de preservación de bosques a nivel mundial hay un largo camino por recorrer. Camino en el que los obstáculos políticos, sociales, económicos, culturales, institucionales y de otra índole son cada vez más difíciles de superar. Sin embargo, al ver el informe de la FAO pareciera ser que, por fin, se está en la ruta de corregir el daño causado al planeta, que amenaza la supervivencia misma de la humanidad.