* Una propuesta populista y riesgosa
* Lo lógico es proceder a una revisión
Las ambigüedades en los pronunciamientos del actual Gobierno no parecen tener fin, de allí que el clima de incertidumbre sea cada vez mayor en múltiples flancos. Una cosa dice el presidente Gustavo Petro y otra parecen interpretar o morigerar sus ministros y demás altos funcionarios. A ello se suma el alud de anuncios tan sorpresivos como improvisados, semana tras semana, que muy pocas veces se concretan en acciones y medidas tangibles.
Una prueba de este lesivo proceder del Ejecutivo es lo que tiene que ver con el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Desde la campaña electoral y tras asumir el poder, el Jefe de Estado ha insistido en que el pacto comercial con nuestro principal socio económico debe ser renegociado. A cada tanto repite que urge abrir nuevas tratativas para discutir asuntos de alto calado como el agropecuario y el textil, las salvaguardas comerciales y las condiciones que debe cumplir cada socio.
Paradójicamente, luego de este tipo de pronunciamientos les ha tocado a los ministros del área económica, así como al embajador de Colombia ante la Casa Blanca, salir a explicar que más que una renegociación lo que se busca es revisar algunos temas relacionados con desequilibrios en acceso a los mercados, balanza comercial deficitaria, reglas de origen, de inversión, así como de propiedad intelectual, entre otros rubros.
A su turno, los gremios de la producción, centros de estudios económicos, analistas e instancias especializadas como la Cámara Colombo Americana (AmCham) han reiterado que no están dadas las condiciones políticas ni económicas para proceder a renegociar un tratado que transita su onceavo año de aplicación. Si bien reconocen que hay aspectos que deben ajustarse, como es propio en una relación comercial de largo aliento que evoluciona y debe adecuarse a las cambiantes coyunturas geoeconómicas y geopolíticas, recalcan que dentro del mismo pacto hay instancias permanentes para analizar las inconformidades, superar inequidades y revisar el funcionamiento sobre la marcha.
De hecho, frente a la alternativa de renegociar con Washington se trae a colación que este es un proceso complejo que podría demandar varios años de tratativas, tras lo cual serían necesarios sendos procesos de ratificación por parte de los congresos de ambas naciones y luego otro periodo de adecuación normativa comercial, arancelaria, aduanera, cambiaria, logística y de cadenas de producción, exportación e importación, entre otros ámbitos.
Aun así, el Presidente insiste en la renegociación. De hecho, semanas atrás en un evento con campesinos del Huila volvió a poner el tema sobre la mesa, esta vez en relación con las limitaciones que, en su criterio, impone el tratado en cuando a producción local de maíz. “Quiero anunciar públicamente que aquí comienza la renegociación del TLC con Estados Unidos”, dijo.
Una vez más, desde distintos sectores se reiteraron las razones que desaconsejan transitar ese camino, pasando incluso con que ya está en marcha la campaña presidencial norteamericana y las prioridades comerciales de la Casa Blanca son otras en estos momentos (empezando por el duro pulso con China), lo que podría llevar a que una renegociación termine siendo muy desventajosa para nuestro país. A ello se le suma, que la globalización económica aumentó el margen de decisión de la Organización Mundial del Comercio para resolver conflictos en la materia. Y, como si todo lo anterior fuera poco, todavía no hay claridad del escenario mundial pospandémico y el conflicto ruso-ucraniano continúa desestabilizando los flujos normales de productos, bienes y servicios.
A todo ello debe adicionarse el pronunciamiento esta semana del embajador estadounidense en Bogotá, quien no solo advirtió que “reabrir una negociación de un nuevo tratado no será un camino fácil o productivo, realmente”, al tiempo que insistió en que lo mejor es usar los mecanismos que tiene el propio acuerdo para lograr entendimientos y proteger lo construido tras estos once años de vigencia del pacto.
Como se ve, una vez más estamos ante un caso en donde el Ejecutivo, contra toda evidencia y opiniones fundadas, insiste en apostar por fórmulas radicales y riesgosas que se sabe dónde comienzan, pero no cómo terminan. Incluso parece evidente que sacude a cada tanto la bandera de renegociar el TLC con el claro objetivo de ahondar el discurso populista y encender los ánimos de un campesinado que no vislumbra la complejidad del tema y desconoce que hay mecanismos vigentes dentro del pacto a los que se puede acudir para resolver las inconformidades en la relación comercial, disminuir el déficit de la balanza y encontrar mercados y precios más equilibrados y competitivos.