Los escenarios para el cierre de la economía este año cada vez son más complicados. Salvo algún asomo de optimismo moderado en las toldas gubernamentales, lo cierto es que la mayoría de los pronósticos a nivel local e internacional coinciden en que la descolgada productiva sería muy drástica, sobre todo luego de que el Producto Interno Bruto (PIB) creciera a un récord del 10,6% en 2021 y el año pasado terminará con un muy potable 7,5%.
Si bien es cierto que hay un enfriamiento económico a nivel mundial, y prueba de ello es la ralentización de la producción en China, el mediocre desempeño de la Unión Europea y las tímidas cifras del PIB estadounidense dadas a conocer la semana pasada, Colombia es señalado como uno de los países en donde la caída será más drástica, sobre todo en comparación con países de similar nivel de desarrollo.
Los pronósticos hablan por sí solos. Ya el Banco de la República bajó su previsión a un 0,9% de crecimiento para este 2023, al mismo tiempo que aumentó la meta ligeramente al alza para 2024, pasándola de 0,9 a 1%.
Los cálculos del Emisor sobre lo que podría pasar este año en Colombia son similares a los realizados por centros de estudios privados como los de Asobancaria, en tanto que las previsiones de otras instancias del mismo sector financiero apuestan por desempeños entre el 1,2% y el 1,8%. Los estudios de Fedesarrollo y ANIF también se inclinan por el piso alrededor del 1%, en tanto que el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y la Cepal apuestan por porcentajes similares.
El pesimismo no es exagerado. No hay que olvidar que el PIB del segundo trimestre fue apenas del 0,3%, que casi raya en el crecimiento negativo si se tienen en cuenta las variables básicas poblacionales.
Es claro, entonces, que el 2023 apunta a ser uno de los años más críticos de la última década, excluyendo claro la caída drástica de 2020 a raíz del impacto de la pandemia de covid-19. De hecho, los cálculos para 2024 también son cada vez más preocupantes, sin ir más allá de un 3% o un poco más en el mejor de los casos.
Visto todo ello, resulta difícil de entender que el Gobierno no haya lanzado un plan de choque efectivo y de amplio calado para hacer frente a semejante crisis económica. Por el contrario, se muestra pasivo, contemplativo o tomando decisiones y anunciando políticas y reformas que ahondan la incertidumbre y el clima cuasi recesivo.