* Muchos viajes, resultados muy pobres
* Estrategia anacrónica e ideologizada
La productividad de la diplomacia colombiana en este gobierno no es la mejor. De hecho, desde el arranque no solo se cuestionó una serie de designaciones de embajadores y cónsules sin la suficiente experticia, sino que, además, la vocería y representación de los intereses de nuestro país ante muchos otros y entes multilaterales está contagiada por una lesiva ideologización política, basada en conceptos izquierdistas anacrónicos y ajenos a los intereses geopolíticos de la nación hoy por hoy.
Sin embargo, esa baja efectividad diplomática no resulta ser una falencia aislada, sino que, por el contrario, es un síntoma de una situación aún más grave y estructural: la debilidad de la política internacional de Colombia durante la administración Petro.
Luego de trece meses de mandato y con un Presidente que ha realizado veinticinco viajes al exterior, todo un récord a razón de dos giras en promedio al mes, se evidencia que la estrategia exterior es tan confusa como improductiva.
Las formulaciones teóricas del Plan Nacional de Desarrollo en busca de una “Nueva inserción global de Colombia” parten de la premisa de “aumentar la capacidad de influencia del país en procesos mundiales que involucren los intereses y las necesidades internas”. Incluso se plantea la profundización de las relaciones con actores estatales y no estatales para la internacionalización de la economía, la transformación productiva descarbonizada, la integración continental, reducción de brechas regionales, un acercamiento con África y los países asiáticos, más interacción con la Unión Europea así como el replanteamiento de las bases de la alianza geopolítica con Estados Unidos, desde renegociar el TLC hasta replantear lucha antidrogas.
Sin embargo, a la hora de revisar los resultados de esas dos docenas de periplos internacionales de Petro, poco o ningún avance hay al respecto. Por el contrario, lo que se constata es la tendencia presidencial a utilizar los escenarios internacionales para repetir el mismo discurso de campaña electoral y de consumo interno sobre giro de estrategia antidrogas, aceleración de la transición energética, política de combate al cambio climático, brechas de desarrollo global, inequidad financiera, necesidad de multilateralismo… En fin, una infinidad de temas que se exponen una u otra vez sin mayor eco o concreción alguna en la comunidad internacional. Por el contrario, es palpable que gobiernos e integrantes de entes multilaterales perciben algunos de esos planteamientos como trasnochados, propios de un ideario izquierdista de varias décadas atrás y comprobadamente fallido, en tanto califican otras propuestas como radicales o utópicas.
La accidentada reapertura de relaciones políticas y comerciales con el régimen venezolano, la tendencia reiterada del Presidente a inmiscuirse en asuntos internos de otros países (graves roces con Perú y El Salvador así como descalificado por opinar sobre candidatos presidenciales en algunas naciones), los bandazos frente al régimen autoritario nicaragüense o el intento de lavarle la cara a dictaduras como la cubana, así como las propuestas radicales sobre marchitamiento de los combustibles de origen fósil, las ideas extremas para proteger la Amazonía o las propuestas gaseosas e improvisadas para renegociar tratados comerciales y convenciones internacionales -para solo mencionar algunos hechos polémicos-, marcan una política internacional que parece no tener norte claro ni estructura funcional. Incluso, pareciera que se acude a este tipo de controversias como factor distractor de crisis internas.
No es gratuito, entonces, que lo más llamativo de varias de esas giras al exterior sean los hechos anecdóticos, descaches o incluso escándalos alrededor del Presidente y sus comitivas. De hecho, la mayoría de los sucesivos incumplimientos de agenda por parte de Petro -cuya razón continúa siendo un misterio- se han dado en el exterior, incluso en escenarios y eventos de alta significación geopolítica o protocolaria. Y, como si fuera poco, no hay tregua en la “trinadera” gubernamental, pues Jefe de Estado y ministros, en lugar de concentrarse en concretar gestiones políticas, económicas, comerciales, de seguridad estratégica y en otros campos clave para los intereses del país, viven inmiscuidos en cuanta polémica doméstica surge…
De otro lado, la Cancillería, que ha sumado varias crisis internas, pareciera a veces más pendiente de los temas de paz que la de estrategia exterior, con el agravante de una agenda vicepresidencial que por momentos invade su órbita. El mayor logro en este primer año fue el fallo positivo a la soberanía colombiana emitido por la Corte Internacional de La Haya, pero es claro que fue fruto de un trabajo jurídico de los últimos dos gobiernos y no hechura del actual…
Como se ve, la política internacional de Colombia navega por aguas turbulentas, marcada por la improvisación, coyuntura e ideologización anacrónica. De allí que la cantidad de viajes presidenciales al exterior, lejos de delinear el rumbo, termina por evidenciar la falta de norte en un campo tan delicado y estratégico. Mala cosa.