El ascenso póstumo al grado de gran almirante por parte del Congreso colombiano a José Prudencio Padilla es un acto que bien vale la pena exaltar.
Padilla nació en Riohacha. Hijo de un carpintero afrodescendiente, experto en la hechura de canoas, y una aborigen wayuu, desde temprano tuvo las condiciones para convertirse en marinero. De este modo, se enroló en la marina ibérica e hizo parte de la batalla de Trafalgar, cuando los ingleses derrotaron a la armada franco-española, de la cual hizo parte en el barco San Juan Nepomuceno. En ese momento, la anhelada invasión de Napoleón al Reino Unido, con ayuda de los españoles, se vino a pique mientras que Padilla fue encarcelado.
Liberado dos años después en un canje de prisioneros, Padilla regresó a Cartagena y, posteriormente, al vacío de poder en España a raíz de la repentina invasión bonapartista a la Península, tomó partido por la independencia, al lado de José María García de Toledo y otros próceres, causa que también llevó a la Constitución cartagenera de 1812 en que se propugnó la abolición de la esclavitud.
Como se sabe, más tarde Cartagena volvió a caer en manos españolas, por cuenta de Pablo Morillo y los fusilamientos de la cúpula independentista, de los que, sin embargo, Padilla se salvó. Partió entonces a Haití, como lo hicieron otros defensores derrotados del puerto cartagenero, a saber, venezolanos como Mariano Montilla, José Francisco Bermúdez o el mismo joven, Antonio José de Sucre.
Bolívar había salido de Cartagena poco antes de la embestida de Morillo, pero esto le permitió reunir a todos los derrotados en los Cayos, bajo el amparo del presidente haitiano Alejandro Petión, héroe de las negritudes frente a la retoma napoleónica. Con su financiación y amparo, Bolívar dirigió una expedición marítima a Venezuela, en la que Padilla actuó como oficial de grado, pero ya en tierra poniéndose al mando del oficial de madre mulata, Manuel Piar, en vez del Libertador.
Las relaciones de Bolívar y Piar siempre fueron muy malas. De hecho, Piar había sido connotado “mirandista” mientras que Bolívar, paulatinamente, un “antimirandista” radical. En todo caso, Piar logró ganar en las sucesivas batallas de San Félix y con ello abrió el camino para la crucial liberación de Angostura. Fue entonces cuando, luego del polémico fusilamiento de Piar por rebeldía al auspiciar un Congreso en su contra, sin redención de Bolívar, el Libertador dio el magistral saltó para liberar a Bogotá, en 1819. De allí siguió a Carabobo, Villa del Rosario y luego al Sur.
Mientras esto ocurría, para todos era claro que la guerra de infantería, sin la guerra del mar, sería insuficiente para consolidar la independencia. Entonces Padilla, con Mariano Montilla por tierra, se impuso a la armada realista en Cartagena, en 1821: una victoria descomunal. Luego, ya como general de brigada, Santander le ordenó tomarse a Maracaibo, en 1823, último reducto hispánico en la zona. Ganó una primera batalla a la armada realista en el gran lago y, con los contingentes independentistas de tierra, ofreció un convenio para evitar más derramamiento de sangre. Al final las fuerzas marítimas españolas cedieron y Padilla permitió que oficiales, tropas y miles de ibéricos salieran de la ciudad bajo el derecho de gentes.
Esto es lo que no se recuerda de la batalla de Maracaibo.
Sus fricciones con Montilla y las pugnas por la preeminencia en Cartagena lo llevaron después a prisión. Estando en ella, en Bogotá, se produjo el atentado septembrino contra Bolívar. Y Padilla, liberado de la cárcel sin quererlo, fue el chivo expiatorio de la conjura. Es recordado por su fusilamiento, que nunca debió ocurrir frente a otras conductas. Para nosotros, en todo caso, José Prudencio Padilla, aparte del gran almirante grancolombiano que fue, es héroe del derecho de gentes por excelencia.