Libertad de prensa violentada | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Septiembre de 2023

* La democracia se estremece…

* El significado de los cristales rotos

 

 

La reacción del país a favor de la revista Semana, después de haber sido asaltado ayer el primer piso de las instalaciones donde opera por un grupo de indígenas residuales de la minga financiada por el gobierno y convocada el miércoles anterior, hace necesario reivindicar la libertad de prensa ante quienes quieren arrinconarla y derruirla. Porque dejar pasar esta tropelía sería tanto como admitir, por ejemplo, la actitud asumida por fanáticos cuando se tomaron el Congreso de los Estados Unidos.

Al fin y al cabo, se trata, en efecto, del mismo atentado contra las libertades democráticas y aceptarlo sería tanto como abrirle el camino a los que, de este modo, vienen predicando el autoritarismo como nefanda salida para Colombia. Por supuesto una actitud así no es gratuita ni improvisada, sino que hace parte de quienes, desde las más altas esferas, intentan manipular a las gentes y los acontecimientos en propósitos afincados en el odio, mejor dicho, en la lucha de clases, de razas, de género y de cuanta manifestación radical sirva en la intención de polarizar, encender el ambiente, crear zozobra y dividir irremediablemente a los colombianos. Pero desde luego Colombia no es tierra fértil para nada que no sea la preservación y salvamento de la democracia. Así se ha demostrado y seguirá demostrando.

La Constitución, efectivamente, garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. En ese sentido, la Corte Constitucional ha emitido varias sentencias respaldando la libertad de expresión y dándole una categoría preminente como factor democrático indeclinable. Por el contrario, la amenaza, la violencia y el dicterio son apenas unos de los elementos que apuntan a subyugar estas garantías tan preciadas en el devenir histórico nacional. Y no existe grupo que esté exento, en el territorio colombiano, de cumplir con los deberes constitucionales al respecto. Peor todavía en el escenario conocido en el país donde los periodistas, en ciudades y regiones, sufren amenazas permanentes y en no pocas ocasiones caen cumpliendo con sus funciones, como se puede confirmar de los listados en los organismos internacionales que son mácula imborrable.

Las últimas circunstancias parecieran, asimismo, parte de una partitura prelectoral diseñada por ciertos sectores que se resisten al cauce libre y natural de la democracia. Como los resultados de las elecciones regionales, a cumplirse en un mes, se avizoran bastante desfavorables para los militantes de esta procedencia anarquizante entonces recurren al motín y el grito, con la esperanza de hacerse notar y promover un entorno amenazante. Y cuando no, a fin dizque de neutralizar el resultado de las encuestas generalizadas que muestran la dilatada y creciente impopularidad presidencial, entonces se emiten las contratadas a gusto por el Departamento Administrativo de la Presidencia con recursos públicos. ¡Oh sorpresa!, son las únicas que resultan favorables al gobierno. Y será con ellas, porque no hay más que así lo indiquen, que el primer mandatario se siente vuelto a elegir, acorde con lo expuesto el miércoles en la Plaza de Bolívar ante la minga. ¿Gajes de su velado corazoncito reeleccionista? ¿O acaso se pretende empujar de este modo a los alicaídos candidatos progresistas en algunas ciudades como Bogotá?       

De otra parte, valga anotar que, verbi gracia, las cosas incluso han llegado más allá como con el alcalde en ciernes, en Medellín, Federico Gutiérrez, quien ha develado un plan para asesinarlo y es muy poca la solidaridad gubernamental frente a sus denuncias, según también lo ha dicho. Ya de antemano altos dignatarios del país, como el Fiscal general de la Nación, hubieron de poner de presente situaciones similares, confirmadas por la inteligencia militar. De suyo, las autoridades electorales, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo han señalado, por su lado, las dificultades para ejercer el impostergable derecho de elegir y ser elegido en una parte no desestimable de los municipios colombianos.

Por supuesto, el acre olor a democracia amenazada que hoy puede percibirse en Colombia es sintomático de las pretensiones que ciertos sectores también tienen sobre la libertad de prensa. Y ya se sabe que cuando prepondera el estilo picapleitos, acorde con el manual del agitador en curso, esto ya no es solo cosa de estilo, sino de estrategia. No sobraría recordar, en un gobierno tan dado a hablar de Hitler, que así comenzó la horrible noche, en Alemania, con las advertencias de los cristales rotos.