La alcaldada de Daniel Quintero renunciando a la administración de Medellín para poder participar en política es hoy una más de sus salidas extravagantes. Servirá esto, por supuesto, para que Federico Gutiérrez redoble sus esfuerzos y consiga el cargo en las próximas elecciones municipales y, también, para que la ciudadanía de la capital paisa quede por completo enterada del saltimbanqui que la gobernaba.
No es para nada, ciertamente, ilegal que renunciara. Pero sin lugar a duda deja entrever tanto la exasperación por la derrota de su grupúsculo político como la poca sensibilidad institucional frente a las responsabilidades administrativas que tenía. No es, pues, más que un politicastro que pretende reducir la alta política municipal al tamaño de sus espurias ambiciones.
Es precisamente por este tipo de conductas que Medellín se merece otra suerte. Es claro el arrepentimiento de muchos electores de Quintero ante semejantes despropósitos y no serán ellos partícipes en la elección de otro personaje del mismo cuño, que apenas haría de ventrílocuo y testaferro del renunciado burgomaestre.
La burla institucional es además compartida por la Presidencia de la República al nombrarle un reemplazo en menos de lo que canta un gallo y permitirle a Quintero salir a intervenir ipso facto en la campaña regional. Parecería de antemano inhabilitado para hacerlo, puesto que a todas luces se trata de poner el aparato burocrático en favor del candidato de sus preferencias, sumido en el sótano de los sondeos. Semejante exabrupto clientelista solo puede ser motivo de rechazo, ya que precisamente se trata de eliminar ese tipo de anomalías.
Con ello, pues, Quintero ha quedado derrotado de pies a cabeza. Muy posiblemente sus últimas conductas como supuesto administrador deberían revisarse para indagar si pudo haber direccionado algunos actos en procura de incidir ilegalmente en la campaña en curso.
El grado de desesperación en todo lo que rodea al llamado progresismo frente a las próximas elecciones se ha hecho palmario. Ya no es solo en Bogotá, tratando de remover el electorado con manifestaciones compradas en la Plaza de Bolívar y con personas que nada tienen que ver con la ciudad, sino con el aval a la alcaldada de Medellín, por lo visto también ingeniada en los altos círculos palaciegos.
Al fin y al cabo, solo es una salida anticipada de Quintero, cuyo plebiscito electoral en contra en todo caso sigue su marcha y servirá para confirmar a Federico Gutiérrez en la Alcaldía el próximo 29 de octubre. De eso no quepa duda.