Hace unos días el presidente Gustavo Petro anunció el inicio de conversaciones con Nicaragua luego del fallo favorable a Colombia sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia y sus aguas adyacentes que el gobierno de Daniel Ortega había demandado. La sentencia de la Corte Internacional de la Haya dio, en todo, la razón a la defensa colombiana, acorde con los argumentos que se venían tramitando de tiempo atrás. Y más pronto que tarde el gobierno nacional abrió las compuertas del diálogo con el país centroamericano para perfeccionar los temas pendientes.
Fue tal la premura, que hace poco se citó a la Comisión de Relaciones Exteriores para indicar los pasos a seguir. Y un par de expresidentes salieron a aplaudir la diligencia, aun si Petro no fue a la publicitada reunión. Ni más faltaba, podría pensarse, teniendo a la mano la cercanía ideológica entre los dos mandatarios de izquierda, antiguos compañeros del guerrillerismo latinoamericano.
Sin embargo, poco duraron las lisonjas y el beneplácito mutuo. En su enésimo viaje al exterior, esta vez desde Chile, de repente el presidente colombiano acusó a su homólogo de ser un engendro de igual factura que Augusto Pinochet. Esto al mismo tiempo que confundía a la hija de Salvador Allende con una reconocida escritora del país austral.
De hecho, tal vez le faltó que hubiera invitado en la comitiva colombiana a Gloria Gaitán quien, como hija del líder inmolado en Bogotá, fue invitada por Allende en su época para que hiciera de auxiliar durante su gobierno. Muy posiblemente ella le hubiera evitado de caer en el error. Desde luego, las relaciones entre Petro y Gaitán no parecen hoy estar para eso, luego de los yerros históricos que ella le sacó recientemente en cara sobre la trayectoria de su padre.
Por su parte, el caso en mención no pasó, por supuesto, de ser una anécdota inane frente a lo poco que Petro conoce de los vericuetos culturales chilenos. Ni tampoco de los políticos, pues la hija de Salvador Allende es una veterana senadora, ensayista, politóloga y activista de derechos humanos, por lo demás la primera mujer de Chile en ocupar la presidencia de la corporación. Pero lo otro, es decir, la andanada contra el “compañero” Daniel Ortega sorprendió, no por que no tenga razón al denunciarlo en la persecución contra la poetisa nicaragüense, Gioconda Belli, sino por el sube y baja de su conducta.
Entonces Ortega acusó a Petro de “basura” por hacer una cosa de guerrillero y otra de primer mandatario.
En fin, el baúl de anzuelos típico de la izquierda latinoamericana. Y en medio, si es que es aconsejable negociar, los intereses de los raizales colombianos sujetos al trino y la politiquería…