Tras la designación de los integrantes de la subcomisión accidental que creó la plenaria de la Cámara de Representantes para avanzar en la concertación del articulado del proyecto de reforma a la salud, tanto el Congreso como el Gobierno deben entender que por esta vía se abren dos posibilidades.
La primera, sin duda alguna, se refiere a la que los parlamentarios de todos los partidos, así como los actores de sistema de salud, la academia, centros de estudios y la ciudadanía misma tienen una nueva -y quizá última- oportunidad de lograr avanzar un escenario de consenso para ajustar una iniciativa que tuvo un paso traumático por la comisión Séptima de la Cámara y lleva más de dos meses empantanada en segundo debate en la plenaria.
Como lo hemos reiterado en estas páginas, nadie niega que se requiere una reforma al sistema de salud, ya que hay falencias que están sobrediagnosticadas desde hace tiempo y no han podido ser corregidas de forma efectiva. También resulta claro que la propuesta gubernamental se equivoca al plantear un desmantelamiento casi total de actual esquema, que tiene bondades indiscutibles y lleva más de treinta años en constante fortalecimiento. En ese orden de ideas, es inviable proponer volver a modelos de atención y aseguramiento del servicio médico anacrónicos y comprobadamente fallidos, sobre todo en lo que tiene que ver con el retorno a estatización del sistema y la erradicación de la iniciativa privada.
Visto lo anterior, la subcomisión tiene que ser proactiva, abierta a todas las opiniones y no repetir la misma desgastada e improductiva discusión del primer debate y lo que va de este segundo. Es una prueba real y visible al ánimo real de concertación política. Llegar a esta instancia con los mismos inamovibles gubernamentales y frenar cualquier ajuste concertado, no tendrá consecuencia distinta a que se aboque el análisis y votación del proyecto en la plenaria y, dadas las posturas ya conocidas de las bancadas, la reforma se termine hundiendo.
La segunda posibilidad que abre la designación de esta subcomisión es la de medir si el Gobierno, sabiendo que es minoritario en el Congreso y tiene toda su agenda legislativa trabada, entiende por fin las realidades políticas y se decide, de una vez por todas, y en el marco de su propuesta de “acuerdo nacional” (que repite a cada tanto pero no concreta en forma alguna), a buscar con los partidos de oposición e independientes fórmulas para concertar no solo esta reforma sino la pensional, laboral y otros proyectos radicados en la anterior o la presente legislatura.
El reto está puesto y habrá que esperar en qué termina.