* Noboa toma la delantera en las encuestas
* El correísmo es una apuesta muy riesgosa
La recta final de la campaña presidencial ecuatoriana está cruzada por noticias de alto impacto. De un lado, están trascendiendo los pormenores de un acuerdo que suscribió el presidente saliente Guillermo Lasso con el gobierno de Estados Unidos para redoblar la cooperación financiera e incluso militar de Washington en el combate a los carteles del narcotráfico en el vecino país, hoy convertidos en el principal motor de violencia e inseguridad urbana en una nación que cerrará este año con una tasa de homicidios de 38 por cada cien mil habitantes, la segunda más alta del continente, después de Venezuela.
No hay que olvidar que ya en esta campaña fue asesinado el candidato presidencial centrista Fernando Villavicencio, días antes de la primera vuelta electoral, al tiempo que hoy persisten las medidas de excepción en materia carcelaria en todo el país. A ello se suman los recientes operativos militares y policiales de amplio espectro en varias ciudades en donde la criminalidad está desbordada.
Por otra parte, ayer siete senadores del partido Republicano de Estados Unidos urgieron al presidente Joe Biden “responsabilizar” al exmandatario ecuatoriano de izquierda Rafael Correa por “corrupción” y “violaciones de los derechos humanos”.
Las dos noticias impactan de manera significativa una campaña en la que los dos candidatos, el joven empresario de centroderecha Daniel Noboa, y la aspirante de izquierda, Luisa González, están rematando una intensa agenda proselitista de cara a los comicios de segunda vuelta, que se realizarán el próximo 15 de octubre. Como se recuerda, en la primera, el 20 de agosto, la candidata del correísmo ganó con un 33% de los sufragios, mientras que el dirigente de Guayaquil sorprendió al ubicarse en segundo lugar, con un 24% de los votos.
Como es apenas obvio, la crisis en materia de seguridad, el boom narcotraficante y la lucha contra el crimen organizado han centrado el segundo tramo de la campaña. Economía, crisis social y fenómeno del Niño completan el cuadro de prioridades. Hay un permanente cruce de acusaciones entre los dos aspirantes, ya que Noboa se presenta bajo las banderas de un nuevo futuro para Ecuador, mientras González reitera que si gana, el expresidente Correa, pese a estar condenado por corrupción y exiliado en Bélgica, será su principal asesor.
Tal como se calculó tras la primera vuelta, el candidato del partido Acción Democrática Nacional ha logrado concitar el apoyo de amplios sectores de centro, centroderecha y derecha, así como el respaldo casi cerrado de todo el núcleo empresarial. En tanto su rival, que se postuló por el Movimiento Revolución Ciudadana, ha sumado algunas franjas de centroizquierda y una fracción de organizaciones indígenas y campesinas.
El escenario de posibilidades electorales se ha movido de cara al balotaje, ya que a once días de la cita en las urnas la mayoría de las encuestas le dan una ventaja promedio de diez puntos o más a Noboa sobre González, en un ajedrez ya muy polarizado y en el que es claro que los ecuatorianos deben escoger entre dos visiones de país muy distintas. La del aspirante de centroderecha (hijo del cinco veces candidato presidencial Álvaro Noboa, uno de los hombres más ricos del país) plantea una corrección económica urgente, la recuperación de la estabilidad fiscal, lucha abierta contra la corrupción, un plan de inversión social inmediato y una política de seguridad de amplio calado, incluyendo barcazas-cárcel. La aspirante del correísmo, exasambleísta, propone una agenda económica y social más afín a la centroizquierda, incluso retomando modelos aplicados durante los años de mandato de su páter político. Aunque insiste en que será una mandataria independiente y que no afectará la economía de mercado ni incurrirá en los despropósitos populistas de otros gobiernos de izquierda en Latinoamérica, quienes la acompañan estuvieron en la primera línea del gobierno Correa entre 2007 y 2017.
Visto todo lo anterior, al decir de los analistas, los ecuatorianos deberán tomar el próximo 15 de octubre una decisión política de fondo, por más que el elegido solo vaya a gobernar hasta mayo de 2025 (cuando terminaría el periodo institucional del hoy renunciado Lasso): apostar por el futuro, por el orden, la autoridad y una corrección del rumbo económico, bajo el mando de una figura joven y preparada como la de Noboa. O retornar al pasado, a las infaustas épocas de uno de los alumnos más aventajados del llamado “Socialismo del siglo XXI” y que hoy, pese a estar condenado por corrupción y prófugo, sigue manejando una parte de los hilos de la política de ese país.