*Soplan vientos de recesión
*Urge plan de choque multisectorial
Hace dos semanas el equipo técnico del Banco de la República proyectó un crecimiento de la economía colombiana para este año de apenas 0,9% y del 1% para 2024, lo que por desgracia para muchos pareció una noticia inane y de trámite. En ese orden de ideas, lo revelado ayer por el DANE, en torno a que el Producto Interno Bruto (PIB) apenas creció 0,3% en el segundo trimestre es consecuente con los graves pronósticos del Emisor y confirman lo que ya la mayoría de los indicadores macro y micro del aparato productivo local venían evidenciando: la economía nacional se encuentra en un proceso alarmante de desaceleración, tal como se había advertido desde finales del año pasado y comienzos de este, cuando se urgió desde el sector privado la necesidad de aplicar un plan de contingencia efectivo para favorecer una especie de “aterrizaje tranquilo”. Pero esas alertas tempranas terminaron desoídas por la Casa de Nariño. De hecho, no deja de ser llamativo que el exministro de Hacienda del gobierno Petro, José Antonio Ocampo, advirtiera ayer que se requiere un plan de choque inmediato.
Por el contrario, desde el Ejecutivo se insistió en una errática política de anuncios y medidas, entre contradictorias y caprichosas, que no solo afectaron los flujos de inversión y deterioraron el clima de negocios y la seguridad jurídica, sino que llevaron a la desaceleración del sector de la construcción, al nerviosismo en el petrolero y minero, a una devaluación excesiva, así como a una caída sostenida de la balanza comercial, el consumo de hogares y la dinámica industrial. Incluso, las ganancias de Ecopetrol se desplomaron en un 61% entre enero y junio.
Lo cierto es que el duro frenazo económico, corroborado por el DANE, se torna aún más dramático si se tiene en cuenta que en la primera mitad de este año el PIB presentó un crecimiento de solo el 1,7%, respecto al mismo periodo del año anterior. Con una economía que en 2021 creció a una tasa del 10,6% y cerró el 2022 con 7,5%, apuntar a que este año a duras penas se llegaría al 1% en modo alguno puede considerarse positivo, mucho menos pensar que los flujos de la reforma tributaria, ya de por sí inoportuna, servirán de algo en un gobierno distinguido por su casi nula ejecución presupuestal y su pasmosa lentitud para coordinar y mover el aparato estatal y adelantar con eficacia las políticas públicas. Como suele decirse en el fútbol, “mucho toque, toque…, y de aquello nada”. Es decir, mucha retórica y poca acción, según es fácil constatar del corte de cuentas en los ministerios y los rubros respectivos. Y eso pasa cuenta de cobro, con la economía, que es el bien público por excelencia, de paganini y con el costo correspondiente para todos y cada uno de los colombianos.
Por su parte, sabido estaba que se iba a pasar de la expansión a la contracción monetaria, como mecanismo antiinflacionario. Es posible, ciertamente, que sea hora de poner freno a la escalada de los intereses crediticios con el fin de recuperar en alguna medida el curso económico rutinario. Pero no ha sido el Banco de la República, desde luego, el que ha generado la incertidumbre económica que, en mala hora, hoy se profundiza. Efectivamente, el mayor activo fijo de toda economía es la confianza y es el Gobierno el primero que debe tener este sencillo concepto en cuenta. Para ello es indispensable una sola partitura dentro del equipo económico, evitar la improvisación y evaluar metódica y cotidianamente la marcha interna de la administración. La sensación existente de parálisis gubernamental no es buena ni para el presidente ni para nadie. Pasada hace tiempo la euforia del triunfo electoral hay, sin embargo, funcionarios que todavía parecen en campaña o al menos desconcentrados, en vez de dedicados a la cosa pública, y solo se les escucha hablar de “la causa”.
Correspondería, pues, al presidente ponerse al frente del plan de choque. El país está esperando hechos. Como están las cosas, la economía no admite un segundo de distracciones. Si es cierto que el Estado cuenta con medidas contracíclicas para enfrentar la crítica situación, pues que se vean. Y si por cualquier razón el primer mandatario decide dejar su abulia con la empresa privada, por supuesto, no estaría de sobra la concertación. Sea como fuere, no hay tiempo que perder, so pena de que a diciembre las cifras sean aún peores y se deje levantar vuelo a la recesión.