* Las nulidades del radicalismo
* El viento de cola de la esperanza
Cada día cobra mayor interés la campaña electoral por la alcaldía de Bogotá que, a siete semanas de las urnas, entra en la recta definitiva. Y así es, ciertamente, porque ya es hora de dar un viraje integral frente a dos décadas de retórica, populismo y rezago, salvo el último período de Enrique Peñalosa, cuyas obras están ad portas de terminar. De resto, es un anhelo legítimo volver a las épocas en que la ciudad fue modelo financiero, institucional y pedagógico, con grandes avances sociales y una política pública de excelencia, cuando por varios períodos se consagró como una de las urbes de más empuje y creatividad en América Latina. Para lo cual no estaría de sobra reclamar la necesidad de un mandato claro y un respaldo electoral de máxima envergadura en la ardua tarea de recomponer el camino y afianzar la vocación de futuro de la capital.
Por lo pronto, las encuestas de campaña expresan un persistente favoritismo del exsenador, exconcejal y excandidato al Palacio Liévano Carlos Fernando Galán. Incluso, si se analiza el escenario político a partir de los sondeos, se puede deducir que las mayorías ciudadanas se inclinan, entre los aspirantes en liza diferentes al denominado “progresismo”, por aquel retorno sensato al manejo de los destinos distritales. Es decir que, con sus matices y énfasis, la sumatoria de estos candidatos muestra una clara trayectoria hacia el cambio de rumbo y un horizonte diferente al melancólico de los últimos tiempos.
Por lo mismo, es imperativo que la exposición de las ideas y programas se intensifique. Lamentablemente las consignas insultantes de las últimas semanas, por parte de quien demuestra exasperación por no tener el recibo popular que presupuestaba para el “progresismo”, no han contribuido a que la opinión pública tenga una visión estructural suficiente. Esto porque la discusión programática ha sido demediada por esa conducta rabiosa y mendaz, desplazada por ataques personales y discusiones estrambóticas de cara a los ingentes problemas que requiere abordar el sucesor de Claudia López a partir del próximo 1° de enero.
Sin embargo, no han de ser las novelerías, ni la fraseología henchida de silicona publicitaria, ni mucho menos la inverecundia anacrónica, las que puedan dar respuesta a los anhelos ciudadanos y aplicar las fórmulas para resolver las contingencias populares de corto, mediano y largo plazos. Bogotá necesita, ante todo, de inteligencia, autoridad serena, idoneidad y liderazgo eficaz. Mejor dicho, de cabeza fría y sindéresis para sortear los retos a la vista, en vez de distraerse con ladridos a la luna.
Basta recordar que la gran metrópoli alberga a bastante más de diez millones de personas. Es el Distrito Capital el principal foco de negocios, aportante tributario esencial, motor del empleo, centro educativo y de salud, destino cultural y turístico primordial, así como corazón de los servicios y la innovación, y representa más del 30 % del Producto Interno Bruto del país, unido a Cundinamarca. Ni más faltaría que por no ser el alcalde de la misma bandería presidencial fueran a desatenderse las relaciones entre los escalafones locales y nacionales, como se pretende dar a entender. Por el contrario, la sola sugerencia de seguir poniendo palos en la rueda extrema la necesidad del cambio.
De modo que, si estamos ante el debut de la figura del balotaje en Bogotá, no por ello es menester estrenarla. De hecho, es posible, desde hoy, avizorar un mandato claro en la primera vuelta, sin necesidad de esperar, como suele ocurrir en este sistema, a que se desgranen los candidatos por el camino a raíz del desmayo paulatino en el respaldo electoral. De hecho, ya algunos han dejado entrever esa posibilidad. Y si bien es legítima y hasta saludable la presencia de diferentes opciones también, vistas las exigencias del momento es fundamental traer esa alternativa del cambio, en la cual hay consenso por fuera de las ambiciones personales, incluso con programas similares o no tan diferenciados, a tiempo presente de una vez. Un cambio que, en procura del mandato claro en primera vuelta, traería sin duda el viento de cola de la esperanza para una ciudad que, ante todo, es lo que más necesita.