Por estos tiempos, en los que por vez primera en Colombia tenemos un gobierno de izquierda con Gustavo Petro, los conservadores, los liberales, los ciudadanos sin partido y la gente del común, hacen una especie de catarsis y tratan de entender el nuevo rumbo que se le pretende dar al país, según lo prometido en la campaña por captar los votos de las mayorías. A su vez, la izquierda en sus distintas facciones busca copar las posiciones decisivas de la maquinaria gubernamental. Por el momento, la primera impresión es que ni la izquierda estaba preparada para capturar el poder, ni la derecha y sus afines han conseguido esclarecer como lo perdieron. Por lo que se sabe del socialismo del siglo XXI, que influye en toda nuestra región, están prestos a trabajar con Lula da Silva, en la tarea de consolidar su poder y avanzar en el esfuerzo por teñir de rojo a toda Hispanoamérica.
Unos pocos en el campo de la derecha empiezan a comprender que, sin política social, con la simple caricatura de “voten por yo”, es difícil lograr la mayoría. Es verdad, que los agentes de la propaganda política hacen milagros y consiguen presentar a sujetos comunes como grandes personajes, casi que “salvadores” y que de improviso las masas se entusiasman y votan por ellos. Más la emoción dura poco, pronto se dan cuenta que son unas personas normales, casi sin carácter o que no conocen el aparato gubernamental y carecen de principios sólidos. Eso significa que la decadencia en los agentes de la política electoral colombina es cada vez mayor, más siempre queda un espacio para lo que Rafael Núñez, calificaba como “las nulidades solemnes”.
Esas nulidades en lo político, no quiere decir que no puedan ser capaces o destacados en otros campos. Más las nulidades de la política, manejadas tras bambalinas, cuando las llevan al poder, terminan por abrir la tronera a los agentes de la revolución. Este esquema se da por confluencia de circunstancias, que se repiten a lo largo de la historia y de distinta forma En Francia la muerte del conde de Mirabeau, precipita la Revolución Francesa, en la rusa, Kerensky y hasta Rasputín pierden a los zares. En Cuba, la corrupción rampante, contribuye a facilitar la llegada al poder de Fidel Castro. A la inversa, en ocasiones, agentes de la izquierda como Salvador Allende, llegan al poder y acuciado por Fidel Castro y los más impacientes, sus medidas sumen en el caos y la miseria a Chile, hasta provocar la reacción de un militar de corte prusiano como Augusto Pinochet. La polaridad de la política como la vivimos hoy en nuestra región, produce esos bandazos.
En Colombia, el establecimiento no quiso llevar a Álvaro Gómez al poder, en cuanto preferían candidatos más manejables. Tampoco entendieron su política de desarrollo, fundamental para hacer crecer el país y poder mejorar las condiciones socioeconómicas del grueso de la población. Mucho menos su última lucha por acabar con el Régimen, por cuanto la gran política no les interesaba a los dueños del poder y preferían regodearse en la complicidad del mismo. Para colmo, hoy las gentes con las que uno se encuentra aquí y allá, que hablan de política o de la suerte del país, sostienen que el Régimen en todas sus modalidades está más fuerte que nunca. Eso parece.
Lo anterior podría explicar que personalidades conservadoras, liberales y de otras fuerzas del orden, formen parte de las mayorías en el Congreso de la República, que apoyan al presidente. Puede explicar, más no justificar, puesto que, por la vía de pasarse al adversario electoral de la víspera, que está por la revolución, como ellos fueron elegidos para defender el orden constitucional, entonces se hacen cómplices de los agentes del caos. Como el presidente Petro, habla varias veces al día, maneja la retórica y la poesía almibarada; por los medios de comunicación, se contradice otras y el mismo se rectifica, no pocos del establecimiento consideran que lo pueden manejar. Se olvidan que fue alcalde de Bogotá, severamente cuestionado y que imitó a Catón en el Congreso, sin abandonar su proyecto de capturar el poder para los suyos, así de momento utilice a los contrarios para ponerlos a comer en la mano, como hace la izquierda con los idiotas útiles que quiere perder.
En fin, cualquier cosa que se piense del gobernante, lo único que no se puede olvidar es que llegó al poder con la fiebre de hacer la revolución, que en nuestro medio es agravar el caos, atentar contra las columnas del sistema, sumir el país en la confusión y para colmo atentar contra la riqueza nacional y privada.