German Vargas Lleras encarna un fenómeno político-social, como alternativa de gobiernistas y opositores, de conformistas y descontentos, con capacidad de conseguir votos en casi todos los sectores; siendo desde hace años objetivo visceral del odio de la izquierda terrorista, que atentó de manera criminal y cobarde contra su vida.
Recuerdo el sencillo evento en el cual el vicepresidente asumió el cargo con la presencia del presidente Juan Manuel Santos, en una Casona de la Candelaria, sede del Ministerio de Vivienda, que parecía bastante modesta para su gran objetivo. Por eso, con tono confidencial, uno de los asistentes me comentaba con sorna: “Santos quemó a Vargas”. Al conocer su decisión de hacer las grandes obras de infraestructura que reclamaba el país por décadas, que contrastaban con la falta de fondos para financiarlas, vi muchas caras largas e incrédulas.
En esas calendas las encuestas eran propicias para que el vice se lanzara a disputar la primera magistratura. Santos en la sede donde trabajaría Vargas Lleras, tras el saludo de rigor comenta que había visto las encuestas y que de eso hablarían después. Los hechos mostraron que el vice postergaba su candidatura. Si él se hubiese lanzado y lo mismo Santos, lo más probable es que el Presidente de la República habría sido Oscar Iván Zuluaga, elegido en la primera vuelta.
Algunos sostienen que no, que Vargas Lleras habría podido ganar, puesto que le habría quitado muchísimos votos a Zuluaga, por cuanto el político bogotano encarnaba con otro estilo parte de los ideales de Álvaro Uribe. Incluso alguno me recordó que éste había pensado en él como su sucesor, sino que Santos hizo más méritos al asumir los bombardeos en Ecuador que le costaron la vida al canciller de las Farc y a varios de sus hombres.
En gran parte -afirman- ese golpe de las Fuerzas Armadas a las Farc disparó a Santos a la fama y le abrió el camino para convertirse en el pura sangre y candidato del gobierno Uribe. Al punto de darle la espalda y sobrevivir, finalmente, con la bandera de la paz. Son especulaciones e hipótesis, vaya uno a saber, acaso, cuanto de azar se da en la política.
German Vargas no resultó un adocenado ministro más, de esos que consideran que entre más veces los nombren y engorden su hoja de cargos burocráticos no deben hacer nada, menos resistencias generan y más posibilidades tienen de concitar voluntades para un día ocupar el primer cargo de la Nación. Prefirió jugársela toda y mostrar que podía ser un gran ejecutor, fuera de talentoso dirigente y político independiente a rabiar.
El tiempo dirá si la liga con el gobierno de Santos catapulta al jefe de Cambio Radical o será tan pesada como una lápida. ¿El voto castigo a los políticos de distinto pelambre lo afectará? Juega a su favor que para construir las obras de infraestructura a su cargo se convocó, sin excepción, a licitación. Allí no operó la turbia contratación a dedo, con un solo proponente, ni se puede enlodar a todos los contratistas respetables por las coimas de Odebrecht, mucho menos a un ejecutor privado como Luís Carlos Sarmiento. Vargas entrega la más formidable obra de contratación oficial con los privados de los últimos tiempos.
Vargas consigue como ejecutor lo imposible, en un país sin voluntad para las grandes empresas, como por arte de magia o de prestidigitación, vence el inmovilismo colectivo. En Corferias resultó espectacular el parte de victoria: “Al entregar 110 mil viviendas, con $4,4 billones; que se invirtieron. $39,6 billones en las autopistas de cuarta generación; al disponer de $6 billones en obras públicas a cargo del Invías; $4 billones a través del Plan de Vías para la Equidad; y $2 billones en dos proyectos estratégicos: Puente Pumarejo y la vía Buga – Buenaventura. También millonarias inversiones que permitieron crear o modernizar 55 terminales aéreas, 8 puertos marítimos y 55 terminales portuarias. Esas cifras y las obras de German Vargas Lleras, están ahí.