Muchos calificativos caben para honrar la memoria de Hernando Yepes Arcila, según se quiera hacer énfasis en el respetado jurista, el íntegro magistrado, el sabio profesor, el doctrinante profundo y riguroso, el agudo polemista, el visionario ministro, pero tal vez el que más se ajusta para identificar su vida y legado es el de hombre de Estado. Ello por supuesto sin dejar de destacar al cálido y generoso ser humano, siempre dispuesto a regalarnos una erudita y muy amena conversación.
Baste mencionar su paso por la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, la Asamblea Nacional Constituyente, la presidencia del Consejo Superior de la Judicatura, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, la Federación Nacional de Cafeteros, la Universidad Javeriana, el mundo del arbitraje, entre muchos otros importantes escenarios públicos y privados, para evidenciar la riqueza y la integralidad de sus aportes a la academia, a la sociedad y al fortalecimiento de la institucionalidad.
Las claras convicciones que defendió con ahínco, se enmarcaron siempre en un profundo respeto del ocasional contradictor, al que con espíritu democrático y honestidad intelectual enfrentaba con lucidez, fino humor e ingenio, sin olvidar la cordialidad unida a la firmeza de sus argumentos.
De sus clases, conferencias y charlas siempre se aprendía, y era un verdadero gusto oírlo y leerlo por la manera en que hilada y muy elegantemente dominaba la palabra.
Viajero incansable, gran conocedor de la historia universal y apasionado de las artes. Tenía una especial gracia para relatar con lujo de detalles y perspectivas episodios y sucesos que marcaron el devenir institucional. Siempre al día; atento a la actualidad jurídica, económica y política con el fin de analizarla en sus diferentes matices para poder opinar y aportar a través de sus pertinentes análisis, orientaciones y alertas.
Su preocupación por la solidez de las instituciones, el cabal ejercicio de las funciones públicas sobre la base de las competencias previamente asignadas por el ordenamiento jurídico, la coherencia entre lo que se pensaba, decía y hacía por parte de los gestores públicos y privados, guio sus siempre documentados análisis que lo convirtieron en un referente en diversas áreas del derecho, y muy particularmente en el ámbito del derecho constitucional.
Entre otros muchos valiosos escritos, vale la pena recordar su texto en el que hizo una severa crítica de la sentencia C-221 de 1994 de la Corte Constitucional sobre la dosis personal, titulado ¿Delimitación ontológica del derecho o mutación constitucional?, publicado en el Anuario de Derecho Constitucional de 1995, y que como él decía, dio lugar a que el profesor Manuel Atienza desarrollara un seminario la Universidad Externado de Colombia, que luego este recogió en el libro Derecho y Argumentación.
Así mismo cabe resaltar su análisis de la reforma constitucional de 1968 y el régimen político colombiano, sus invaluables y lúcidos artículos especializados sobre la historia constitucional del siglo XIX, y en especial su siempre muy aguda crítica sobre la interpretación y aplicación de la Constitución de 1991.
Se apagó un faro. ¡Se nos fue un gran maestro!
@wzcsg