La temperatura de la campaña electoral sube en la medida que aumentan los insultos, escándalos e improperios -que van y vienen- en este espectáculo político circense que estamos viviendo. El exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, denuncia que teme por su vida, dado que ha sido objeto de graves amenazas de muerte. Aquí no se trata de una confrontación de grandes estadistas por la segunda vuelta, sino de políticos de los que da la tierra.
Ambos, de alguna manera, se han declarado anti políticos, quienes, desde luego, con ese tema no hacen nada distinto que política. Como el exalcalde Antanas Mockus, que lleva décadas haciendo política y se considera a sí mismo como una especie de agente cívico de la misma, quien, de paso, al declarar que apoya a Petro, confiesa que en alguna época de su vida colaboró con las Farc, así que acepta su responsabilidad y el castigo correspondiente, el cual sería meramente verbal, pues a estas alturas y después de los acuerdos de La Habana, carecería de sentido. Eso hace parte del teatro político al que nos tiene acostumbrado.
También se conocen los proyectos de campaña sucia de un grupo de asesores y aliados liberales de Petro, dispuestos a todo para enlodar a Fico, incluso mediante declaraciones que estarían a cargo de algún mafioso del narcotráfico, el cual desde la prisión diría que tuvo negocios turbios con él. Evento que no ocurrió. Así que, penalmente, no cuenta.
En tanto contra el exalcalde de Medellín se hicieron montajes con imágenes suyas que lo presentaban como una lacra del vicio. Esas imágenes recorrieron las alcantarillas de algunas redes sociales, haciendo mucho daño. Hoy cualquiera sea la persona que se disponga a hacer política, está expuesta a toda suerte de ataques, infundios y mentiras o verdades por los medios de comunicación y las redes. Los verdaderos mafiosos de la contratación y los negocios sucios con el Estado, fumigan la política de estiércol para espantar con el mal olor a las personas cívicas que les quieran hacer competencia.
En Argentina, a esa manera de hacer política enlodando al contrario se conoce en el argot callejero como “escrache”, que, en castellano, quiere decir herida superficial en la piel o causada por un objeto corto-punzante como un cuchillo. Aquí, a falta de tesis y propuestas a cargo de verdaderos hombres de Estado, se están utilizando todos los medios para desacreditar, al contrario. Entramos en la pérfida moda del “escrache”, donde pesan los insultos y quedan ausentes las ideas y propuestas de alta política.
Estamos en medio de un gran malestar colectivo por la crisis política y por los altos índice de pobreza que sobrepasan los 22 millones de personas, sin que las diversas bonanzas petroleras que han salvado la economía en apuros, se emplearan de manera inteligente para salir del bache. En tanto, en mala hora Gustavo Petro, se muestra partidario de acabar con la industria petrolera. Como el gran reto sigue siendo que no tenemos soberanía ni desarrollo en el 70% del territorio nacional, para modificar esa situación e incorporar esa tierra el desarrollo hemos propuesto numerosas veces que sembremos 6 u 8 millones de hectáreas de árboles, y volverlas productivas y prosperas.
La crisis circense en la que hemos derivado se debe a la caída de los partidos tradicionales, junto con la de los movimientos políticos que se han formado en las últimas décadas, que los llevaron a participar en las consultas interpartidistas, en las que vimos a elementos de diversas tendencias bailando al mismo ritmo, lo que desilusionó a los electores.
Y, finalmente, para la segunda vuelta tenemos a Petro en una esquina y a Rodolfo Hernández en la otra. Este último, sin tener un partido, ni conseguir conformar una fuerza parlamentaria propia, denuncia la corrupción y emplea un lenguaje con el público como para arriar ganado, que le viene dando resultados entre los votantes. Lo cierto es que para la segunda vuelta se rompe con la tradición política colombiana e ingresamos al populismo de diverso signo. Estando los candidatos empatados en las encuestas, según lo que pase en la Registraduría, el próximo domingo tendremos el nombre del ganador.
Estamos en una encrucijada, el futuro de Colombia depende de cómo reaccionen los anticuerpos de la democracia para defenderse y la capacidad de la sociedad de luchar por la alta política.