El presidente Rafael Núñez, en agosto de 1885, decide construir el Teatro Cristóbal Colón. Por entonces, el país sufría las penurias de una guerra intestina y atroz, por lo que comenta que es positivo alejarse un tanto de la política y fomentar la cultura, el arte y el ingenio entre las gentes. El Colón debía ser un lugar neutral de sana diversión del público. Núñez era devoto del espectáculo teatral y escogió al arquitecto florentino Pietro Cantini para construir la obra, con el afamado personaje colaboran otros artistas italianos y colombianos.
Nadie imaginó que en ese edificio neoclásico con la fachada de piedra, donde se representaron las mejores y más variadas obras de teatro, donde se oyeron la voces de los más destacados vocalistas, poetas, actores, fuera el escenario, en el siglo XXI, de la comparsa de las Farc que desafina con su cínica audacia de pedir cogobierno, junto con al presidente Juan Manuel Santos, acompañado de sus colaboradores y agentes, en otro audaz episodio de presentación del manoseado y maquillado re-acuerdo de paz.
Tras cuatro años de dilatadas conversaciones, pareciera que las charlas en La Habana se alargaron para adormecer a la opinión pública y presentar a los antiguos terroristas como un cuerpo armado beligerante que habla téte a téte con el gobierno. Cuando derivaban en simples secuestradores y asaltantes de caminos. El re-acuerdo se firma a las volandas, con discursos altisonantes que en ningún caso justifican el desconocimiento del pueblo que votó No por todo el articulado, para salir con un maquillaje de más de lo mismo de lo acordado en La Habana, que deja la sensación de ominosa debilidad; antes que Trump asuma el poder.
En la entrega de los premios Portafolio el presidente Santos se refirió a Keynes, por sus predicciones sobre el malestar económico europeo que auguraba por cuenta de las duras reparaciones exigidas a Alemania en el tratado de Versalles. Santos sostuvo que el nuevo acuerdo de paz de Colombia fomentaría lo contrario y obtendremos positivos beneficios económicos, pese a los nubarrones económicos en el horizonte. Mas el acuerdo que forzó la Farc, los convierte en victoriosos e impunes ganadores de la guerra mediante la negociación, en legisladores de facto, lo que quebranta el Estado de derecho, anarquiza y deja extensas zonas del país a su arbitrio.
La refrendación que se oficializa en el Colón, como lo consigna el editorial de El Nuevo Siglo: “El Congreso, no tiene ninguna capacidad de refrendación. De hecho dentro de la estructura del Estado le corresponde exclusivamente, como Rama Legislativa, reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer control político sobre el Gobierno y la administración” (Art. 114). La injerencia del Consejo de Estado en asuntos que corresponden a las funciones del Poder Legislativo es ilegal, dado que éste tiene facultades para darse su propio reglamento.
Antes se cometió un insulto contra las garantías democráticas del pueblo colombiano al bajar el umbral del plebiscito al 13%, cuando asunto tan complejo requiere de una mayoría calificada que en casi todos los sistemas suele ser de un tercio de los votos. La Corte Constitucional cedió ese principio esencial de las reglas de juego de la democracia con el argumento que el umbral bajo sería por una sola vez.
El Gobierno al perder el Plebiscito e ir a otra justa electoral, debería cumplir la Constitución y conseguir una mayoría calificada que no obtendría en otras elecciones. Por lo que recurre a la refrendación ilegal del Congreso, donde conserva la mayoría mecánica de votos, de legisladores que perdieron apostando al Sí y que fueron desconceptuados por el pueblo en el Plebiscito. El Congreso como constituyente secundario no puede sustituir, ni desconocer la voluntad popular soberana expresada de manera rotunda en las urnas, eso descalabra el Estado de Derecho.
Estamos por la paz, sin caer en golpes de Estado contra el ordenamiento legal existente. Violar la Constitución por la paz es como echar combustible a la hoguera e imitar el populismo chavista.