En esa gran nación el poder civil se consagra desde la Edad Media, al sublevarse los grandes barones y el pueblo londinense contra las pretensiones despóticas de Juan sin Tierra, hijo menor de Enrique II y de Leonor de Aquitania, de quienes hereda títulos y fortuna, no así la tierra. El príncipe dedica su desenfrenada ambición y codicia a conseguir tierra, contrae matrimonio con la hija del opulento conde de Gloucester; es nombrado en 1185 gobernador de Irlanda; la riqueza y poder que atesora en esa región facilita la alianza con Ricardo de Inglaterra, su hermano, en la leyenda conocido como Corazón de León, unidos en la sórdida empresa de destronar al padre de ambos, el Rey Enrique II.
Ricardo I accede al trono en 1189 y desde entonces le otorga a Juan valiosos territorios; al poco tiempo el Rey marcha al frente de un ejército para unirse a la Tercera Cruzada y delega en Juan el gobierno, quien intenta quedarse con el trono sin importar que corran ríos de sangre. Nobles leales a Ricardo, como el canciller Guillermo de Longchamp, defienden la legitimidad.
Tras un tiempo cautivo la madre paga el rescate de Ricardo, que enterado de la conjura apresura el regreso. La tragedia es mayor por la ciega generosidad que colma al pérfido Juan al perdonarle sus crímenes, Ricardo muere en la lucha contra Felipe II de Francia, durante el asedio del castillo Châlus-Chabrol, en 1199. La autoría intelectual del crimen se atribuye a Juan Sin Tierra.
Lo cierto es que Juan, con sus guerras, rapiña, despojos y traiciones a las que somete a los nobles y a sus mismos seguidores y aliados, concita la repulsa colectiva y el levantamiento general. Los barones se rebelan junto con el pueblo de Londres, lo derrotan y obligan a firmar la Carta Magna en 1215, entre cuyas clausulas pétreas se establece la prohibición de que ningún súbdito pueda ser detenido, ni privado de sus derechos o desterrado sin el dictamen previo de sus iguales en el Estado. Lo mismo que el control de los tributos feudatarios y de Londres pase al Consejo del reino, con lo que cercena los privilegios regios que facilitan el despotismo. Surge la división de poderes.
Los nobles que derrotan a Juan sin Tierra, lo empujan a firmar la Carta Magna, lo que contribuye a que la monarquía perdure dentro de un sistema político que respeta los valores democráticos y los derechos humanos. Se establece que: “existen leyes del Estado, derechos de la comunidad. El rey debe respetarlos. Si los viola, la lealtad hacia él cesa y sus súbditos tienen derecho a sublevarse”.
Plantean que: “ningún hombre libre será encarcelado ni desterrado, ni castigado de ningún modo, si no es por el juicio legal de sus iguales y la ley del país”. La Carta Magna es antecedente fundamental en Occidente de la democracia constitucional y consuetudinaria según el molde inglés.
Se consagra que los nobles sean juzgados por sus pares, hombres libres que entienden a otros libres. Se pone coto a los jueces del rey y sus abusos despóticos. Se conforma un comité de 25 miembros, todos nobles barones, a excepción del alcalde de Londres, que juzgan las quejas contra la Corona. El rey vela para que sus súbditos juren obediencia y respeto a los 25 miembros. El comité se ocupa de controlar al rey.
La Carta Magna consagra:
* El respeto a las libertades religiosas y políticas.
* Los 25 barones conforman un incipiente Parlamento.
* El poder Judicial, se desliga del monarca.
*Tales derechos benefician a la nación.
Es la civilización de siglos, donde emergen credos, políticas y teorías económicas universales o encuentran refugio la variopinta de exilados internacionales. Ni el desafío terrorista, ni el revés electoral e Theresa May, doblegarán la democracia inglesa.
Nota: Tras conocer las intrigas oficiales en las cortes, ¿Alguien duda que el magistrado Jorge Pretel es víctima de una horrible y desgraciada conjura?