Por cuenta del Covid-19 y las sombrías amenazas que parecen cercar a la humanidad, la sociedad entra al túnel oscuro de la esquizofrenia, en donde los demagogos ofrecen la salida por la autodestrucción violenta, por cuenta de los que se denominan revolucionarios, partidarios del Che Guevara, para hacer saltar en mil pedazos el precario orden establecido. Las fuerzas del orden, políticas o policiales, retroceden. Vemos que destituyen al jefe de Policía en Chile, y se comprometen a redactar una Constitución en donde las instituciones de orden se van a debilitar, para seguir el ominoso ejemplo de otros países de nuestra región. Los conservadores que se allanan a que se atente contra las instituciones y las columnas fundamentales del sistema, por temor, miopía o debilidad caen en la esquizofrenia, al permitir que se derrumbe el templo de la autoridad y cavan su propia tumba.
Lo que necesita nuestro pueblo es más talante conservador y menos populismo, más alta política y bien común, que transar la ley. Al celebrar la Convención Conservadora, convocados por el presidente del partido Omar Yepes Álzate, quien ha hecho una notable labor de servicio y apoyo a la convivencia política al frente de la colectividad, el conservatismo debe reafirmarse en sus postulados fundamentales de orden, como de Bolivarianismo, tal como lo entendieron Laureano Gómez, Gilberto Álzate Avendaño, Álvaro Gómez y Lucio Pabón Núñez, firmes defensores de un Estado fortalecido bajo el imperio de la ley, al servicio del pueblo y la justicia social.
Por la pandemia y esquizofrenia, unos renuncian voluntariamente a la libertad y la autodeterminación, pocos quieren asumir responsabilidades. El fraude electoral y la corrupción se extienden bajo el manto de la clandestinidad virtual con la que proceden. El presidente Iván Duque asume a plenitud su responsabilidad y se la juega por las víctimas del huracán en San Andrés y Providencia. Los amigos del orden debemos apoyar el denodado esfuerzo por reconstruir esa zona vital del país.
El compromiso político de los partidarios del orden es el de limpiar los establos de la política y atraer a los mejores, como la defensa a ultranza de nuestros soldados y policías, sin los cuales la revolución arrasaría con todo.
La más honda crisis golpea en casi todos los campos, es preciso reafirmar el talante conservador y la apuesta por orientar el cambio con prudencia y al mismo tiempo con audacia. Entre el liberalismo decimonónico, de dejar hacer y dejar pasar, así como frente al neoliberalismo salvaje, está el desarrollismo como lo concibió Álvaro Gómez Hurtado. Insistimos en cuanto es preciso que el conservatismo, junto con las fuerzas afines, promueva un verdadero Acuerdo Sobre lo Fundamental en lo que se refiere al Plan Nacional de Desarrollo. Plan que Álvaro Gómez, con el apoyo de los conservadores y otros sectores, consiguió plasmar en la Carta de 1991, que debe ser instrumento esencial del cambio.
El conservatismo debe apoyar la defensa del orden, el respeto a la ley y fomentar el desarrollo que nos permita superar la crisis y avanzar, con apoyo del Estado y del sector privado, como de las fuerzas sociales de distinta índole. Como decía Álvaro Gómez, “es preciso desterrar el conformismo de la opinión pública” e invitar a la gran empresa del desarrollo, no solamente en nuestras grandes ciudades, también en la periferia del país, para desterrar la violencia y el atraso, comenzando por propiciar la siembra de 8 millones de hectáreas de bosque en la Orinoquia y la Amazonia, que trasformarían el país. El talante conservador es el mejor antídoto contra la esquizofrenia. En ese mismo sentido de la alta política debemos apoyar la convergencia y la reforma de la justicia que propicia el expresidente Álvaro Uribe Vélez.