La instalación escandalosa del Congreso de la República es la muestra de cómo sube la temperatura política y en lo verbal arremeten unos representantes del pueblo contra otros, así como las nuevas mayorías rechiflan al presidente Iván Duque, empañando un ritual de la democracia. ¿Había que rechiflarlo? Para nada, el Congreso es un foro para debatir con ideas. Los representantes del pueblo en desacuerdo con su gestión y sus palabras, lo pueden refutar libremente y con argumentos. La grosería y la rechifla nada prueban. Duque defendió su gestión con retórica, podía esperar críticas, más no un repudio estrafalario de las nuevas mayorías para intentar acallarlo.
En realidad, la foto del 20 de julio es la de un Congreso en el cual muchos de sus integrantes llegaron por carambola, demagogia, por alianzas y negocio de curules, en especial en las regiones más pobres donde más se comercia con los votos, aprovechando las aulagas comarcales. Llama la atención que entre el cúmulo de proyectos que se anuncian, hasta ahora que se sepa ninguno busca acabar con la figura de la circunscripción nacional para el Senado, que ha degenerado en la aberrante situación que deja a las zonas más atrasadas y flageladas del país sin senador que defienda sus intereses. En parte, esa falta de legisladores que los represente, ha contribuido a fomentar la dicotomía de esas dos Colombia en las zonas marginales, que contrastan con la representación que tienen las otras regiones.
No existe una verdadera democracia en un país político que deja por fuera del Senado, precisamente, a las regiones donde impera la violencia, los cultivos ilícitos y la extracción fraudulenta de minerales preciosos o estratégicos. Así que por ese lado nuestro sistema democrático es un adefesio contra los más débiles y que habitan las zonas más apartadas, por décadas sometidos a la violencia y la ley del más fuerte. Para restaurar la verdadera democracia representativa en el país, es preciso devolverles a esas regiones la oportunidad de elegir su senador. Y debería ser de una manera tan clara y transparente, que nadie pueda comprar sus conciencias.
El ideal democrático sería que se votara por los mejores en cada ocasión, lo que no ocurre en cuanto prevalece el espíritu de secta y para nada cuentan las ideas y proyectos. Ello porque el protocolo político está signado por el odio de unos contra otros, por el impulso clandestino de los dineros mal habidos y por el poder de las mafias en esas regiones. Eso es antidemocrático, por más que se diga y se repita después de cada elección en Colombia, que triunfó la democracia. Es por eso, que contra lo que se predica en el sistema democrático entre nosotros, muchas veces se elige los peores. Sin contar, los que son elevados por las mafias a los cargos de elección popular mediante prácticas dolosas y vergonzosas.
Por si fuera poco, muchos de los que votaron por la izquierda, por descontento, por la división de la derecha y la falta de un discurso atractivo, esperan encontrar en el socialismo una panacea contra sus males y la pobreza. Resulta que lo único que está probado en el modelo de involución socialista actual en nuestra región es que los pobres terminan más menesterosos y desesperanzados que nunca y muchos de los ricos son despojados de sus cuantiosos bienes, generando mayor frustración, dolor y miseria. En tanto un sector de la “nomenklatura” oficial engorda sus alforjas.
Para los que profesamos ideas de orden, ideas democráticas y de defensa del individuo, de la justicia, como de nuestras tradiciones, principios y propiedad, estamos frente a una oportunidad excepcional y atractiva de reaccionar y recomponer las fuerzas políticas colombianistas en la defensa de esos principios y la libertad. El pueblo colombiano fue aupado al desastre electoral por cuenta del abandono de la política nacional de las derechas, sin que se produzca una verdadera autocritica, ni un análisis sereno de la derrota y sus terribles consecuencias.
Lo primero que se debe hacer es volver a la doctrina, la defensa a ultranza de los valores patrios, cono de la justicia y la verdad, acompañada de política social. Gustavo Petro ganó la elección por mayoría, sin recibir un cheque en blanco a cambio, la otra mitad de la opinión le es adversa. Con rotunda franqueza podemos decir que ahí comienza la historia del rescate de nuestros valores y defensa de las instituciones de la democracia que se debe reescribir con grandeza.