No podía evitar el Mariscal Antonio José de Sucre, cuando asume el mando de las tropas colombianas que le confía el Libertador Simón Bolívar, su destino trágico. Bajo su mando se da la batalla de Ayacucho, considerada como la expresión de la más brillante estrategia militar, apenas comparable por su conducción, significación, la disciplina y el arrojo de sus oficiales y soldados con las grandes gestas europeas. Aun así, Sucre, habría preferido finiquitar la contienda por la vía diplomática, estimaba que España no tenía ninguna posibilidad de mantener su Imperio, no solamente por la vocación inconmovible de luchar por la libertad de los americanos, sino por su condición económica y de desarrollo de Madrid, por fuera de la revolución industrial. El día anterior de la batalla de Ayacucho los oficiales de ambos bandos se saludaron y departieron cordialmente, puesto que por 300 años habían formado parte del Imperio Español. Al fin y al cabo, se trató de una guerra civil que derivó en guerra de Independencia.
En tanto Sucre, en Portete de Tarqui, comandaba de súbito tropas que no había organizado, ni conocía a todos los oficiales. Por lo que no estaba seguro de cómo le responderían a la hora del combate, apenas sabía que los más veteranos darían hasta la última gota de sangre por la victoria. Su espíritu estaba afligido por el hondo cariño que sentía por los peruanos a los que había liberado en Ayacucho, con los que se sentía amigo y hermano por encima de las discordias política y militares. En el fondo sentía cierta repugnancia al confrontar a Perú, tierra en la que había recibido los más grande homenajes de un pueblo agradecido y dócil.
La batalla
Las tropas peruanas siguen las órdenes del general José de La Mar, nativo de Cuenca, presidente del Perú y del general Gamarra. Entre tanto, la armada peruana sitiaba a Guayaquil. Finalmente La Mar se toma Guayaquil, pese a la heroica defensa del general grancolombiano Illingworth Hunt. Caída que determinaba una situación de enorme desventaja y debilidad para las fuerzas colombianas y su precaria soberanía, como ya se dijo con los generales caucanos Obando y López, favorables a la anexión del sur al Perú. Lo mismo que no faltaron ecuatorianos que estaban favor de Lima.
La Mar organizó dos ejércitos, que contaban con apoyo de artillería pesada y aguerrida caballería. Los mismos estaban respectivamente acantonados en el sur del país con 5 mil hombres al mando de Agustín Gamarra y el otro ejército al norte con 5 mil soldados.
La movilización de fuerzas para abatir a Colombia resultaba formidable para el momento político. Había grandes dudas sobre la fidelidad de la población en zonas de Colombia donde la hostilidad contra Bogotá era evidente. Un reacomodo de las fronteras parecía inevitable y la situación de Sucre y sus hombres de extrema vulnerabilidad.
La noche anterior a la crucial batalla la pasa Sucre en vela, recorriendo con su ejército terrenos extensos y difíciles en busca de los contrarios Al amanecer del 27 de febrero Sucre avanza con la 1° División colombiana donde marchan 1.500 soldados y tres batallones de caballería en situación privilegiada a la espera del choque con los peruanos, que se da en la llanura de Tarqui. Los soldados de La Mar avanzan sobre el Portete, siendo sorprendidos cuando Sucre, con la espada en el aire y apuntando al ejército invasor da la orden ¡ a la carga!, dando el ejemplo y como un rayo moviliza a sus valientes. La vanguardia de La Mar, también cae, lo mismo que intrépidos soldados de Gamarra. La derrota es total. Sucre no los persigue, no busca aniquilarlos. Apuesta a una generosa capitulación, le basta con salvar el honor y la unidad de Colombia.