La Nación recibió la noticia sobre los acuerdos de paz de los que son signatarios el Gobierno y las Farc no sin cierta sorpresa después de cuatro años de negociaciones, tras ires y venires de toda índole y los naturales contratiempos críticos que un asunto diplomático de tal naturaleza puede tener. No se conocen aún tos textos de lo acordado y ya algunos proclaman que se trata de algo peor que el Pacto de Versalles para los alemanes vencidos durante la Primera Guerra Mundial, que consideraban que sus tropas ocupaban media Europa y habían sido traicionadas. El caso colombiano no es equiparable en cuanto militarmente las Farc han estado acorraladas, más no vencidas del todo. Lo que es evidente es que el Gobierno logró, con apoyo extranjero, exorcizarlos en la fría Davos, para que en La Habana, equiparado con el Gobierno, se dejaran atrás todas las reservas jurídico-políticas. Eso les salió bien.
Enrique Santos Calderón estuvo tras la trama en todo momento, mostrando un sigilo cardenalicio que le permitió moverse sin despertar inquietud. Pocos conocían esas dotes diplomáticas. Los delegados del Gobierno estuvieron disciplinados, lo mismo que los de las Farc. El Partido Conservador y el país nacional no fueron invitados y se mantuvieron ausentes. Cuando se conozcan los acuerdos que están en el papel será posible tomar partido en un sentido u otro. Es prematuro opinar sobre los que no se conoce.
Muchos dudan sobre los tiempos para el plebiscito e, incluso, algunos consideran que el Gobierno puede apelar a otro sistema a última hora. La Casa de Nariño espera que con la firma de la paz, casi de manera automática suba la popularidad del presidente Juan Manuel Santos. Si gana el Sí, el Gobierno seguirá embalado en su proyecto, si gana el No esperan avanzar más rápido a una Constituyente. La izquierda busca remozarse y seguir el ejemplo de otros países de la región donde la guerrilla negoció y al jugar en política llegó al poder por elecciones.
En cualquier caso, los colombianos empiezan a tomar partido sobre los alcances del Si o del No sobre el futuro de Colombia, lo que aglutinará dos bandos que serán decisivos en el futuro de las elecciones presidenciales.