La televisión en Colombia antes que irrumpiese Fernando Gaitán, con sus grandes éxitos como Café con Aroma de Mujer y Betty la Fea, seguía los patrones rutinarios de los temas sentimentales o violentos de moda, con miras a distraer al público nativo atosigado por la violencia. El gran público seguía viendo enlatados que nos enviaban del exterior y la televisión estaba como estancada en la frustración, el tema central de los noticieros era la violencia, como siempre los colombianos a diario y de manera obsesiva hablaban de política, en los altos círculos sociales como en los intermedios y entre los de abajo, la política entendida como el arte de la astucia y la traición o la forma de trepar mediante la intriga.
La alta política seguía como ausente, asfixiada por la carencia de principios solidos o programas fundados en interpretaciones propias de la realidad entre los participantes de la contienda electoral en los diversos niveles, quienes, al llegar al gobierno, no pocas veces entendían el poder como el arte de copar la burocracia con los suyos y colmar las alforjas.
La narrativa en otros sectores seguía los lineamientos del realismo mágico, promovida por los seguidores del Nobel, como por el escapismo de no comprometerse y refugiarse literariamente en la desmesura. Así como éste huye de la novela clásica y dispara la imaginación a las alturas de lo absurdo, para que sus héroes ganen las guerras que se perdieron en la cruda realidad militar, política e histórica. Gaitán, entiende que lo humano, lo demasiado humano, como decía el filósofo alemán, siempre tiene vigencia cuando se trata con pasión y a fondo. Lo que ocurre es que se debe aprender a ver al hombre y la sociedad en la oscuridad, en la cotidianidad de lo absurdo, de sus frustraciones, de sus debilidades, grandezas y miserias. Tarea de una enorme complejidad, pero que a quien conoce a Shakespeare y avanza en la lectura de Balzac, sin descuidar la narrativa colombiana y las consejas de provincia, les es posible aventurar.
Es el caso de nuestro héroe, con una cultura literaria de lecturas y oídas formidable, que había desarrollado un fino olfato capaz ver y descubrir las heridas que llevan escondidas en los pliegues de su piel los seres común y corriente, que algunos ignoran por cuanto los consideran del montón; así en el caso de Betty la fea, se convierten en temas de evolución apasionantes, es cuando le brinda la oportunidad al gran público de ver el mutar de su personalidad a diario, junto con el de su autoestima y sentimientos, que, lentamente, a la inversa del hombre que se convierte en el monstruo de la metamorfosis de Kafka, la embellecen.
Esa es la magia narrativa existencial de Fernando Gaitán, que permite al público verse y ver en tercera dimensión a sus contemporáneos. Lo mismo que entender la curva vital de don Armando, un petimetre de moda, que de improviso descubre en el opresivo e íntimo malestar de una modesta secretaria, valores y atractivos que lo sorprenden.
Por supuesto, en Fernando Gaitán, el genio literario, la comprensión del otro no es puramente intuitiva, ni casual, para escribir sus dramas estudia al hombre y recorre las regiones, los pueblos y trata las gentes de la región, como lo hizo antes de lanzarse a desarrollar la trama de café. El escritor normal, puede escribir para sí mismo, como si se tratara de las impresiones de un viaje sin atender las reacciones posibles de los más, sin importar la fama, ni el número de lectores que consiga, en el caso de Gaitán, todo cuenta. Allí está su escrito inicial, en otro papel los eventuales diálogos adaptados a los personajes, en otro las posibles o calculadas reacciones del público, del que se debe calibrar la reacción en el día a día, la famosa sintonía, después vienen los cambios sobre la marcha, de improviso un personaje menor resulta atractivo y se le da más fuerza, se depende de los actores, en todos esos pasos el talento creativo, sin salirse de los real se recrea en lo existencial, allí brilla con tonos fascinantes y luz propia el realismo existencial.
Fernando Gaitán descubre, como de improviso, la alquimia literaria, al convertir el barro de la cotidianidad humana en oro puro y con ansiedad febril avanza a la inmortalidad, que en su caso se da por la conmovedora capacidad literaria de resucitar a los muertos. La trama sigue con Carlos Ardila Lulle, quien, con su visión y musculo financiero vendió Betty la Fea en Europa y Asia, multiplicando su éxito.