Rudolf von Jhering en “La lucha por el Derecho” plantea que a pesar de los obstáculos a veces casi insalvables para conseguir que las normas jurídicas se apliquen y se esclarezcan los más complejos juicios e investigaciones, debemos luchar sin tregua por que prevalezcan la ley y la verdad. La norma vigente en los códigos debe ser defendida hasta que triunfe la justicia. Sin la voluntad individual y social en lucha perenne por el imperio del Derecho, el mismo es letra muerta. El triunfo del imperio de la ley, más que de la fuerza depende de la voluntad individual y colectiva por seguir ese elevado propósito. He ahí el tremendo problema: sin la fuerza moral el derecho corre el riesgo de sucumbir y que impere el reino de la fuerza, de la injusticia y la corrupción.
El silencio de la sociedad frente al delito y el crimen lo hacen progresar y alimentan su fuerza negativa. El mutismo de los medios de comunicación, la incapacidad de bucear en la oscuridad donde se cocina la violencia en Colombia, fortalece el crimen y sus complicidades. En un país donde las poderosas mafias penetran las instituciones del Estado resulta casi imposible ganar la guerra y eso explica, parcialmente, que tengamos el extravagante caso de ser el país en el cual, en medio siglo de guerra contra la subversión, está persiste y desafía la autoridad. Fuera de eso, cuando las Farc estaban a punto de sucumbir, por los ataques de comando y la aviación oficiales, las instituciones, el Ejecutivo, el Congreso y las Cortes delegan sus atribuciones, para salir a negociar en La Habana, donde se forja una suerte de Carta Política para proteger a las Farc y garantizar la impunidad. La cual está vigente. Es la justicia premio; se premia a los que digan la “verdad”. Se olvida, que la “verdad” de los subversivos nada tiene que ver con la que conoce la sociedad civilizada, sino con su propia conveniencia. Además, su lenguaje aún con las mismas palabras de la contraparte tiene otro significado.
Se dice que Álvaro Gómez bautiza los territorios de las Farc por la zona de Marquetalia, con el nombre de “Repúblicas Independientes”; él se entera de las mismas por un folleto que le entregan unos jóvenes agitadores cuando cruza en auto por los lados de la Universidad Nacional. Lee el escrito y capta el significado geopolítico de tan grave riesgo para el Estado y la sociedad colombiana. No se equivoca. En vibrante artículo en El Siglo las denuncia y su debate en el Congreso es luminoso y despierta la conciencia nacional. La exportación de la revolución cubana nos trajo torrentes de sangre y más muertos que las guerras civiles del pasado, con ominoso daño para la tranquilidad social en campos y ciudades.
Cuando el estadista cae abatido al salir dar su catedra en la Universidad Sergio Arboleda, como lo recuerda su hijo Mauricio Gómez, su lucha frontal es contra el Régimen. El político de casta escoge el enemigo. Al tumbar el Régimen se proponía liberar el país, limpiar los establos políticos, reorganizar y modernizar el Ejército y seleccionar a los mejores de todas las armas para combatir a los que se levantaran contra el Estado, hasta alcanzar la victoria política y militar. Tenía la fórmula para acabar con el principal medio de financiación de los subversivos…El inevitable sospechoso de gestar el magnicidio es el Régimen. Y al Régimen pertenecía todo lo que estuviese podrido.
¿Por qué las Farc se atribuyen el horrendo crimen? Al capitular el Estado en La Habana, se fortalece el Régimen, en impunidad cómplice con las Farc, hoy desesperan por desviar la investigación y burlarse de los servicios de inteligencia, de la justicia, del Presidente Iván Duque, del señor Fiscal, de los altos mandos militares, de la sociedad y hasta de la historia Como decía Voltaire, entre más absurda sea la mentira y más se repita, más credibilidad tendrá. No cabe ninguna otra interpretación sobre el magnicidio del brillante y talentoso estadista, hasta los niños señalan al Régimen…