En Europa, desde la aparición de los chalecos amarillos se hablaba de movilización molecular. En Chile, consideran que el socialismo del siglo XXI en nuestra región avanza mediante la táctica de la guerra subversiva molecular, planteada por un teórico francés. Otros, recogen la referencia al respecto del expresidente Álvaro Uribe Vélez, para referirse al tema de la agitación turbulenta en el país. Entre los políticos del gobierno y de la oposición se considera que el paro es de tipo electorero con el fin de ganar la opinión, como sería el caso de Gustavo Petro, quien figura de primero en las encuestas para conseguir la presidencia. En general, con la prolongación del paro, como el aumento de la violencia, se viene acrecentando la crisis de autoridad en el país, dando muestras evidentes de una falta de liderazgo en casi todas las toldas e instancias estatales. Incluso, se observa a algunas autoridades locales y municipales haciendo el juego a los que so pretextos del paro practican la violencia urbana.
Por cuenta de la Carta de 1991, los ministros de Hacienda en el país se convirtieron en los grandes dispensadores de auxilios parlamentarios, disfrazados como cupos indicativos y otras modalidades, para favorecer a los amigos y comprar a los contrarios. El alto costo de la política en el país truncó la evolución normal de la democracia, en tanto que para llegar al Congreso cuentan más los fondos para la compra de votos que las tesis, ideas y propuestas de los candidatos. En especial en el caso de los que aspiran al Senado, dado que la antidemocrática modalidad dejó sin representación a varios departamentos.
Cuando el Congreso tenía sesiones presenciales era común que en medio de un gran debate llegara el ministro de Hacienda y de inmediato comenzaba un ritual de acercamientos para negociar votos. El ministro era en ese momento el virtual jefe en el Congreso de varios partidos. En el caso de Alberto Carrasquilla, consiguió en diversos gobiernos hacer de las suyas moviendo esos resortes, pese a ser un técnico tan calificado. Quizá, con la idea de una población postrada por la pandemia, domesticada y dispuesta a quedarse en casa, sus asesores debieron pensar que pasaban la reforma tributaria sin más. Por lo que insistieron hasta el último minuto, sin importar mucho las consecuencias en lo social y el desespero colectivo, ni los intereses de los sindicatos y sus aliados. No se daba cuenta que a contrapelo de su proyecto avanzaba una terrible explosión social.
Yo me preguntaba públicamente desde esta esquina, observando el malestar social en tantos rostros que deambulan por las calles y hablando con algunos. ¿resistirán el prestigio de Uribe y de Duque, semejante apuesta de Carrasquilla? Hoy vemos que la reacción popular ha sido sorprendente, supera a los sindicatos y las anteriores movilizaciones juveniles. Y no se trata de un movimiento molecular, vemos a las masas movilizarse por todo el país. Unas masas que están viviendo un proceso revolucionario.
Si el incendio se propaga e intensifica, ningún gobierno resiste la impotencia por falta de autoridad, el desabastecimiento y el paro indefinido. Ello porque estaríamos avanzando en los prolegómenos de la revolución, asunto que se caracteriza por la misma inconciencia de las reses cuando van camino al matadero. Se trataría, entonces, de sobrevivir dentro del sistema democrático adelantándose a los movimientos de masas que buscan por todos los medios quebrar la autoridad, con la colaboración de los dirigentes del para que piden el inmediato retiro de la fuerza pública de las calles.
Aquí tenemos todos los elementos de una guerra civil corta o prolongada. Son numerosos los movimientos subversivos armados, tanto en los campos como en las ciudades. No existe el verdadero ejercicio de la soberanía nacional ni en las costas, ni en el 70 por ciento del territorio. El conflicto armado sigue sin resolverse del todo, ni por la victoria militar, ni por la negociación en La Habana. Quizá, en su momento, faltó la audacia de pactar con los dos bandos al tiempo, con los subversivos y paras, con tal de que abandonaran las armas, bajo penas severas en caso de reincidir.