Asistimos hoy a unas elecciones en donde por cuenta de la subversión de los valores todo puede acontecer. El desafío político y electoral en Colombia, ha sido, históricamente entre pares, que a pesar de sus diferencias y naturales antagonismos, aceptan unas reglas de juego pacificas que permiten el libre debate de las iniciativas, la controversia y las sugerencias de diversa índole sobre el buen gobierno. Al tiempo que la lucha partidista se daba en el terreno de las ideas y propuestas de los distintos candidatos.
Un mínimo de respetabilidad y juego limpio brillaba en medio de las campañas políticas y la competencia por el poder. La corrupción solía ser condenada en los partidos políticos. Laureano Gómez planteaba, de manera tajante, la división entre “oro y escoria”, en referencia a los conservadores que habían sido fieles a los ideales democráticos y de orden, frente a la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. Forjado en la lógica tomista no aceptaba que existiesen justas proporciones para justificar la corrupción. Por aquello del plato de lentejas bíblico, se llamaban lentejos a los colaboradores que rompían la solidaridad partidista y entraban a colaborar con la dictadura.
Nuestra democracia era modesta, más defendía con ardor sus valores y la corrupción era rechazada, denunciada y castigada severamente. Hoy, por cuenta de la subversión de loa valores, las cosas han cambiado, como dice uno de los colaboradores del senador liberal Mario Castaño Pérez, al parecer incurso en varios casos de corrupción: como venta de cargos en el gobierno, le dice a su cómplice “Usted es un marica, usted se va para allá a pensar solo en votos, hay que pensar en el billete, uno tiene que ser empresario antes que político” Luego le explica de dónde vienen los dineros sucios para recaudar los fondos de campaña. Y comentan que por varios años recibirán regalías de los “negocios” con una dependencia del Estado.
Muy seguramente si se investigan o descubren otros casos de corrupción, en los cuales las autoridades logran grabar a los indiciados, en el trasfondo de esos negociados en los que se ven envueltos algunos senadores, se constatará que en parte eso pasa por los impagables costos de algunas campañas políticas para conseguir los votos para ocupar una curul en esa Cámara Alta de la República, apoyar a gobernadores y alcaldes, en durísima y multimillonaria campaña por todo el país. Por supuesto, no todos los legisladores compran la representación, tenemos varios que son dignos y respetables. Por cuenta del “Senado nacional” sufrimos la antidemocrática consecuencia de que varios departamentos de los que más lo necesitan, no tengan voz ni voto en el Senado de la República. Abolir ese sistema antidemocrático de los senadores por circunscripción nacional, casi sin responsabilidad regional, elegidos por cuenta de las chequeras, es fundamental y urgente, para preservar la democracia y depurarla.
En la otra esquina tenemos, desde tiempos del presidente Belisario Betancur, los subversivos amnistiados, que consiguen todas las ventajas en las negociaciones de paz. Como pasa una y otra vez, que en las negociaciones con distintos gobiernos obtienen lo que no pudieron con las armas, puesto que, en las negociaciones de La Habana, acuerdan que los nombren hasta senadores de la República. Una y otra vez, en nombre de la paz los subversivos terminan por conseguir la impunidad y sacar grandes ventajas. Eso demuestra la extrema debilidad de la democracia colombiana. Y explica el auge de Petro.
Y el colmo de la subversión de los valores es que este personaje amenace a la sociedad democrática con arruinarla, castigarla y perseguirla en sus bienes y derechos. A sabiendas que, con acabar con los beneficios de las regalías petrolera, pasaríamos a seguir por el despeñadero y el desastre económico de Venezuela. Pareciera que los colombianos estamos al borde del abismo por la división de los partidarios del orden, que son mayoría, pero olvidan los sabios preceptos de Maquiavelo: “las alianzas se hacen antes de las elecciones”.
Aún queda la posibilidad de la reacción nacional contra el comunismo, la vuelta a la razón en busca de la alternativa de consagrar las energías nacionales al desarrollo en democracia, libertad, orden y justicia social. Es el decálogo de la derecha, hacer posible el anhelo del pueblo colombino en el objetivo primordial de conquistar la seguridad y respeto a la vida, educación, trabajo bien remunerado y, sin excepciones, castigo a los corruptos.