Por lo general, los dirigentes políticos de los países que cuentan con recursos petroleros procuran explotarlos de manera inteligente y provechosa, para de la misma forma invertirlos en desarrollo, política social, aspectos de la deuda externa y solventar gastos importantes del Estado. Es un dogma elemental, puesto que se supone que la economía debe estar al servicio de la Nación. Así fue hasta que comenzó a hacer carrera la demagogia de acabar con la política de hidrocarburos, so pretexto de no contaminar el medio ambiente. Lo más sorprendente es que lo anterior lo afirme un político de un país en desarrollo, que al mismo tiempo se considera un revolucionario y redentor del pueblo.
Por supuesto, Colombia ha tenido en sus entrañas y desde hace siglos el crudo, más el mercado local era modesto, se especulaba con el cuento que apenas las compañías multinacionales extranjeras eran capaces de manejar tan próspero negocio. Por lo mismo, un puñado de empresas foráneas tenían ese monopolio, vital para el desarrollo y la industrialización de los países. Incluso, entre nosotros, se criticaba al emprendedor general Rafael Reyes, por conceder concesiones de explotación petrolera, por entonces y por largo tiempo. Aquí el gas se desperdiciaba. Eso fue de lo más positivo de ese visionario estadista.
Pese a ese esfuerzo, países como México y Venezuela, nos llevaron la delantera en ese multimillonario negocio. Varias veces he recordado que el gobernante que consiguió avanzar en la política nacionalista, creando Ecopetrol, fue Laureano Gómez. Él creía en la capacidad de los colombianos y era un nacionalista insobornable. Se dice que en parte el golpe de Estado que le dieron estuvo estimulado desde el exterior, por haber fundado la empresa más importante del país para su desarrollo. Cuando se afirmaba que estos pueblos eran inferiores e incapaces de explotar cabalmente y con independencia su riqueza, Laureano demostró lo contrario, que teníamos ejecutivos, ingenieros y operarios capaces de explotar el oro negro, como de manejar con visión y pulcritud el negocio.
Por entonces, Venezuela era una potencia petrolera, que vendía el crudo a precio de gallina flaca. Sin Ecopetrol posiblemente nos habríamos amortajado en el atraso, como ha pasado en las regiones más ricas del país, donde la población vive en la miseria cruzando regiones bañadas en oro y otros ricos minerales, que en su mayoría se explotan en la clandestinidad. Todavía nos quejamos del atraso del Chocó, como de la pérdida de Panamá, cuando en su momento el Libertador Simón Bolívar ordena hacer el Canal del Atrato y pensaba en convertir a Panamá en la capital de Colombia, donde convocó al Congreso Anfictiónico. Si Santander hubiese seguido las órdenes del Libertador, quizá conservaríamos a Panamá o por lo menos tendríamos canal propio en el sur del país.
Muchos de los políticos colombianos son negados para el desarrollo. En especial, el notable filósofo y profeta que nos gobierna, Gustavo Petro, que deja con sus insultos perplejas a sus majestades en España, quienes lo condecoraron con la prestigiosa orden de Isabel la Católica, la reina que más hizo en favor de los indígenas y por la justicia social en Hispanoamérica y que defendió a los nativos contra la pretensión de los colonizadores de esclavizarlos, en tiempos en los que la esclavitud aumentaba. Ello originó las positivas Leyes de Indias en favor de los humildes de estas regiones. Petro, tal vez, olvida que habla y piensa en el castellano heredado del siglo de oro español. Es así que, alguna vez, como España y otros pueblos que fueron conquistados por los romanos, por cuenta de la madre Patria ingresamos al mundo occidental.
Pretender acabar y arruinar la industria petrolera de Colombia es demencial. Se trata de un atentado sin precedentes al eventual desarrollo del país, puesto que con esos fondos podemos formar jóvenes profesionales y estimular a otros para que hagan desarrollo y contribuyan a la prosperidad nacional. Sin contar que en el fondo el gobernante recoge el discurso de los explotadores sin entrañas del siglo XX, que decían que estos pueblos eran inferiores para explotar inteligentemente sus riquezas. A menos, que sea verdad eso de que la finalidad del gobierno es volver mendicantes a todos los colombianos, en un utópico régimen de corte comunista.