Así la masa conservadora en casi todo el país votara a conciencia el plebiscito por el No a un mal acuerdo, sigue el compromiso ideológico que tenemos con la paz. El triunfo por el No mostró que en este país lo conservador suele ser una mayoría silenciosa, que cuando se manifiesta, tiene potencial arrollador.
La directiva conservadora opta por el Sí, sin participar en los acuerdos habaneros, dados los compromisos políticos con el Gobierno; lo hizo, al calcular que con la propaganda oficial y los millones derrochados, lo mismo que por estar rebajado en extremo el umbral, podrían hacer el papel de la caballería en las películas del oeste estadounidenses, que siempre al borde de la derrota irrumpen como salvadores.
Tal aporte se compensaría con una importante cuota de poder. No se dieron las expectativas y el conservatismo quedó sin ningún organismo de control y con débil representación burocrática. El presidente de la directiva partidista, Hernán Andrade, amaga con salirse de la coalición, al parecer para forzar que le respeten el compromiso de elegir en la presidencia del Senado de la República a Efraín Cepeda, baluarte del apoyo al Gobierno. La jugada a varias bandas parece triunfante, avanza el acuerdo político con el oficialismo y los partidos de la coalición para que el doctor Cepeda presida el Congreso mientras Andrade hace lo propio en el conservatismo y así ambos actuarán de consuno en tiempos de apretada justa electoral. No alcanzó el esfuerzo para que el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, se retirara a tiempo a buscar la candidatura presidencial conservadora. A su vez, en el Congreso conservadores “indoctrinarios” atentan contra el matrimonio cristiano y la familia.
El denominado fraude constitucional por la manguala de la Corte Constitucional con el Ejecutivo, que vulnera esenciales atributos del Congreso como la libre deliberación e independencia en la formación, votación y aprobación de las leyes que con la modalidad inconstitucional del fast track, pretende hacer de los parlamentarios una especie de eunucos como en los harenes de los sultanes, que pueden ver, oír y sentir, pero incapaces de consumar sus anhelos; convertidos en marionetas. Lo que se legisle en cuanto a lo pactado con las Farc sobre el posconflicto se maneja en el Congreso de manera irregular. Más siguen los cupos indicativos y las gabelas…
En cuanto los acuerdos de La Habana y el Colón, como se sabe, constituyen una formidable reforma desestabilizadora del Estado a contrapelo de la Carta del 91, al carecer del contrapeso conservador y de otras fuerzas políticas de orden, como es el caso de las que capitanea Álvaro Uribe. Incluso, con matices distintos, se repite ese fenómeno con Cambio Radical como partido de orden, así su jefe Germán Vargas Lleras, al amparo de sus visibles ejecutorias, guarde calculado silencio, en tanto sube en las encuestas.
En la arena política amagan por irrumpir varias docenas de candidatos presidenciales, animados a seguir los pasos de Macron, quien tuvo la rara iniciativa de casarse con la abuelita, con los mejores resultados en su formación, siendo un nostálgico liberal decimonónico que contradice con su vida las teorías educativas del Emilio de Rousseau y llega al poder por el voto masivo francés contra madame Le Pen.
Álvaro Uribe, es el más poderoso elector frente a un Juan Manuel Santos, agasajado en los cenáculos del exterior, mermado en las encuestas y con escaso poder de maniobra. Álvaro Uribe y el expresidente Andrés Pastrana, con Marta Lucia Ramírez y varios compromisarios, negocian una coalición para intentar ganar en la primera vuelta. Alejandro Ordoñez, se lanza con David Name de vice. Lo que precipitara otras alianzas políticas con el mismo fin, como la que capitanea Humberto De la Calle, las independientes y las de la izquierda.
Insultan la inteligencia y la justicia los casos ominosos en los que los falsos testigos han conseguido que personas inocentes, valiosas y respetables, caigan con sus huesos a la cárcel, como el emblemático caso de Luis Alfredo Ramos o el coronel Alfonso Plazas. Es principio universal de lo conservador: que en el frontispicio del Estado debe consagrarse la justicia. Sin justicia no se consolidan la paz, ni la democracia. Lo conservador defiende el imperio de la ley y el Estado de derecho, clave del orden. El Estado sin justicia o sumido en la politiquería, cae en la iniquidad. Sin justicia en los acuerdos de paz, los facinerosos estiman que entre más incendios, depredaciones, atentados contra la sociedad civil, junto con el terrorismo, las celestinas del Régimen los van a premiar en futuros acuerdos de paz y que “la burguesía cobarde y explotadora” representada en La Habana, combatida durante 50 sangrientos años, les debe el poder.