Desde el momento en el cual la búsqueda de la paz en Colombia dejó de ser un asunto vital de la política nacional para restablecer la soberanía y el imperio de la ley, se dejó de pensar a largo plazo y se abandonó la alta política. Al durar tanto tiempo el conflicto armado y por la poca voluntad de los gobiernos de extirpar de raíz el mal, se redujo la negociación a un esfuerzo de las partes por sacar mezquinas ventajas con fines electorales. La Nación, que tenía el deber de respaldar la acción de los militares contra su subversión, dejó que el tema pasara a un segundo plano, en especial en cuanto la acción terrorista de los subversivos se desarrollaba en lo fundamental en la periferia. Pocos colombianos pensantes y que expresan sus opiniones en los medios de comunicación se detuvieron a examinar que en la periferia nativa se concentra la mayor riqueza del país, en gran parte sin explotar.
La ausencia de la presencia del Estado, de jueces, de servidores públicos, así como de actividades legales productivas, facilitó el cruel imperio de la violencia y la ley del más fuerte, mucho antes que surgieran las guerrillas liberales y después las castristas. Por supuesto, cualquier investigador y conocedor de los problemas sociales sabía que para detener la hemorragia sangrienta de la violencia en las zonas abandonadas del país, era fundamental pensar en un plan de desarrollo para incorporarlas al esfuerzo económico colectivo. Lo primero, fomentar la infraestructura. En este tema nos movemos en un círculo vicioso, no se invierte por cuanto se carece de infraestructura y tampoco se invierte en la misma por ausencia de una economía legal.
Luego se da el caso de los colonos y campesinos que con sacrificio y enorme esfuerzo logran cultivar o engordar el ganado, gracias a la Caja Agraria, que les prestaba a lo largo y ancho del país, convertida en el más poderoso motor de desarrollo. Las Farc y otros grupos subversivos la emprenden con las instalaciones de la entidad fundada en buena hora por el presidente Mariano Ospina Pérez, un campeón del propósito inconmovible de sacar a Colombia del atraso. Los neoliberales desmesurados que influyen en los acuerdos comerciales internacionales se comprometieron a acabar la entidad para que en el exterior no nos acusaran de competencia agrícola desleal. También la corrupción la dinamitó, dejando a los campesinos y los agentes del cambio en el sector agrícola a la intemperie. Fuera de eso, las Farc practicaron una política de tierra arrasada dinamitando puentes y destruyendo las estaciones de policía. Todo lo cual facilitó la perpetuación de la violencia y el crimen.
Por lo tanto, para acabar con el imperio de los violentos y el terror en esas zonas resulta fundamental abrir canales de crédito, asesoría técnica y vías de penetración. Fomentar una positiva calidad de vida y seguridad en las zonas rescatadas a los terroristas. En vez de que se diera esa oportunidad para el desarrollo por cuenta de una combinación de esfuerzos del sector público y privado, se postergó la idea de un gran plan de desarrollo como lo pensaba Álvaro Gómez Hurtado, que liberara económicamente la periferia del país. Al mismo tiempo se han opuesto las fuerzas políticas progresistas a que el sector privado haga grandes inversiones en los campos, cuando es una de las fórmulas elementales para salir del atraso y la pobreza.
Varias veces hemos propuesto que se siembren árboles en la Orinoquia, unas ocho millones de hectáreas, que convertirían la región en un gran polo de desarrollo, fuente de empleo legal para millares de seres y de un nuevo amanecer para el pueblo trabajador. Tenemos la tierra, el sol, el agua, la posibilidad de energía. Los cultivadores de palma africana han extendido sus cultivos demostrando que la iniciativa privada es capaz de transformar el país. Grandes empresas y particulares del exterior están interesados en proyectos macro de ese tipo, en los cuales se puede provecha la rica experiencia de Brasil, que ha conseguido los mayores éxitos agrícolas con estudios in situ y tecnología propia. Claro, es preciso promover la infraestructura. Lo mismo que es esencial crear una comunidad organizada y comunicada en esas regiones apartadas, como ir pensando en proyectos urbanos macro. Es preciso derrotar el atraso e impulsar el desarrollo elevando el nivel cultural de nuestras gentes y facilitando el apoyo financiero para incorporar a la economía nacional esas ricas y extensas zonas.
Es de recordar que el libertador Simón Bolívar mediante un decreto ecológico ordenaba que se sembraran un millón de árboles en la Orinoquía, en donde un vez más se destaca la visión del desarrollo que tenían desde época.