El agrietamiento de la democracia en Hispanoamérica está íntimamente ligado a la crisis de los partidos conservadores y de derecha. Crisis que no es de hoy, sino que viene desde el siglo pasado.
En Argentina, bajo gobiernos conservadores, se avanza a tal punto que Buenos Aires se convierte en una de las ciudades más importantes del mundo en lo cultural y económico. La crisis del conservatismo le abre las puertas del poder al radicalismo, al socialismo, el populismo y el militarismo de diverso signo, fuerzas que, tienen algunos objetivos sociales de avanzada, pese a que suelen caen en la demagogia y malbaratar los recursos estatales. Argentina, sin la fuerza conservadora retrocede en lo económico y en casi todos los campos. Lo mismo se repite en menor grado en nuestra región. Es evidente que para que surja el mínimo equilibrio democrático y los avances sociales para el cambio, se requiere un conservatismo que sea capaz de orientar la sociedad y defender los valores civiles conquistados con tanto esfuerzo y sacrificio.
En tanto, en Chile, modelo hasta entonces del sistema democrático en la región, periclitan un tanto las fuerzas políticas conservadoras. El presidente Frei, pese a que Alessandri aventajaba en votos a Allende, tercia a favor del socialista en la elección parlamentaria, empujando el país a un gobierno a la cubana, que los conducirá fatalmente a la ruina económica y social, como al golpe de Estado.
Fenómenos similares se dan en mayor o menor grado en la región. En Uruguay, gobierna con Mujica el socialismo moderado. Hoy está en el poder Luis Lacalle Pou, conservador exitoso, como su padre. En Perú, se da el gobierno militar de izquierda de Velasco Alvarado, lo mismo que con Allan García, en su primer gobierno, en el segundo sigue el norte democrático de tendencia progresista, sigue el ensayo nacionalista y desarrollista de Fujimori. Sube el demagogo Castillo, que intenta un autogolpe y termina en prisión. Dina Boluarte, le sucede para fortalecer la democracia y restaurar el orden.
En Brasil, surgen diversos gobiernos militares como contrapeso al avance izquierdista de tinte revolucionario, que se modera un tanto con Lula. En Bolivia y en Ecuador, las fuerzas conservadoras se debilitan y la izquierda se fortalece. Laso, adelanta las elecciones y estamos a la espera del crucial rito electoral. Venezuela pasa por fenómenos similares de la dictadura a la democracia, para seguir con Hugo Chávez el modelo cubano hasta hoy. En cuando se dan los golpes militares, es evidente que lo conservador está en crisis, como cuando avanza la revolución.
Puede decirse que donde la ideología conservadora, que defienden los partidarios del orden democráticos, desparece el sistema y a semejanza del organismo humano, pierde la capacidad de producir anticuerpos para derrotar los virus políticos malignos, demagógicos y disolventes.
Por supuesto, Colombia no es la excepción. Desde el momento en que el conservatismo se debilita en lo ideológico, se divide y se va convirtiendo en partido bisagra, dejando de ser alternativa. Lo mismo pasa cuando se abandonan en política los grandes objetivos. Precisamente, entre nosotros, la crisis se ahonda en el momento que las balas homicidas cobran la vida del estadista Álvaro Gómez, quien convocaba a destruir el Régimen, restaurar el orden y hacer desarrollo. A partir de su sacrificio el sistema democrático se debilita y con Samper al mando la relación con EE UU periclita.
Lo sucede Andrés Pastrana, quien intenta hacer la paz con las Farc, en tanto el secretariado termina por abandonar las negociaciones. Posteriormente, Álvaro Uribe, se enfrenta con denuedo a las Farc y anuncia que militarmente las puede vencer, misión a la que se entrega durante dos gobiernos seguidos Después, apoya a Juan Manuel Santos, para finiquitar la tarea militar, el cual resuelve negociar la paz en La Habana, pese a que un plebiscito en contrario le mostraba la desaprobación de la mayoría de la Nación. El drama, es que los subversivos colombianos cuentan con apoyo externo.
Hoy el 70 % del territorio nacional está bajo influjo ilegal de la subversión y las bandas de facinerosos que avanzan sobre las ciudades. En tan fatales circunstancias se desarrolla la campaña electoral, a espaldas de la violencia, por perpetuarse la izquierda en el control de las grandes urbes, y los partidos democráticos en división suicida por recuperar el espacio político urbano.