Pese al disco rayado sobre las bondades del acuerdo de paz que pactaron los negociadores del gobierno con las Farc, la sociedad consternada se percata de la capitulación del régimen en La Habana.
En los Estados Unidos, los estrategas al repasar la letra menuda del acuerdo de La Habana y el del Colón se sorprenden. Al analizar los detalles de la “negociación” no entienden córno del mandato de Álvaro Uribe, a un cacho de ganar la guerra, tras el bombardeo al campamento del canciller de las Farc en Ecuador y la barrida durante el gobierno Santos de casi todos los miembros del Secretariado, pasamos a la decrepita diplomacia rodillona. ¿En Washington, socio fundamental del Plan Colombia, recuerdan con escalofrío que de improviso se topan con los alcances de un acuerdo oficial con las Farc, que les concede la impunidad total, a contrapelo de un mundo que lucha de manera angustiosa contra el terrorismo?
Mientras la Corte Constitucional mantuvo la tenaza con el Ejecutivo, con el cuento de que el acuerdo con las Farc entraba al bloque de constitucionalidad, razón por la cual le cercena al Congreso la capacidad de intervenir y debatir las leyes del posconflicto que presenta el gobernante en exclusiva para que las aprueben sin chistar mediante el procedimiento del “fast track”, los voceros de las Farc celebraban victoriosos y brindaban por la sensatez y el brillante juego de la Corte y el Ejecutivo.
Enrique Santiago, asesor de las Farc, de los que más pontifica sobre las bondades del acuerdo de La Habana y exalta a los magistrados por cercenar las facultades al Congreso, señala que el fallo de la Corte Constitucional, que declaró inexequibles los límites a los congresistas para proponer ajustes a las leyes que desarrollan el acuerdo de paz -quizá, para no caer en los mismos vicios del Tribunal Supremo de Venezuela- . En reciente reportaje dice: “la declaratoria de inexequibilidad permite que se presenten modificaciones que no se van a ajustar al acuerdo final y que los debates se prolonguen eternamente. Va a ser mucho más sencillo que los enemigos de la paz los dilaten intencionadamente con el fin de agotar los seis meses del fast track“”. Esos enemigos son los que reclaman que se cumpla la ley. Santiago, agrega: “La Corte, al limitar las normas para la implementación rápida, habrá sido consciente de que provoca todo tipo de retrasos, entre esos la dejación de armas”. Para él, los enemigos son los defensores del orden y la Constitución, que rechazan que se trance la ley y prevalezca la impunidad. Sorprende el silencio conservador…
En el pasado para justificar la violencia se invocaba el marxismo y la lucha de clases, hoy las Farc postulan que no fueron vencidas militarmente y por ganar la negociación entran a la política con banderas desplegadas para seguir el modelo cubano, como el socialismo del siglo XXI. Manes del perdón e indulto habanero, que conduce a la subversión de los valores democráticos. Fuera de las curules regaladas que tendrán las Farc y las que obtengan directamente en las elecciones, en parte gracias a la financiación que tienen garantizada, les otorgan extensas regiones en las zonas de la periferia convertidas geopolíticamente en estratégicas “repúblicas independientes” protegidas por el Estado.
Cuando los foráneos se enteran que Colombia ganaba la guerra y para firmar la paz entregó los restos, nos miran con asombro y no entienden nada. Nos preguntan: ¿No se dan cuenta que dejan las puertas abiertas para que otros terroristas, mañana pretendan obtener las mismas gabelas de las Farc? ¿Cómo es posible que tras tan colosales sacrificios en vidas humanas y montañas de dinero para la defensa de la sociedad, se amenace a los propietarios de la tierra con la expropiación? Y que los habaneros reestructuren el Estado con la aprobación del Congreso. Un legislador me confiesa que allí se respira un aire nauseabundo.
En tanto el ELN negocia e intensifica la violencia. Con atentados, secuestros y terrorismo pretende superar a las Farc y ganar más gabelas de firmar la paz.
La genuflexión frente a los violentos contrasta con el triunfo popular del No en el referendo por la paz, momento político que desaprovecha el Gobierno, como el respiro que da la Corte para renegociar. Se agrava la descomposición social, trepida la violencia, prevalece el modelo pacifista prerrevolucionario de ceder en todo que conduce a la quiebra del Estado y resultamos bufones internacionales. El Congreso y el conservatismo tienen la oportunidad histórica de enmendar la plana.