“Persiste afán de enlodar a Fuerzas Armadas”
Tras los acontecimientos que han precipitado la ruptura de las Farc con el gobierno de Iván Duque, seguidos de un pavoroso atentado terrorista contra la joven candidata a la alcaldía de Suárez, Cauca, el Estado debe recuperar el derecho a la legítima defensa. Lo mismo que los ciudadanos están en el deber de exigirle que les devuelva la paz que está consagrada en la Constitución. Estos trágicos hechos se dan en medio de una campaña de desprestigio de la institución castrense y contra su comandante el general Nicacio Martínez, que en parte busca inmovilizar al alto oficial con miras a paralizar y desviar la atención de las Fuerzas Armadas y la sociedad.
Cuando es de público conocimiento que la mayoría de las denuncias sobre malos manejos en el sector castrense ocurrieron antes que el prestigioso oficial llegara a la cúspide del mando militar, lo mismo que se afirma en documentos que circulan vía anónima, que otros escándalos como el de la aviación militar son más graves y cuantiosos. Nos informan que denuncias consignadas por cientos de oficiales se han engavetado y que el malestar sigue en la institución por cuenta del injusto trato que sufren oficiales y soldados por los escándalos judiciales de unos pocos, que de ser culpables empañan el prestigio de la institución, en la que la gran mayoría son hombres de honor. Hasta se repite en escritos que Vivanco, famoso defensor de los derechos humanos, ha sido asaltado en su buena fe con denuncias a oficiales inocentes. Vaya uno a saber que es verdad o mentira en estos casos, hasta que no se produzca la investigación y el fallo de la justicia.
Lo que es claro es que en los círculos contestatarios persiste el afán de enlodar a las Fuerzas Armadas y desmoralizarlas. Sin mística los soldados no luchan con ardor contra los que les disparan desde la oscuridad del atentado personal y terrorista. Sin mística ni respaldo de la clase dirigente los soldados se sienten desamparados. Sin fuero militar los soldados se convierten en particulares, propensos a ser convertidos en chivos emisarios de la violencia. En la defensa de la ley han muerto más de 30.000 soldados en Colombia. Todo lo cual conspira para que se pueda recuperar pronto la soberanía en las regiones de la periferia del país, mucho menos con unas fronteras permeables, erizadas de misiles hostiles, millares de hectáreas sembradas de coca y un presupuesto militar reducido de manera exagerada para financiar el post conflicto, más unos servicios de inteligencia debilitados.
Se critica al general Nicacio Martínez por exigir resultados a sus soldados, cuando ese es su deber, como el de fortalecer la inteligencia militar, siendo esa una tarea primordial. En países europeos donde no existen grupos subversivos e impera el orden, sorprende que en el siglo XXI se combata en el propio territorio a los alzados en armas, más ellos tienen experiencia en la lucha contra el terrorismo y no debían sorprenderse y ser más solidarios. La eficacia del mando militar se mide de manera primordial por los resultados, por lo que el Comandante en jefe debe hacer seguimiento a los mismos. Ese es su deber.
Por lo pronto, de lo que se trata ahora es de recuperar la mística de los soldados con la finalidad que puedan luchar como valientes y con el apoyo profesional para alcanzar la victoria. Poner la casa en orden, fumigar los cultivos ilícitos, perseguirlos hasta sus guaridas es la misión de las tropas con miras a la victoria. Se trata de devolverle a las Fuerzas Armadas la iniciativa militar y salir a la ofensiva. La doctrina de la inactividad y la disuasión militar como precio del posconflicto ha muerto con el desafío de las exjefes de Farc que se rearmaron. Corresponde a los militares adelantarse a los golpes de la subversión y avanzar para proteger a la población civil en todo el país, tarea ciclópea que requiere del apoyo de la sociedad colombiana.
La finalidad de las tropas es recuperar la soberanía en todo el país y en las fronteras. En caso de fracasar en ese empeño heroico y estratégico, el país amenaza convertirse en otra Siria. Lo que no se le escapa en su inteligencia política al presidente Iván Duque, que no hace concesiones a los terroristas y entiende la dimensión de su deber político y ante la historia. Por lo que las tropas deben responder al afán del gobernante por alcanzar la paz, mostrando resultados visibles en el combate contra los alzados en armas y en el esfuerzo por evitar los actos terroristas y los ataques a la sociedad civil. ¿No habrá un congresista, uno que se atreva promover la iniciativa del fuero militar y estímulo en los ascensos a los militares que obtengan resultados en la lucha contra los subversivos? Quién lo proponga sería un héroe del orden y haría un acto de reivindicación militar que pasaría a los anales de nuestra historia y, quizás, recoja el guante una paloma.