Esta semana ha estado signada por el malestar político y social en torno a los proyectos del gobierno en su reforma tributaria, aprobada sin el debido debate y, al parecer, con visos de inconstitucionalidad. No se trata en exclusiva de comerciantes que se verían seriamente perjudicados, sino de más de un millón de improvisados vendedores de refrescos que los ofrecen en las esquinas de la barriada y que venden sus productos a la intemperie a los más vulnerables, muchos de esos clientes son estudiantes, desplazados y gentes de todas las edades que intentan sobrevivir en medio de la crisis y la falta de empleo.
Como lo registran diversos informes de prensa y las redes sociales, la carga impositiva a las bebidas azucaradas afecta de manera injusta y dramática a la población más vulnerable. En consecuencia, podrían desaparecer por esa medida entre 250.000 y 300 mil tiendas entre las 450.000 formalizadas. Eso tendría un pésimo efecto entre la población más golpeada por la inflación y la falta de oportunidades, que son millones de colombianos pobres, mientras los más pudientes pueden tomar las bebidas que quieran sin afectar sus bolsillos. Muy seguramente no es eso lo que busca el presidente Gustavo Petro, ni su equipo improvisado de “reformadores”. Por supuesto, si durante la campaña presidencial le hubiesen dicho a la población que hasta la gaseosa se volvería incomparable para el bolsillo popular en su gobierno, millones no lo habrían votado.
Don José Ortega y Gasset sostenía que gobernar requiere una cierta dosis de sosiego, de reflexión, de sentarse a mandar, por lo que muchas cosas de las que dicen los políticos en sus improvisadas campañas, en busca desesperada de votos y al calor de la demagogia, vistas desde el gobierno con cabeza fría y en la praxis, son absurdas y contraproducentes. Ocurre que el gobernante colombiano ha seguido en campaña y no se ha sentado a reflexionar sobre las consecuencias de su credo improvisado por treparse al poder, por lo que depende de sus asesores, muchos de los cuales carecen de experiencia y verdadero olfato político. El presidente, al descalificar a la Junta del Emisor, parece que olvida que su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, asistió y votó, también, en esa ocasión.
Otra prueba de la confusión en el alto gobierno ha sido el famoso encuentro en la Casa de Nariño, con los dirigentes de los taxistas. Uno de los gremios más afectados por el alza de la gasolina. En estos momentos pasan en Bogotá por enormes dificultades y baja de sus ingresos, dado que, por los trancones y los cuellos de botella en las principales vías, apenas consiguen en extenuantes horas de trabajo hacer 6 o 7 carreras por día. Fuera de la competencia con transportadores ilegales que no pagan impuestos. El gremio con varios días de anterioridad a la reunión le presentó al señor presidente un pliego de cargos sobre las aulagas que padecen. EL NUEVO SIGLO y otros medios destacaron el disgusto del dirigente Juan Carlos Bastos, tras la cumbre presidencial: “Para mí esta reunión no sirvió absolutamente para nada. El presidente tuvo ocho días con el pliego de peticiones en la mano y no nos dio una razón concreta. Que sea un presidente serio y nosotros como gremio tenemos que evaluar en una reunión qué vamos a hacer. Allí decidiremos si nos declaramos en asamblea permanente o vamos a paro”.
En el poco tiempo transcurrido desde la pintoresca posesión presidencial el descontento se generaliza en casi todos los sectores de la política y la sociedad. La inseguridad y la violencia campean, crece la inflación, sube el dólar, y las protestas se multiplican.
Mientras, el dirigente de la Andi, Bruce Mac Master, advierte en EL NUEVO SIGLO: “Quisiera arrancar por hablar del recaudo total. Cuando vemos lo que en este momento se conoce alrededor de las finanzas públicas, sabemos que Colombia en el año 2022 tiene un importante incremento en el recaudo del Gobierno Nacional, pasando de $162 billones a $204 billones, con un incremento de cerca de $40 billones”. Y semejante tajada les parece poco… Por la demencia alcabalera y demagógica, van a llevar a la nación a la ruina.
En tanto, reconozco el éxito diplomático de Gustavo Petro y su canciller Álvaro Leyva, por el apoyo del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, en su visita a Bogotá, a la aspiración de la paz total en Colombia.