En los países bajo el sistema democrático las marchas de protesta de los partidos o de la sociedad civil se permiten en tanto no se caiga en graves desmanes, que suelen ser controlados por la autoridad. En los países bajo el sistema represivo del totalitarismo de izquierda, la población amedrentada rara vez protesta y suele ser reprimida con la ayuda de bandas de civiles armados, al final la poblada opositora se desintegra y millares de ciudadanos huyen a terceros países, incapaces de luchar desarmados contra el sistema que viola todos sus derechos fundamentales.
En las democracias maduras las marchas, por gigantescas que sean, rara vez degeneran en actos vandálicos y destrucción, pese a que existe una psicología de masas que puede tornar en violento hasta a los más pacifistas contagiados de los estallidos de pasión de una muchedumbre, sea en estadios, en las afueras o en una concentración pacifista.
Como en los incendios una chispa puede desatar la tragedia, como puede ser el caso de un alza del Sute en Santiago de Chile que afecta el presupuesto familiar o individual, que se suma a la serie de peajes que paga la gente en nuestras sociedades por cuenta de funcionarios que no entienden del malestar social y los límites impositivos y tarifarios oficiales, así de momento no pase nada como ocurre en Colombia, donde le clavan a todos el sobrecosto tarifario por Electricaribe, que tiene un eslogan curioso: “estamos todos”. En esa empresa no se modificar la estructura minada por la corrupción, asunto clave para recuperarla. Lo mismo pasa con la cascada de multas e impuestos en las ciudades, a veces por cuenta de una burocracia arrogante y parasitaria, sin la menor sensibilidad social y que llegan a los cargos a lucrarse a como dé lugar.
Lo cierto es que los mamertos colombianos y del exterior están de fiesta por cuenta de la bomba de tiempo social que le estalla al presidente Sebastián Piñera, que en sus dos gestiones ha hecho una labor positiva e encomiable. Olvidan los mamertos el fracaso económico de Allende, que condujo a un golpe de Estado preventivo para evitar una guerra civil y para recuperar la economía se introdujeron los postulados de la escuela de Chicago, lo que aceleró el crecimiento y generó una crisis que el gobierno solventa con medidas económicas oportunas. En Chile se ensayaron los postulados de Milton Friedman, en condiciones excepcionales y en parte dieron resultados en cuanto a diversificar la economía, mejorar los ingresos y generar riqueza.
Los mamertos y otros sectores políticos cargan contra las diversas modalidades del libre mercado y del neoliberalismo, cuando en Chile la población tiene unos ingresos y calidad de vida superiores a los de Argentina o Brasil y Colombia, ni hablar de Nicaragua o Venezuela. Al parecer, la protesta chilena es más de la clase media que en los últimos años se resiente de los impuestos y la baja en su calidad de vida, en conjunto con otros sectores y agitadores bien organizados, que son los de los incendios y ataque a los gendarmes.
Por supuesto, en Colombia el neoliberalismo más exaltado ha sido partidario de privatizarlo todo y vender empresas como Ecopetrol, tema al cual siempre nos hemos opuesto y recordado que esa empresa se hizo en el gobierno de Laureano Gómez, un nacionalista que le apostaba al desarrollo, comenzando por producir combustible barato para el mismo. Y no solamente se organiza Ecopetrol, Mariano Ospina Pérez, reorganiza la Federación de Cafeteros, crea el Seguro Social, favorece a los trabajadores con las cesantías, crea la Caja Agraria que redime al campesino y fomenta la revolución y expansión agrícola del país. El Banco Popular, prestatario. Misael Pastrana fomenta la vivienda social.
El conservatismo de entonces sigue en buena parte los postulados sociales de la Iglesia Católica, hasta que nuestros economistas -no todos- abandonan el eclecticismo con justicia social económico conservador y se pasan en algunos casos al neoliberalismo salvaje. Por lo que salen a vender las empresas eléctricas, a sabiendas que en manos privadas no habrá un trato especial para el campo, lo que se convierte en uno de los peores obstáculos para la agroindustria, puesto que aquí se paga electricidad y combustible más caro que en Estados Unidos.
En el caso de Álvaro Gómez, es el político conservador que más se ha preocupado por impulsar el crecimiento económico del país, por lo que en los años setenta fomenta el desarrollismo y la prensa de la época lo ataca ferozmente, puesto que consideraban que estábamos condenados al atraso y no debíamos exagerar en materia de desarrollo. El estadista entendía que era preciso crecer y crear riqueza, para así poder mejorar los servicios sociales del Estado y la calidad de vida de los colombianos. Álvaro defiende con ardor el uso de los ferrocarriles y del río Magdalena, para exportar y tenía proyectos para crear industrias en zonas francas de los puertos, al ampliar el Plan Vallejo.
El presidente Iván Duque comparte esa idea del desarrollo. Álvaro, siempre fue un decidido defensor de la planeación, puesto que acariciaba la posibilidad de plan para la desarrollar la periferia del país azotada por la violencia. Es con ideas como esa, con la siembra de 6 u 8 millones de hectáreas de bosque tropical que podemos salir del atraso y derrotar la violencia en la periferia, jamás con el modelo mamerto de empobrecer a todos.