Por estos días de pandemia, duelo, confusión, anarquía, desórdenes, violencia y asaltos continuos contra la autoridad, muchas gentes añoran los tiempos en los que el partido conservador, se esforzaba por mantener el imperio de la ley y el orden. Algunas personas que no militan en el conservatismo y varios conservadores me recuerdan cómo fuimos de inconsecuentes al no haber contribuido a elevar a Álvaro Gómez a la primera magistratura. Otros, comentan: si hubiésemos impulsado el desarrollismo que él promovía, estaríamos entre los países más avanzados. Alguno agrega, es que en Colombia la coalición de los enanos se opone a la grandeza desde los tiempos del Libertador Simón Bolívar, los que por entonces no se limitan a atacarlo en pasquines al servicio del proditorio empeño del vice Santander, sino que asaltan el palacio de San Carlos con la finalidad de asesinarlo la noche septembrina. Pareciera, en ocasiones, me comenta otro contertulio, que este país le tiene aversión a los estadistas notables. Y alguno responde, es increíble que en el siglo XIX, Rafael Núñez, pudiese superar el cerco de nulidades y medianías que se oponían al cambio.
Comparto estas opiniones diversas con los lectores, puesto que, en el caso de Álvaro Gómez Hurtado, se forjaron varias alianzas políticas para impedir que se hicieran los grandes cambios que reclamaba la nación y, por el contrario, se facilitó la llegada al poder de políticos que no le daban ni por los talones. Los que no consiguen impedir que hiciera de continuo grandes propuestas a los colombianos para reformar el Estado y adelantara varios intentos para conseguir un acuerdo sobre lo fundamental.
En estas fechas en las que se conmemoraron 30 años de la Carta del 91, es de recordar que 20 años antes el estadista conservador venía proponiendo “La Constituyente como ejercicio de inteligencia”, desde El Siglo y en diversas conferencias. Y agregaba: “Hemos convenido la sugerencia de convocar una constituyente, como una cautivante oportunidad de pensar. El tema del derecho público está hoy abierto a los ingenios y es una condición privilegiada cuando existen colectividades políticas con dos armónicas. Sólo los partidos exhaustos que se han anquilosado, deben tenerle miedo a ese desafío”. Es de recordar que en la actualidad estamos bajo el imperio del multipartidismo electoral sin mayor ideología ni principios, como medio de conseguir personería partidista, negociar avales y obtener gajes y contratos con el gobierno de turno, lo que dificulta en grado superlativo el ejercicio de la alta política.
Álvaro Gómez afirmaba: “organizar el Estado es, al fin y al cabo, la gran tarea de la política. Hay quienes creen que esa obra se concentra más bien en el ejercicio del poder. Pero el poder puede orientarse bien al simple usufructo de sus gajes, o bien al perfeccionamiento institucional. No cabe duda que esta vertiente es la que ennoblece”. Y agregaba un comentario que tiene hoy más vigencia que nunca: “Nada es más deplorable y triste en el campo de la política que ver morir las instituciones por obsolescencia” También aclara: “Sucede cuando las generaciones carecen de capacidad de pensamiento y se resignan a vivir pendientes de una estructura institucional que se desmorona”.
Tuvieron que pasar 20 años para que, en 1991 después del secuestro y amnistiado el M-19, y con acuerdo de los partidos se avanzara a la Constituyente, donde el dirigente conservador se batió por la defensa del cambio con la creación de la Fiscalía; se fortalece la justicia, se establece un plan nacional de desarrollo con la idea de impulsar la economía con la positiva intervención del Estado, al tiempo que se atraen los capitales extranjeros y se favorece a los nativos. Sin que consiguiese consignar otros de sus decisivos postulados, dado que estaba en minoría, con respecto al M-19 y el liberalismo. Por lo que, como lo comenté en otra oportunidad, consideraba cuando regresó al país al dejar la diplomacia, que era necesario hacer algunas reformas a la Carta del 91 con miras a fortalecer el Estado y combatir con eficacia los alzados en armas y terroristas.
Sería conveniente ahora que aparece tanto espontáneo con pretensiones presidenciales, que se les haga una suerte de test, para saber qué aspectos de las propuestas de Álvaro Gómez estarían dispuestos a defender y consagrar para alcanzar la paz y el desarrollo. Al igual, si prefieren un Estado débil o fuerte.