Por la creatividad de los argentinos, la migración y el impulso político aupado por el contacto intelectual con Europa, en el siglo XX el país austral se convirtió en un verdadero laboratorio político, donde se organizaron partidos de variopintas tendencias, desde la extrema derecha nazi, antes de la Segunda Guerra Mundial, lo mismo que de los diversos matices de la extrema izquierda internacional, junto con agentes anarquistas, así como una proliferación de logias nacionalistas y radicales entre los militares.
Juan Domingo Perón, inspirador de una de las logias militares, viaja a Italia con la expresa misión de conocer la obra de Mussolini, quien había levantado la consigna del puño cerrado para enfrentar a la izquierda comunista que en ese entonces se manejaba desde Moscú, y que conseguía mover a sus agentes del proletariado contra la democracia europea.
Los intelectuales de moda, en especial en Francia, Italia y Alemania, eran casi todos de izquierda, incluso proliferaban los curas obreros que simpatizaban con la demagogia zurda, igual que varios de los más importantes medios de comunicación, por lo que los demócratas fueron perdiendo terreno y la izquierda ganando a las masas. Hasta que aparece Mussolini, quien, con sus camisas negras y su simbolismo a la romana, se gana al pueblo y enfrenta en las calles a socialistas y comunistas, derrotándolos una y otra vez. Lo que significa que al no conseguir la democracia centrista europea derrotar a la izquierda, ni defender el sistema, los hombres de Lenin entran a dominar mediante la táctica del terror y la intimidación a los demócratas.
El militarismo emerge con la tesis que al final cuando la democracia fracasa, apenas puede salvar a la sociedad de caer en las garras del marxismo un pelotón de soldados que ponga orden. Soldados, que, como decía Napoleón, no se pueden sentar en sus bayonetas, se entienden con algunos dirigentes capaces de capitanear el cambio. Así, como se debe anotar que algunos soldados sin una verdadera formación política derivan del nacionalismo sano a convertirse en agentes del marxismo, como ha pasado en varios países de nuestra región. Eso es lo entiende Perón en Italia, lo mismo que en Alemania. Perón confiesa que lo impresiona vivamente el fascismo, lo mismo que la organización en torno a Hitler de los alemanes.
Cuenta, también que esos modelos le interesaron más con la idea de no cometer sus errores y no caer en el racismo, que, en Argentina, un país hispánico con un crisol de razas, no tendría futuro. Más bien, fueron de improviso los socialistas peruanos los que intentan un racismo indígena, que no resultó, en cuanto los mismos, descendientes de los incas no los consideraban sus representantes. Eso le pasó a Víctor Haya de la Torre y a varios de sus pupilos. Pese a lo cual Alan García logra llegar a la presidencia del Perú, en dos oportunidades, por la vía electoral, para suicidarse al sentirse perseguido por los líos de los sobornos de Odebrecht, cuando se construyó el Metro de Lima.
El militarismo argentino y sus diversas logias perderán espacio con el derrumbe del fascismo europeo. Por entonces renuncian a extender su influjo por los países vecinos y con Perón se proponen ganarse a los sindicatos y el proletariado que se concentra en Buenos Aires. Un golpe de mano de los militares y la marina, determina que Perón pase del ministerio de Trabajo a la prisión. Los sindicalistas se levantan y con Eva Perón amenazan incendiar la capital del tango. Perón derrota una coalición de partidos en elecciones libres, maneja parte de los gigantescos recursos que encuentra al llegar al poder, fruto de las ventas a Europa de alimentos durante la Segunda Guerra Mundial. Ensaya industrializar el país, al tiempo que fortalece los sindicatos, que con sus reclamos exorbitantes terminar por fundir los industriales, que deben competir con la Europa reindustrializada y los Estados Unidos. El mercado interno argentino es modesto comparado con las potencias. Así que la idea de convertir la Argentina en una potencia se desvanece en la crisis de desarrollo. Más el peronismo sigue en el poder con su jefe en el exilio, en alianza o contra los militares e incluso muerto su fundador.
Sin embargo, la Argentina de hoy tiene el capital valioso humano para ser una potencia, pese a que de país desarrollado deriva en el atraso. Como laboratorio político libra la lucha entre el modelo neoliberal, con el formidable apoyo del FMI y sus 57.000 millones de dólares, que no consiguen destrabar la economía, en confrontación con el trasnochado socialismo del siglo XXI. Macri tiene el mérito de haber conseguido terminar su mandato sin perturbaciones en los cuarteles, como de jugársela con el modelo económico que vendió en su campaña, sin que aún se reponga de los pésimos resultados. Más la Argentina sigue el duelo entre el modelo neoliberal del FMI o el socialismo del siglo XXI, a menos que Alberto Fernández encuentre una tercera vía económica, como, en cierta forma, lo hizo el general Charles De Gaulle en Francia.