Hace 22 años, unas cuantas horas antes del cobarde magnicidio del que fue víctima el jefe conservador, Álvaro Gómez Hurtado, en entrevista al destacado periodista Julio Nieto Bernal, explicó el norte de su política contra el Régimen durante el gobierno de Ernesto Samper. Ahora, cuando ese abominable atentado de más de dos décadas de impunidad ha sido declarado crimen de lesa humanidad, se rescatan algunas de sus sentencias de ese momento crucial de su gesta política, con la finalidad de dimensionar históricamente los alcances de una denodada lucha, que sirve para entender las posibles motivaciones del crimen. Lo mismo que valorar la decisión de la Fiscalía a cargo del abogado Néstor Luís Martínez, cuyo despacho toma dicha determinación.
Ese día, Nieto presenta a Álvaro como el político que por su prestigio encarna la conciencia nacional. Y le pregunta sobre el viaje que acababa de hacer a Francia.
Álvaro resalta el orden, la tranquilidad y el avance de París, donde se vive un clima, en ese momento, de tranquilidad, de embellecimiento de la ciudad y de enorme solidaridad de la población, para precaver el terrorismo que lanza sus sangrientos desafíos.
Cuando Nieto recuerda lo de los dineros calientes en la campaña de Samper, dice que eso ya se esclareció. Se sabe que ocurrió así y que eso afecta la credibilidad del Régimen. El Gobierno no ha conseguido ninguna forma de recuperar la credibilidad. Así como cuestiona que el Gobierno acuda a la Comisión Acusaciones para que investiguen su caso. Considera que es un paso en falso por lo que está desacreditada. Se descubrieron los cheques, los dineros ilegales y quedo claro que en la segunda vuelta se había apelado a esos fondos para llegar al poder.
Insiste Álvaro Gómez en su sentencia “el presidente no se va caer” pero “no puede quedarse” debe tomar la determinación de irse. Considera que en estos casos debe aproximarse a la grandeza.
Al renunciar el vicepresidente y caer en el mismo saco por ser elegido en la fórmula cuestionada, según el político conservador podría el gobernante nombrar un ministro, que debe ser liberal y que puede culminar ese gobierno y enderezar el país.
En tal caso, el Congreso no elige a otro sucesor, y de elegir lo hace nombrando al ministro señalado para la transición. A partir de ese momento saldría la política de los conciliábulos de los partidos, que ya estaban hundidos en el clientelismo. Es una política compleja a varias bandas. Las posibilidades de la grandeza están por ahí.
Se debe intentar escapar de la trampa del Régimen. Eso era lo que planteaba el dirigente conservador. El Gobierno, a su juicio, se desgastaba cada día en hacer la defensa de su gestión. Luego estaba capturado por el Régimen y no tenía capacidad de gobernar. Gómez dice que se debe nombrar gente nueva, hasta se podría recurrir a un químico, alguien que no tuviese que ver con el Régimen. Se trataría entonces de invocar a la Nación en un nuevo Acuerdo sobre lo Fundamental. Lo que significa que esa persona que se nombrara debería regirse por dicho acuerdo.
Para reforzar su argumento de limpiar los establos del Régimen, sostiene que él, que tiene algunos méritos y una larga trayectoria política, si se lanzara al concejo de Chía, posiblemente no saldría en cuanto no tendría la plata para cubrir los escandalosos fondos que demanda esa lección.
El momento en el cual Álvaro Gómez propone públicamente esa salida política, tanto los amigos, como los enemigos del Régimen, como otras fuerzas disolventes, entran en estado de alerta. Se prenden las alarmas. En cuanto Gómez sostiene que no se debe acudir a las Fuerzas Armadas, ni a la huelga.
¿Hasta dónde el Régimen, que no tiene jefe, que es amorfo, en el cual se mueven fuerzas peligrosas y contradictorias, tolera que salga o saquen del poder el gobernante? ¿Y hasta donde el inquilino de la Casa de Nariño, acepta el reto? ¿Y otras fuerzas disolventes?
Se trata de una jugada política a muchas bandas, muy bien concebida y riesgosa. A las pocas horas de su famosa intervención lo eliminan. Sigue la fatalidad de un país sumido en la decadencia y la perversión del sistema. Y Samper proclama “Aquí estoy y aquí me quedo”. El Régimen manda, demuestra que es poderoso y que no vacila ante nada. Han pasado más de dos décadas y el crimen sigue en la impunidad. Hoy los colombianos pensantes tienen conciencia que ese 2 de noviembre de 1995 no solamente se elimina a Álvaro Gómez, sino -por el momento- la posibilidad de grandeza en la política nacional.