“Izquierda de corte chavista ha penetrado la piel de los catalanes”
Es verdad que de alguna manera las ideologías están en crisis, que las nociones de derecha e izquierda en no pocos casos se desvanecen, que existen diversos matices contradictorios y que se es de derecha, de izquierda o de centro con relación a un punto de referencia. No basta declararse de determinado signo político para ser parte del mismo. Unos que se consideran de izquierda, en ciertos temas se confunden con la derecha. Lo que en un momento dado de la historia se entiende por derecha suele variar con el transcurrir del tiempo. Los viejos revolucionarios llegan a parecer conservadores en el gobierno. La discusión podría darse al infinito. Siempre habrá en política algún disconforme y otros que piensen reformar las cosas por medio de la política, frente a los que apelan a la violencia sean de derecha o izquierda. Lo mismo que se dan temperamentos políticos disimiles. En Colombia, se estableció que a los conservadores se les podía reconocer por el caminado, por el talante. Fuera de eso, en política no faltan los que intentan interpretar el mundo en el que les correspondió vivir, lo que puede conducir a posturas políticas antagónicas.
En España se dice que los que entienden la raíz de su historia son amigos de la fiesta taurina, como un antiguo rito mitológico, como el desafío del hombre a la bestia, como el autodominio del hombre frente al minotauro, hasta vencerlo. Resulta que en Cataluña han desarrollado todo un discurso contra las corridas como una forma de singularizase y manifestar animadversión contra el emocionante espectáculo. Dicho discurso se ha convertido para las gentes de otras latitudes en un motivo de manifestarse contra la hispanidad y sus costumbres, que llega incluso hasta nosotros.
En Cartagena, el alcalde de la ciudad, de apellido paisa, pero nacido en Cartagena, de entrada prohíbe las corridas. Se comete una alcaldada y se atenta, no solamente contra la fiesta taurina, sino contra el turismo y el lucrativo negocio que representa esa actividad. No sabe dicho alcalde que está haciendo eco servil al discurso anti taurino catalán que procura combatir las tradiciones hispánicas, lo que se determina desde la misma escuela y con dineros oficiales. Como los animalistas en Bogotá, cuando atacaron a la concurrencia de la corrida ni se daban cuenta, en algunos casos, que estaban haciendo el juego a los agitadores de izquierda.
Los catalanes van más lejos, están contra el castellano, no les gusta que se hable esa noble lengua, ni les importa que sea la que nos comunica en Hispanoamérica, ni que la industria editorial de Cataluña, en gran parte, esté dirigida a nuestra región.
Yo profeso un gran respeto y sana admiración por los catalanes. Barcelona me parece una ciudad maravillosa y sus gentes talentosas y buenas, sin compartir sus esfuerzos separatistas, que entiendo. Lo que se cocina en Cataluña, en particular con Podemos y el resto de secesionistas, es la tendencia política de llevar el chavismo al poder. Se olvida que la corrupción que gangrena a España no es exclusiva de los partidos de orden, en mayor grado han estado inmersos en ella los separatistas, amparados en la impunidad que les brinda un medio judicial regional altamente politizado.
Recobrar la justicia nacional en Cataluña debe ser uno de los objetivos primordiales de la política española. Por lo mismo, se debe tratar el problema catalán con sumo tacto, puesto que son españoles equivocados a los que se debe convencer mediante la cultura y la persuasión, lo que requiere tiempo y no se dilucida en unas elecciones. Quienes a su vez, consideran que los otros no tienen la razón. Lo que no significa que los que por aventurar el separatismo no sean castigados.
Es evidente que la izquierda de corte chavista ha penetrado la piel de los catalanes y de otros sectores de la sociedad española, que están por la República. Olvidan los catalanes que la monarquía española y el Rey emérito Juan Carlos, tienen un compromiso esencial con la democracia, como lo tiene en la actualidad su hijo, el monarca Felipe VI. No reina en España el absolutismo, se tiene un Parlamento y un poder Ejecutivo, donde asumen en democracia sus responsabilidades. Precisamente, por esa tendencia a la disgregación de algunos sectores de la sociedad española, la figura del Rey como elemento de unidad nativa, de congregación de voluntades y equilibrio de poder es fundamental.
La España grande, la que se traslada a nuestra región desde el viaje de Colón, donde con el tiempo se integra dos mundos, hace la historia. En particular por la capacidad de sembrarse en un mundo nuevo, sin perder su condición hispánica al asimilarse al medio.