Las relaciones con los Estados Unidos y con el gobierno del presidente Donald Trump atraviesan, en el gobierno de Iván Duque, por una propicia convergencia de objetivos sustanciales contra el terrorismo, como corresponde a dos naciones amigas que tienen múltiples intereses en común y diversos problemas por resolver. Así como se presentan dificultades comerciales por cuenta de la fortaleza de esa potencia y la debilidad crónica de nuestra economía, en algunos casos, lo que se agrava por cuenta de la pandemia y la crisis que genera la importación de algunos productos ruinosos para nuestros campesinos.
Estamos viendo cómo el confinamiento de tres meses aniquila literalmente algunos sectores de nuestra economía, la producción y el empleo. Además, hoy nadie duda de que gran parte lo que movía el sector externo y beneficiaba en alto grado al Estado y los particulares, son las exportaciones de petróleo. Lo que hace más notorio que por no haber negociado con la debida eficacia el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, en vez de exportar más, pasó lo contrario; al tiempo que otros factores coincidieron para que antes del Covid-19, nuestra economía mostrara preocupantes grados de desindustrialización.
Por obvias razones se perdieron las ventajas comerciales que teníamos con nuestros vecinos del Mercado Andino. Mientras, el comercio con la Unión Europea hasta antes del Covid-19, tampoco tuvo réditos que esperábamos. Siendo factores el progresivo el ingreso de mercancías chinas y las bajas exportaciones a esa potencia. En tanto, con nuestros vecinos, predomina el pesimismo.
Los Estados Unidos, con su presidente Donald Trump, sufren como nosotros los efectos letales del Covid-19 en medio de las tensiones de una campaña presidencial en un país polarizado, en el cual algunos de los adversarios del gobierno están dispuestos a favorecer la ruina del país con tal de que el gobernante no sea elegido. Sin embargo, cuando contra viento y marea, Trump consigue 5 millones de empleos nuevos, lo que deja atónitos a sus malquerientes.
Entre tanto aquí, algunos agitadores de izquierda pretenden que se arruine la industria, el comercio y el agro para después culpar al gobierno de todos los males, con miras a la próxima campaña electoral.
Estados Unidos, antes de la pandemia, atravesaba un momento estelar y de pleno empleo, aún en medio de la crisis casi global, gracias a las políticas del presidente Trump de fortalecer la industria y el comercio nacional, lo mismo que atraer capitales locales situados en el exterior con diversos estímulos.
Los Estados Unidos y Colombia están por la democracia en momentos en los cuales la misma está siendo puesta a prueba y sufre los embates del virus, la crisis económica y de los sectores que pretenden anarquizar los países y favorecer la revolución. Es común que nuestros ejércitos participen en maniobras conjuntas navales y terrestres, como que colaboren en la preparación de nuestros efectivos militares que luchan contra la subversión, dentro de lo que se denomina el Plan Colombia.
Colombia y los Estados Unidos deben estrechar más esos lazos, en especial cuando los grupos subversivos se reagrupan, con miras a alcanzar unos 10.000 combatientes. Así que la demanda vía tutela de un grupo de políticos y congresistas de izquierda por la visita de medio centenar de soldados y oficiales de la Misión SFAB de los Estados Unidos, es puramente teatral y busca propaganda, sin efecto legal. La misión se corresponde a la relación común entre países aliados. Asunto bilateral que no necesita el permiso del Congreso. Esa visita es bienvenida por el Gobierno y la mayoría de los colombianos.