La oficina de prensa gubernamental informó que el presidente Gustavo Petro, pese a que llegó tarde a Santiago, participó de la conmemoración de los 50 años del golpe militar contra Salvador Allende, por invitación del presidente Gabriel Boric. Allí destacó la importancia de la democracia para el continente: “Para muchos de mi generación, el golpe contra Allende fue una marca brutal que terminó una historia de guerras, de dictaduras militares, de violencia, una destrucción democrática prácticamente en toda América Latina”.
Añadió que después del golpe “vinieron 30 años de dictaduras e insurgencias y ahora, y esa es la importancia de este acto, 50 años después en el mismo sitio del palacio que fue bombardeado y del punto donde fue asesinado Allende, plantear la democracia como una alternativa, quizás la única que tenemos para construir paz, una democracia que cada vez tiene que ser más profunda, no es un método, una estructura institucional, la democracia tiene que ser cada vez más profunda, que es lograr que el pueblo mismo, que la gente misma tenga poder”.
También, cuentan los medios que confundió a la escritora peruana Isabel Allende con la hija de Salvador Allende, por lo que recibió numerosas críticas y burlas. Lo que no es para tanto, algunas personas de intenso movimiento turístico al estar en las alturas se marean, al bajarse del avión se confunden y quizá por ello hablan de manera precipitada.
También, el gobernante colombiano, comparó el ataque de la aviación militar chilena, con el cosquilleo de una nave colombiana sobre el palacio de Justicia de Colombia, igual hizo con el ataque de los vehículos blindados que disparó contra los del M-19. Las comparaciones del locuaz gobernante no fueron muy afortunadas. Olvida establecer quién disparo la bala que se convierte en detonante del golpe del Estado en Chile, por lo menos en su parte retórica. Resulta que quien precipita el golpe militar en Chile es el comandante Fidel Castro, quien estuvo en ese país por varios días, en aras de organizar las milicias revolucionarias que pensaba armar, las cuales desfilaron días entes del golpe por las calles de Santiago. El general Augusto Pinochet, al enterarse de la estrategia del comandante Castro, decide anticipar el golpe para evitar el asalto revolucionario castrista y un terrible baño de sangre. Lo que, pese a los bombardeos y unos cuantos muertos, incluso hasta el del propio gobernante Salvador Allende, tras lanzar por radio una arenga desafiante, el pronunciamiento del general Pinochet -aun con las brutalidades desatadas- evitó que en Chile se diera una larga guerra civil, que podría haber sido tan sangrienta como la española.
Además, a la inversa de Allende, quien había golpeado severamente la economía, poniendo en jaque a agricultores, productores y transportadores, lo mismo que a la clase media y al pueblo, el gobierno de Pinochet consigue recuperarla, multiplicando empresas, fortaleciendo la agricultura, la industria y el turismo, en lo que algunos calificaron como el ‘milagro chileno’. Allende, se movía en torno a un gobierno autoritario, apenas contenido ese impulso opresor por la acción decidido de los jueces que defendían el Estado de Derecho. Mientras que el general Pinochet resolvió convocar al pueblo a votar sobre su continuidad en el poder. Resulta que la consulta la perdió el general y como era un oficial de palabra, dejó el gobierno y el país volvió al sistema democrático. Por el contrario, en el caso colombiano, Juan Manuel Santos, consagrado como demócrata y premio Nobel de paz, cuando perdió un plebiscito sobre los acuerdos de La Habana, desconoció la voluntad del constituyente primario por el No a la impunidad de los subversivos.
Tampoco es comparable, tal como lo hace el presidente Gustavo Petro, el bombardeo al Palacio de la Moneda con el ataque de las tropas colombianas por rescatar a los magistrados atrapados en el edificio de la Corte Suprema de Justicia, invadido por comandos del M-19. Lo mismo que no se compadece la comparación con la misión que cumplía el M-19 en el afán de destruir por contrato los archivos judiciales. El asalto sangriento al Palacio capitalino dejó una grieta enorme en el ejercicio de la ley en el país. Las tropas colombianas se desconectaron del gobierno mientras actuaban para rescatar a los magistrados y civiles, más cuando el pueblo los aplaudía no siguieron con sus tanques para derrocar al presidente Belisario Betancur, mostrándose como “defensores de la democracia maestro”, como explicó uno de los oficiales.