Vivimos tiempos de guerra, de crisis y de tormenta social, que afectan directa o indirectamente a muchas de las naciones del globo, en particular por el tema de los combustibles y alimentos. En apariencia, la Unión Europea, mediante su apoyo moral a Ucrania, parecía mantener una prudente distancia con ese conflicto, que tiene viejos ancestros con la antigua Rusia zarista y, posteriormente, con la extinta Unión Soviética. Asuntos que derivan en gran medida por cuenta de los arreglos internacionales de las potencias triunfantes en la Segunda Guerra Mundial y, también, posteriormente, con la caída de la Cortina de Hierro.
Al parecer, se entendió que incorporar Ucrania a la OTAN podría ser una misión exitosa de fina diplomacia en cuanto Rusia no se atrevería a desafiar su poderío. La cosa salió mal. Rusia desplegó sus tropas, tanques, artillería, aviones y varias naves de su flota. Y Ucrania que venía fortaleciendo sus fuerzas militares, se lanzó con su gobernante y artista a una formidable campaña de propaganda contra su vecino, que contrasta con cierto laconismo por parte de Putin. Y como Washington, se puso firme con la OTAN, el conflicto tomó dimensión global.
Todo parece indicar que Rusia, a un coto incalculable, se queda con una tajada importante del territorio estratégico de su vecino y algunos puertos en los mares Negro y Azov, que le garantizan las comunicaciones estratégicas.
La diplomacia occidental trata de aislar a Rusia, más países como China, India o Brasil se resisten. En tanto, por cuenta de la presión a Rusia, como de otros factores, sube el precio del crudo y de los alimentos, que afecta de diversa manera en lo económico a otras naciones.
A su vez, en Hispanoamérica, desde el Cono Sur al resto del Continente y la misma España, la izquierda decimonónica en el poder o ad portas del mismo, con el presidente electo Gustavo Petro, comprometido con los ecologistas, anuncia el eventual fin de la explotación petrolera. Siendo que Colombia vive de los ingresos del petróleo, de los giros del exterior, como de los impuestos patrimoniales y del IVA. También se anuncia gravar más la tierra, en particular a los ganaderos. Lo hace Cecilia López, la misma prestigiosa economista que en su momento acabó con el Idema, una entidad que nos habría ayudado muchísimo en una crisis alimentaria como la actual. Se dice que acabaron con el Idema para combatir la corrupción. Es lo mismo que el marido ofendido que vende el sofá donde jugaba con su bella y dulce esposa. La corrupción se combate cuando la justicia opera, no vendiendo el sofá.
En buena hora Gustavo Petro está en Italia, allí renunció el primer ministro por cuenta de la crisis económica y política. Desde allá se observa mejor el panorama español donde uno de sus amigotes, y más radical, el presidente Pedro Sánchez, ha ensayado multiplicar los impuestos de manera irresponsable, al punto que la semana pasada cayeron los precios de las acciones de la banca por cuenta su afán impositivo.
En España la figura más popular del momento político es Isabel Díaz Ayuso, quien gobierna Madrid y está por una buena administración, con funcionarios honrados y capaces, que le sirvan a la comunidad y favorezcan el crecimiento empresarial. Eso lo viene haciendo con rebajas de impuestos y defensa ardorosa de la libre empresa. Muy seguramente, gracias al prestigio de Ayuso y su equipo, en España volverá al poder el PP, que en las encuestas sobrepasan a los socialistas. El ejemplo de Ayuso, debieran seguirlo los socialistas anacrónicos que predominan hoy en Hispanoamérica, como fenómeno de involución política.
En Uruguay, los socialistas evitaron asaltar la propiedad privada y dieron un gran ejemplo de madurez política y democrática, lo mismo que respetaron el triunfo en las urnas de un conservador. En Brasil el ejército garantizó la transición política y democrática, aquí la institución castrense tiene importancia capital y puede repetirse el fenómeno.