La política nacional después de terminado el Frente Nacional y de entrar en vigencia la Constitución de 1991, pese a que continúa el conflicto armado que pretendía modificar a sangre y fuego la estructura social, se ha movido por lo general al centro. El multipartidismo no consigue cambiar esa tendencia, en cuanto la mayor parte de los partidos existentes y registrados oficialmente surgieron de vertientes conservadoras y liberales, arraigadas en el país. Incluso durante la vigencia del Frente Nacional, la Alianza Nacional Popular de Gustado Rojas Pinilla tenía marcado tinte conservador, que se mezcla con tendencias revanchistas y populistas, que dan origen al M-19 insurgente y violento. Cuando se votó por la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, obtuvo la primera votación el M-19, que había renunciado a los fusiles para llegar al poder y se sumaba a la lucha electoral. Ellos no presentaron en la Asamblea un proyecto constitucional propio de extrema izquierda o cosa parecida, sino que votaron según su parecer, como el resto de representantes del pueblo, artículo por artículo. Algunos de sus voceros en esa Asamblea eran de origen conservador.
Casi sin excepción los miembros de la Asamblea apoyaron los cambios en la mecánica electoral, para crear una supuesta senatoria nacional, dizque para purificar el sistema y evitar que los caciques regionales siguiesen siendo los dueños del electorado. Al tiempo que optaron por crear una suerte de Corte Electoral, por medio de consejeros con representación partidista nacional, dejando como estaban algunas de las funciones electorales del Consejo de Estado. Las supuestas ideas de extrema del M-19 brillaron por su ausencia. Por el contrario, Antonio Navarro se prestó para cerrarle el paso a Álvaro Gómez, en caso de que buscara una candidatura presidencial, inhabilitándolo para ser aspirante, como lo acordaron con el presidente César Gaviria, por sugerencia del expresidente Alfonso López Michelsen.
Navarro, con el correr de los años, resulta un excelente gobernador y alcalde de Nariño y Pasto, respectivamente. Por lo demás, hasta el momento los políticos que se han destacado a partir de los acuerdos de paz han mostrado un populismo verbal, puesto que han gobernado dentro de los parámetros del sistema, mostrando en algunos casos el mismo y peor afán por lucrarse que sus antagonistas de los viejos partidos políticos.
Álvaro Gómez, que se había retirado de la lucha política partidista, regresa a Colombia y durante el gobierno del presidente Samper reflexiona sobre la decadencia en la que deriva la Nación, pese a la Carta de 1991. La crisis moral de la República lo determina a denunciar el Régimen, al que señala como el culpable de los acuerdos bajo la mesa con las mafias. Es cuando dice que el Presidente Samper es un prisionero del Régimen. Por lo que, como tal, no puede quedarse, ni irse.
Gómez plantea que es preciso liberar a Colombia de las garras del Régimen. En ese momento entre los jerarcas respetables de las Fuerzas Armadas y el pueblo, el prestigio del dirigente conservador era incontrastable, sobre todo entre los oficiales jóvenes, que habrían ofrendado sus vidas por la restauración moral y la dignidad de la República, que era lo que en esencia se buscaba. Al mismo tiempo su vocación civilista se mostraba inconmovible.
Recuerdo que estábamos en esa constante creatividad para desafiar el Régimen, cuando me pidió que diera unas charlas sobre lo que denominábamos la “cátedra de colombianidad” en la Universidad Sergio Arboleda, pues al día siguiente viajaba a Francia. Por lo que debía hablar con el doctor Rodrigo Noguera Laborde, un verdadero patricio al estilo romano, y acordar con él la colaboración. Y en lo político, me comentó: “ya hemos denunciado lo que es el Régimen, a mi regreso viene el desafío de convocar a los colombianos para tumbarlo”. Los hechos se precipitaron y a los pocos días de su retorno a Colombia fue abatido cuando salía de la Universidad de dictar su cátedra. No es de sorprender qué por aquello de las vueltas de la vida, hoy ocupe el solio de los presidentes Iván Duque, forjado culturalmente por su padre y profesionalmente en esa Universidad, entonces bajo las directrices de tan eminentes dirigentes que creían en la política enmarcada en el humanismo. Lo mismo que sea este Jefe de Estado el que por sobre todas las cosas está de manera irrevocable por eliminar la mermelada o las coimas de sistema de gobierno.
La prueba reina de que los políticos en Colombia sí pueden hacer alta política es el encuentro creativo del miércoles pasado de Álvaro Uribe Vélez con Germán Vargas Lleras, que busca sacar adelante la reforma tributaria y de justicia