Se debe reconocer que los del M-19, algunos de estirpe anapista y hasta conservadora, que habían secuestrado a Álvaro Gómez, para presionar a cambio la negociación de paz, pidieron que se les dejará participar en política y aseguraron que no volverían a empuñar las armas. En pleno vuelo y custodiado por sus guardaespaldas asesinan a Carlos Pizarro Leóngómez. Sin que se rompiera el compromiso pacifista.
Entre otras cosas, la reflexión les vino en parte por cuanto durante su cautiverio Álvaro Gómez, predicó las bondades de la paz y lo abominable de la violencia, como lo dejé consignado en un librito Colombia Irredenta” sobre la Carta de 1991 y el papel del notable estadista en la Constituyente. En donde también registraba que Gómez se había movido en dicha asamblea en minoría y que Alfonso López Michelsen y el presidente César Gaviria, habían seducido a Navarro Wolf, con un ministerio, una lotería y diversos cargos y ventajas, para que facilitara inhabilitar al principal promotor del desarrollismo y el nacionalismo restaurador de nuestros valores e intereses.
A pesar de los intentos de concertación de los constituyentes de 1991, en los que se salvan algunos de los postulados bolivarianos y del nacionalismo que inspiró el estadista Rafael Núñez, así se consagraran en el texto todos los derechos que defiende la Carta de la ONU y con el M-19 en la civilidad, en la práctica la violencia siguió su curso homicida y devastador en las grandes ciudades, como en la periferia del país. Es decir, que el anhelo de consagrar la paz se vino disolviendo como en tantas otras ocasiones a lo larga de nuestra zigzagueante historia política.
El presidente Uribe hace la paz con las autodefensas y el presidente Santos, con las Farc. En tanto otros grupos violentos persisten. Lo que me reafirma en el postulado de que a la paz no se llega, sino mediante la derrota militar o negociando en simultánea con las partes involucradas y en conflicto. Incluso con la posibilidad de convertir a los subversivos que se entregan así sea temporalmente, en agentes del orden que combatan y capturen a otros subversivos.
Se combate hasta hoy y en gran medida, bajo la ilusión de llenar las alforjas y conseguir en una eventual negociación de paz, ventajas como las de las Farc, convertidos en legisladores, algo que ofende la dignidad del Congreso, sin que aquí importe mucho por el desprestigio que agobia esa institución. En tanto, los partidos políticos derivan en clubes parlamentarios y fábricas de avales, siendo muy buen negocio el de haber sido excandidato presidencial, que así pierda recibe dadivas jugosas por cuenta de la campaña y los votos. Y cuan pocos de los “candidatos” tienen la noción de Estado y el sentido de la alta política, la mayoría carecen de proyecto o son simples chapuceros a semejanza de los ayudantes de cocina improvisados del gran chef. El otro día le preguntaron unos estudiantes a un auto candidato que ¿cómo es eso del patrón oro? El demagogo se quedó pensativo y rascándose la cabeza, como para recordar mejor, respondió: el patrón oro en Colombia es Luis Carlos Sarmiento.
Por lo tanto, para que el ciudadano pueda ser libre debe tener un mínimo de formación política, que en Colombia ha caído por el piso. La democracia se derrumba cuando los partidos del orden se tornan populistas o totalitarios. Es lo que pasa cuando un senador en vez de sacar un conejo del cubilete mágico, saca dizque a un “candidato único” presidencial, sin que tenga contendores, ni voten los dirigentes conservadores, ni las bases, sino mediante una farsa teatral sin ningún asidero legal y violando la Constitución y la ley.
En tanto, el “candidato único” da declaraciones por los medios diciendo que tiene las mayorías, y me cuentan que ya formó un gabinete de amigotes imberbes que le siguen. Esa candidatura es ilegal y debe ser revocada por la autoridad electoral. La democracia comienza en casa. Por eso como simple ciudadano he solicitado al Consejo Nacional Electoral en cabeza de su presidente Doris Ruth Méndez Cubillos, que investigue la farsa o pureza de la elección o el truco del cubilete mágico.
Pretenden ignoran que, en Bogotá, con 8 millones de habitantes, el partido conservador no tiene ni directorio, ni les reconocen sus méritos ni valía a los dirigentes de base y estamos en al borde de desaparecer.