Me cuentan que algunas de sus amigas del Huila se referían, entre ellas, de niña a Olga Duque, como la Duquesa Azul, siendo que en privado le decían Olguita. Me parece el término apropiado para escribir una nota póstuma sobre su memoria, dado que, siendo demócrata, sencilla, de maneras suaves y temperamento fuerte, sentía verdadero fervor por la figura histórica de Napoleón Bonaparte. Ella contaba que le apasionaron las hazañas del gran corzo desde niña. Lo que más le atraía del genial estratega y caudillo era la grandeza, la capacidad de asombrar al mundo en el que vivió y combatió, sin dar tregua ni pedirla a sus contrarios.
Y como abogada le impactaba que Napoleón hubiese influido tanto en el comité que nombra para redactar el Código Civil de Francia, que ofrece plenas garantía a todos para defender la propiedad privada y regular sus vidas y bienes en el Estado de Derecho. Napoleón, le pone coto al absolutismo despótico y es Emperador en un país de leyes. Ella en su casa, con el paso del tiempo colecciona varios bronces y cuadros alegóricos sobre Napoleón, algunos conseguidos durante sus viajes al exterior. Es decoración le daba un aire especial a su hogar y mostraba la naturaleza de la familia.
Olga, como abogada de la Universidad de Santo Tomás, se aficiona al tema constitucional colombiano sobre lo que trata su tesis de grado. Sus estudios de derecho tienen el triple mérito que los hizo estando casada, con seis hijos y un marido que atender, así como asistiendo al Congreso de la República como representante a la Cámara. Su capacidad de manejar el tiempo por esa época era asombrosa, lo mismo que la de rodearse con personas que le colaboraran en sus empeños. Los amigos de la familia que los visitaban en el hogar, en las noches se encontraban no pocas veces con el espectáculo de ver a todos estudiando, Olga derecho y los demás las materias del colegio, en tanto Fernando Ospina, proseguía sus estudios de estrategia militar sobre la Segunda guerra Mundial.
Siendo su padre el jefe ospinista en el Huila, sus primeros pasos en política los hizo a la sombre de Doña Bertha, su suegra y destacada dirigente azul. Para seguir después su propia ruta. En tanto Doña Bertha cultivaba un estilo popular de hacer política, en tiempos en los cuales la Anapo con su populismo atraía al electorado conservador.
Olga aparece entre los dirigentes de lo que se conoció en Bogotá como la C Azul, junto con Augusto Ramírez Moreno, Aníbal Fernández de Soto, Carlos Albán, Dolly Betancourt y otras destacadas personalidades que trataron de darle un vuelco a la política y modernizar el Partido Conservador. Estuvo por varios periodos en la Cámara y en el Senado, trabajando por el Huila y en particular por el sector agrario en el país, severamente golpeado por las decisiones citadinas que se tomaban en Bogotá sobre el campo y los efectos de la Reforma Agraria y la proliferación de movimientos de aparceros que afectaron las relaciones sociales y laborales campesinas. No era fácil hacer política en el Huila dado que las Farc, casi que desde su fundación, incursionaron por el departamento, dejando una estela de sangre, depredaciones, secuestros y víctimas a su paso. Pese a lo cual, cuando aceptó la gobernación del Huila, consiguió hacer un gran esfuerzo por mantener el orden público y apoyar el desarrollo, propiciando desde el gobierno la siembra y multiplicación de los cafetales, así como las obras de infraestructura y el apoyo activo a la educación hasta en las regiones más apartadas de la región.
En tanto adelantaba su carrera política mantenía una activa relación con sus amigas, con dirigentes políticos como Álvaro Gómez y Alfonso López, lo mismo que invitaba a políticos y personalidades del gobierno y la vida privada a su residencia, donde se hacían unas tertulias a medio día acompañadas de viandas, fríjoles y vinos. Por su salón desfilaron casi todos los presidentes y políticos de alguna significación, lo mismo que los embajadores de Francia y el Reino Unido, países que la atraían en especial por su rica historia.
La Duquesa Azul por su reconocida influencia se convirtió en una pieza clave del ajedrez de la política, puesto que los gobernantes y hasta ministros la consultan y solicitan su apoyo para apagar incendios y conciliar voluntades, desplegando en sus reuniones una gran habilidad diplomática. Su personalidad fina, sosegada y alerta facilitaban su acción política, que con el tiempo dejó de ser partidista pese a que mantenía firme sus convicciones conservadoras. Lo que más le interesaba era la gobernabilidad, la paz y que se fortaleciera la educación, razón por la cual le acepta el ministerio de Educación a Ernesto Samper, cuestionado por Andrés Pastrana, en medio de la crisis política que se vivía en ese momento. Y se retiró antes de la tormenta que causó el magnicidio de Álvaro Gómez.
Posteriormente, cuando aparece en el firmamento político Álvaro Uribe, es de las primeras en señalar que era el caudillo para acabar con el flagelo de la violencia endémica y de consagrar la paz en el país. Hasta que por quebrantos de salud se aleja de la vida pública.