“Cuando el presidente Juan Manuel Santos hizo públicas las negociaciones con las Farc en La Habana, casi nadie imaginó que se derivara de las conversaciones entre las partes a una mini constituyente, que de facto entró a legislar, ni que lo hicieran con la pretensión de que lo acordado entrase a regir en el bloque de constitucionalidad, según la Corte Constitucional, por 12 años. Los negociadores de los subversivos, tras ser exorcizados en la cumbre de Davos, resultaron finos diplomáticos, hasta conseguir que ninguno de sus jefes pague ni un día de cárcel. Obtuvieron toda clase de gabelas para hacer política, para entrar con fuerza propia a ejercer influjo decisivo en el Congreso, fortalecer el predominio directo en varias zonas del país que superan de lejos las repúblicas independientes que en su momento denunció Álvaro Gómez y combatió el presidente Guillermo León Valencia”.
Con el anterior párrafo iniciamos un artículo en El Tiempo comentando el efecto perturbador de las negociaciones de La Habana y disolvente en el proceso constitucional. Por la capitulación del Estado en La Habana, estaba cantada la impunidad para los sediciosos y la cuenta de cobro a los defensores del orden, que ganaron el Plebiscito, incluida, por supuesto, la detención del expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Uribe, entendió claramente que lo pactado en La Habana influiría de manera decisiva en la política y la justicia colombiana. Es cuando arrecian y se multiplican las acciones judiciales en su contra. Toma el asunto muy en serio y nombra en su defensa al prestigioso jurista Jaime Granados. Al respecto, en la revista Enfoque y las redes sociales, al conocer la noticia de la eventual detención expresamos: “Se ha cumplido en Colombia un capítulo de la guerra política del socialismo internacional de Antonio Gramsci, quien explicó a los socialistas europeos, que “es más importante tomarse los organismos judiciales que los medios de producción”. Al enquistarse en el sistema judicial hasta tomarse las cortes, llevan a prisión en Italia a Silvio Berlusconi. En Enfoque sostuve que:” En Colombia sé vive un capítulo decisivo de esa guerra ideológica subversiva con la judicialización de la política, con la detención injusta del ex presidente Álvaro Uribe, quien, debería seguir el proceso en libertad, más estando enfermo, siendo inocente, un hombre de carácter y un estadista que jamás se ha negado a colaborar con las Cortes”. Además, agregué: “Uribe, es el blanco perfecto no sólo de la izquierda colombiana, sino de las fuerzas disolventes internacionales”.
La cacareada unanimidad de los cinco magistrados a favor del fallo, evidencia el alcance del complot contra Uribe…Es un caso viral politizado en el que algunas de las pruebas son amañadas, pobres los indicios, los testigos dudosos, en sana lógica se infiere que el fallo tiene un tufillo eminentemente político. Ese sesgo político de los magistrados, por reconocidos juristas que sean, no ofrece garantías plenas de imparcialidad. En tanto, el presidente Iván Duque, desde lo más hondo de su conciencia, calibra con prudencia sus palabras y advierte: “Soy y seré siempre un creyente en la inocencia y honorabilidad de quien con su ejemplo se ha ganado un lugar en la historia de Colombia”.
Como el proceso demorará, los magistrados tendrán la oportunidad de reflexionar y los abogados litigantes de desmontar los cargos, hasta demostrar la inequívoca inocencia de Uribe, cuya gesta política ha estado al servicio insobornable de Colombia. Estamos inmersos en un aberrante caso de injusticia y deplorable prevaricato. El cautiverio del expresidente Álvaro Uribe deja en capilla a la derecha colombiana. La Patria peligra. Lo estratégico: clamar por su libertad en las calles y ofrecer el respaldo popular a nuestras Fuerzas Armadas, que son víctimas de la misma persecución política.